Quantcast
Channel: BRUJULAS Y ESPIRALES
Viewing all 833 articles
Browse latest View live

AMORES EQUIVOCADOS

$
0
0


Los amores equivocados
Cristina Peri Rossi
Menoscuarto Ediciones, Palencia, 2015, 137 páginas

   Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941), buena poeta y novelista, es así mismo una de las más notables cultivadoras del subgénero del relato, y la habilidad que demuestra en estos once cuentos que giran todos ellos en torno a las dificultades y ambigüedades con las que se vive el amor en nuestro tiempo, es una prueba inequívoca de  lo que acabo de afirmar. Una colectánea de cuentos, de mediana extensión, que exploran todas las vertientes, variantes y recovecos del amor como emoción anímica y como impulso carnal. La autora hispano-uruguaya confiesa que se deja seducir por las emociones y por el subconsciente; se cierra a influencias ajenas y escribe. Resultados de su escritura son, entre otros, los cuentos de Los amores equivocados, que, si algo demuestran, es la complejidad  a la hora de vivir el amor en nuestros días. El amor y el componente físico, el erotismo y la carnalidad a los que suele ir ligado. Y quizás algo más, al menos eso se palpa en este libro: el deseo, los encuentros inesperados, a veces clandestinos, la delicadeza, las traiciones conyugales y extraconyugales. Todo eso y la perturbación, lo imprevisto, la fragilidad de las relaciones de pareja o su carácter incendiario, explosivo a veces, se convierten el hilo conductor que lleva de la mano las historias de estos relatos.
   Con alguna notable excepción, el equívoco es la regla que mide los amores que, en su escritura, visibiliza Cristina Peri Rossi. No obstante, la autora piensa que “amar nunca es equivocado” porque, junto con la racionalidad, constituye la quintaesencia del “homo sapiens sapiens”. “El que ama, afirma la escritora, vive la mayor intensidad emocional, sentimental y sensorial, por eso los cobardes y egoístas nunca aman.”
   Esos amores asimétricos y socialmente inaceptables echan a andar en la presente edición, con “Ironside”. Más que amor, lo que late en el relato es carnalidad y agradecimiento de la chica menor de edad que es recogida por un camionero y se empeña en ser puta para poder alimentar a su familia. Un cuento desprovisto de amor, pero no de sexo iniciático y suplicado por la protagonista femenina. En el cuento que rotula el libro, la autora transmite la sensación de desencanto que siente el protagonista por el hecho de permanecer al lado de una mujer que siempre lo había amado, para pagar la deuda contraída  en una noche de pasión en Montevideo. Un amor ciertamente equivocado. El encuentro real con la mujer inmensamente hermosa con la que lleva soñando desde la adolescencia y con cuya imagen se masturba, hace que el protagonista se sienta horriblemente feo, lo mismo que el narrador que le imita en su huida. Una cita ocasional en la que la protagonista suplica ser llamada puta al ser penetrada. En “De noche, la lluvia”, un relato especialmente luminoso, a pesar de la oscuridad y la incesante lluvia, se crea un vínculo afectivo entre dos mujeres que se encuentran por azar. La pulsión de hacer miles de fotografías a la mujer amada para perpetuarla, para impedir que se escape. Una forma de lucha contra la fugacidad ciertamente, pero también un amor equivocado. Un hombre está a punto de asfixiarse  al tragar un pelo del pubis de su amante en una relación clandestina. La joven universitaria que se acuesta con una profesora a la que tiende una trampa para ahuyentar a su amante. En fin, las dos hermanas del último relato, “Un cuento de Navidad”, que discuten porque ninguna de las dos quiere hacerse cargo de su madre en Navidad, y una de ellas además no encuentra una buena fecha para separarse. Son algunas de las líneas que reflejan las sinopsis de estos cuentos.
   Cristina Peri Rossi retrata hábilmente múltiples formas de vivir el amor en las ciudades de nuestro tiempo -las tramas de estos relatos se desarrollan en ambientes urbanos en los que la soledad impone su imperio- amalgamando lo emocional y lo corpóreo. No obstante, el lector puede llegar a la conclusión de que la mayoría de estos once cuentos están habitados por sexo, por largas sesiones de cama, por orgasmos en todas sus modalidades. ¿Será que las múltiples variedades del amor, sin excluir las familiares, se reducen en el fondo a encuentros fugaces? Encuentros que Cristina Peri Rossi muestra con ese cuidadísimo estilo suyo, “combinación de poesía y de prosa”. Una actitud lírica, pero al mismo tiempo, un lenguaje muy preciso para darle vida escrita a alago, a la vez tan humano y tan misterioso, mágico e irracional como la emotividad y la carnalidad y sus caracteres explosivos.

Francisco Martínez Bouzas

                                                       
Cristina Peri Rossi
Fragmentos

“Le prometió que iría a buscarlo, aunque él se rió de manera condescendiente: tenía treinta años y la suficiente experiencia como para saber que aquello que se dice en una noche de amor es tan apasionado como frágil, escrito en la marca del deseo. Además, él quería huir solo de esta ciudad de múltiples aguas y vientos desbocados; le dijo que no lo intentara, no sabía cómo sería su vida en Barcelona, no tenía dinero ni amigos: era un viaje al azar, más por malestar que por ilusión.”

…..

“Todo iba bien, hasta que ella, en medio del ardor impetuoso de la refriega amorosa le suplicó que la llamara puta. «Dime puta, puta, puta, por favor», reclamó. Él, que estaba a punto de penetrarla, súbitamente se detuvo. Disimuló como pudo, pero aquel órgano rebelde, no sujeto a la voluntad, pareció desconcertado, tan desconcertado como él mismo. Siguió besándola, pero en un giro imprevisto de los miembros, en lugar de seguir encima, aprovechó para colocarse de costado.
-¿Qué te pasa? -preguntó  ella, asombrada. A él no le pasaba nada, nada especial, solo que no le gustaba hablar cuando follaba y, aún menos, que le exigieran ciertas palabras. Ni guarra, ni puta, ni ninguna de esas cosas lo excitaban. Lo excitaba muchísimo más penetrarla silenciosa y férreamente, sin decir palabra, dejando que los pensamientos de cada cual fluyeran libremente y fuera un acto mudo, poderoso, bélico, pero sin estruendo de palabras.
-No me gusta hablar –dijo, rencoroso, mientras ella se erguía levemente, de costado, y lo miraba a la cara.”

…..

“Claudia se negaba a depilarse, decía que de esa manera era más natural y a él le parecía bien, le gustaba muchísimo ese felpudo mullido, ese triángulo oscuro donde había pelos rizados como caracolas, pero hete aquí que a veces uno se le atragantaba, como ahora, y no atinaba ni a tragárselo ni conseguía empujarlo hacia los labios, donde podría desembarazarse más fácilmente  de él. ¡Así, así, asiiiiiii!  Chillaba Claudia y él no podía, decididamente no podía interrumpir para decirle «me he tragado un condenado pelo», ni siquiera se lo había tragado, estaba ahí, a medio camino, intentó aspirar pero el clítoris se contrajo, «¿qué demonios estás haciendo?», protestó Claudia, él tenía que seguir succionando, seguir succionando aunque estuviera a punto de morir de asfixia, enseguida se imaginó lo que podía ocurrir: moriría ahogado entre las piernas de Claudia, amoratado por falta de aire, con el pelo metido entre la glotis y el esternón, cuando ella se diera cuenta sería demasiado tarde y habría muerto, luego vendría el rigor mortis, además Claudia no podría avisarle a nadie, nunca le había dado el número de teléfono de su mujer para evitar pistas, ambos estaban de acuerdo, aquello no era más que sexo, sexo, sexo.”

…..

“La miré. Sentada tenía un fuerte parecido a la Venus de Willendorf. De pie, también. Pero desnuda y sentada, el parecido aumentaba porque los pliegues del vientre se acentuaban, las piernas, menudas y regordetas, parecían más cortas y, además, su estatura disminuía. El parecido que yo encontraba entre ella y la antigua Venus de Willendorf había sido, sin duda, uno de los motivos de mi deseo. El deseo habla de quien lo siente, no del objeto, como el amor habla de quien ama, no del amado. Posiblemente yo era la única persona -y quizás su marido también, aunque tratándose de un experto en economía, dudo mucho de que hubiera visto alguna vez una reproducción de la famosa Venus- a quien Carmina hacía evocar la Venus de Willendorf, pero era justamente yo quien había hecho el amor con ella.”

(Cristina Peri Rossi, Los amores equivocados, páginas 29, 47, 83-84, 119-120)

ACOSO Y DERRIBO DEL JUDÍO HOMOSEXUAL

$
0
0


Las gafas de oro
La novela de Ferrara. Libro segundo
Giorgio Bassani
Traducción de Juan Antonio Méndez
Acantilado, Barcelona, 2015, 120 páginas

   Se ha escrito que es obligatorio leer este libro de Giorgio Bassani si se quiere tocar el alma. Una hiperbólica metáfora que expresa, sin embargo, lo que es una obra maestra, Gli occhiali d’oro, el segundo volumen de una obra monumental, La novela de Ferrara; y que, una vez iniciado, se lee con inmenso placer. Seis libros componen la novela de Ferrara.  Libros que Giorgio Bassani (Bolonia, 1916- Roma, 2000) publicó a lo largo de un amplio período temporal que comprende buena parte de la primera mitad del siglo XX, hasta el momento inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Una época marcada por el surgimiento y consolidación del fascismo y sus luchas contra los comunistas, y por las leyes raciales que la sensibilidad de un autor judío percibe con dolor y retrata a través de las vivencias de sus personajes. Aunque los seis libros que componen La novela de Ferrara se yerguen como un impresionante mural del siglo XX en Italia, cada uno de ellos tiene sentido en sí mismo y puede leerse por separado. No solo El jardín de los Finzi-Contini, sin duda la obra más conocida de Bassani, sino también Las gafas de oro, el segundo libro de La novela de Ferrara que, en traducción de Juan Antonio Méndez, nos ofrece ahora Acantilado.
   El cronotopo de Giorgio Bassani se limita a la pequeña ciudad de Ferrara, y su literatura está transitada por la obsesión del desajuste social, por la discriminación y los asedios que sufrieron los judíos en los años en los que el fascismo, bajo las indicaciones de Hitler, comenzó a perseguirlos. Todo eso lo asume Bassani a través de una escritura en buena medida heredera del canon de finales del XIX e inicios del XX, marcada por las atmósferas proustianas, alimentadas de reminiscencias. Es precisamente eso lo que le aleja de las corrientes realistas y neorrealistas.
   Con esas armas, construyó Bassani un gran fresco, de tonalidad elegíaca, centrado en Ferrara, la primera ciudad moderna de Europa, y en el que laten sentimientos encontrados de felicidad y de represión, debidos al advenimiento del fascismo, sus leyes raciales y la repercusión de ambos hechos en la conciencia social, y que arruinarán numerosas vidas como las del protagonista de Las gafas de oro, el médico Athos Fadigati, impelido al suicidio por su condición sexual.
   Las gafas de oro es, en efecto, una breve novela sobre un médico recatadamente homosexual, instalado felizmente en Ferrara y que, debido a su práctica médica como otorrino, había adquirido gran reputación. Con un ritmo plausible, Giorgio Bassani va narrado la extrañeza de los ferrarenses por la soltería de Fadigati, el surgimiento del rumor comentado y propalado a media voz (“¿Sabes qué? Me parece a mí que el doctor Fadigati es…”, página 13); la sutil pero creciente marginación, el hostigamiento y finalmente el cerco  que conducen a un ser humano cuya condición sexual no concuerda con la mayoritaria, a la extrema alteración psíquica y al suicidio.
   La historia está narrada por un joven estudiante judío que sube al mismo tren, Ferrara-Bolonia, en el que, dos veces por semana, comienza a viajar el doctor Fadigati. Entre los estudiantes que acuden a la universidad, Fadigati conocerá a un muchacho muy atractivo, Eraldo Deliliers, “un auténtico reyezuelo local” (página 42), consumado egoísta y conquistador, que no duda en usar su belleza varonil para embrujar al doctor y, a continuación, reírse de él, traicionarle y explotarle. Fadigati, condenado a vivir en la soledad más absoluta y rodeado de la hostilidad general -también por su condición de judío- se sentirá empujado a un trágico final.
   Sobre el trasfondo de una pequeña ciudad provinciana, Bassani mueve a los personajes de la novela, en la que el lector se siente guiado desde las vivencias íntimas del yo narrador, mientras en torno a los protagonistas se produce un cambio real de la Historia. Las tragedias individuales se entrelazan con las históricas. En la novela, en efecto, se establece una claro paralelismo entre el rechazo social de la homosexualidad y el de los judíos.
   La escritura de Giorgio Bassani es la de un poeta que escribe prosa narrativa. Su estilo, aparentemente uniforme, se despliega de una forma pulida, apoyándose en pormenores y elementos costumbristas, en una notable capacidad de observación y en la maestría a la hora de trazar perfiles psicológicos. En resumen, una prosa clara y transparente para hacernos llegar al alma de un hombre doblemente marginado.

Francisco Martínez Bouzas

                                                       
Giorgio Bassani
Fragmentos

“De manera que resulta comprensible que, hacia 1930, cuando Fadigati ya había cumplido los cuarenta años, no pocos empezaran a pensar que le hacía falta casarse lo antes posible. Lo susurraban sus pacientes entre las butacas que estaban juntas, en las mismas salitas del consultorio de via Gorgadello, mientras esperaban que el doctor, ajeno a todo, se asomase a la puertecilla reservada para sus esporádicas apariciones y les invitase a pasar «por aquí». A todo esto se referían más tarde, durante la cena, maridos y mujeres, cuidando de que la prole, con la nariz en la sopa y las orejas alerta, no alcanzara a descubrir de quién estaban hablando.”

…..

“Ay, ese Deliliers -añadía luego, siempre de toldo a toldo, dirigiéndose en particular a mi madre, pensando que estaba bajando la voz de modo que los «niños» no lograrían oírla, pero en realidad, alzándola más que nunca-, ese Deliliers en el fondo no era más que un muchacho viciado, un sinvergüenza al que el servicio militar, en su momento, acabaría volviendo utilísimo. Por el contrario, el doctor Fadigati, no. A un señor de su condición, de su edad, de ninguna manera se le podía excusar. ¿Qué él era «así»? ¡Pues vale, paciencia! Hasta ahora nadie se lo había reprochado. Pero venir a exhibirse precisamente a Riccione, donde, desde luego, sabía perfectamente que era conocido, venir a dar el espectáculo precisamente allí, cuando en Italia, si se quiere, uno puede encontrar mil playas en las que no hay ningún peligro de tropezarse con un solo ferrarés. ¡No, por favor! Sólo de un «cerdo» (y al decirlo, la señora Lavezzoli lanzaba llamas de auténtica indignación a través de sus grandes ojos azules de reina), sólo de un «viejo degenerado» podría esperarse un comportamiento de ese tipo.”

…..


“Volví a mi periódico.
De pronto, al final de la página de la izquierda, frente a la de deportes, los ojos se me fueron a un titular de tamaño medio. Decía:

CONOCIDO PROFESIONAL FERRARÉS
AHOGADO EN LAS AGUAS DEL PO
JUNTO AL PONTELAGOSCURO

Creo que durante unos segundos, se me paró el corazón. Y es que no había comprendido bien, que todavía no me había dado cuenta de todo.
Respiré profundamente. Y entonces comprendí, sí, comprendí antes de comenzar a leer la media columna que seguía bajo el titular, que no hablaba en absoluto de suicidio, por supuesto, sino, de acuerdo con el espíritu de los tiempos, de desgracia (en aquellos años a nadie le estaba permitido eliminarse, ni siquiera a los viejos deshonrados y sin razón alguna para permaneces en el mundo…)
En cualquier caso, no acabé de leerlo. Bajé los párpados. El corazón latí e nuevo. Esperé a que Elisa, que había vuelto a aparecer por un instante, nos dejara otra vez solos y luego, tranquilamente pero de inmediato, dije:
-El doctor Fadigati ha muerto.”

(Giorgio Bassani, Las gafas de oro, páginas 11-12, 53, 120)

NOVEDADES 2016 DE EDITORIAL ANAGRAMA

$
0
0


  La barcelonesa Editorial Anagrama es uno de los pocos sellos editores que saludan el nuevo año, 2016, poniendo a disposición de los lectores una amplia variedad de títulos en todas sus colecciones. Entre ellos, algunos de los mejores libros que hoy se pueden leer en español, como lo ha estado haciendo en estos cuarenta y siete años desde su fundación, en los que Anagrama se ha distinguido, por ofrecer, desde postulados independientes, calidad no reñida con el éxito, aunque sí con el best seller  que solo busca ventas masivas.

   Así en la colección “Panorama de narrativas”, cada vez más cercana a los mil títulos, Anagrama nos brinda tres títulos: Consumidos de David Cronenberg, Eres como eres de Melania G. Mazzucco y La lucecita de Antonio Moresco. En “Narrativas hispánicas”, otros tres títulos: París- Austerlitz de Rafael Chirbes, El día de Watusi de Francisco Casavella y Érase una vez el fin de Pablo Rivero. La colección “Otra vuelta de tuerca” nos permite recuperar la quinta novela de Jean Echenoz, Lago. Y en “Argumentos” podemos leer Salvar los medios de comunicación de Julia Cagé. Finalmente en “Compactos”, la colección de bolsillo de Anagrama, una amplia variedad de títulos: Canadáde Richard Ford, La muerte del padre de Karl Ove Knausgard, La vida sexual de Catherine Millet de Catherine Millet,  13,99 euros de Frédéric Beigbeder; El sabotaje amoroso de Amélie Nothomb, Bonsai y la vida privada de los árbolesde Alejandro Zambra. Y dos nuevos títulos en la Biblioteca Patricia Highsmith: La máscara de Ripley y El temblor de la falsificación.

   Entre esos libros que amalgaman éxito y calidad, se encuentran estos tres títulos que he recibido estos días, y de los que ofrezco una somera información, basada fundamentalmente en las respectivas presentaciones editoriales. En su momento, tras una lectura, a la vez gozosa y reposada, ofreceré el comentario crítico.



La lucecita

Antonio Moresco

Traducción de Francisco J. Ramos Mena

Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 170 páginas

   

   “El narrador y protagonista de este relato vive solo en una casa situada en un remoto pueblo deshabitado, y está dispuesto, según nos confiesa desde la primera frase, a desaparecer. Durante su espera, sólo una lucecita que se enciende cada noche, en algún lugar del lado opuesto del valle, perturba su tranquilidad. Para resolver ese misterio tendrá que romper su aislamiento y recorrer una vegetación espesa y hostil, poblada por animales salvajes. Al llegar al origen de la luz, se encuentra con un niño que parece salido de otra época, incluso de otro planeta. Los encuentros entre el adulto y el niño supondrán la culminación de una búsqueda que habrá llevado al protagonista a plantearse (y a plantearnos también, de la mano de la literatura) el sentido de la existencia, el profundo misterio del universo. Estamos ante una novela breve pero de gran intensidad, que nace de la zona más oscura de nuestro dolor de seres vivos, de esa «caja negra» que cada uno de nosotros lleva en su interior. Desarrollada con un estilo poético que bebe de la trágica visión de la naturaleza leopardiana, con ecos del universo kafkiano en algunos episodios, y que se desborda en un desenlace que está a la altura del mejor Rulfo, la novela de Moresco (Premio Castiglioncello 2013) representa una inmejorable oportunidad para acercarse a un escritor que día a día ha ido haciéndose un lugar en la primera línea del panorama de la novela italiana de nuestro siglo.

   «El bosque descrito (y la propia novela) es en definitiva un lugar de paso entre la vida y la muerte, entre civilización y barbarie, entre infancia y edad adulta, tiempo presente y pasado, sueño y vigilia. Se atraviesan inconscientemente esas fronteras que no están marcadas, a través de una geografía exuberante como un viejo grabado de ruinas, ambigua como una anamorfosis. Página tras página, el pequeño apólogo novelesco se transforma en una ghost-story crepuscular, en la que ya no se distingue a los muertos de los vivos» (Claudio Morandini,La Revue littéraire).”



París-Austerlitz

Rafael Chirbes

Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 153 páginas



   Anagrama, tal como lo había prometido tras el fallecimiento de uno de los mejores escritores españoles contemporáneo, nos brinda las últimas páginas que escribió Rafael Chirbes.

   “El narrador de esta historia, un joven pintor madrileño de familia acomodada y afiliado al Partido Comunista, rememora, a modo de urgente confesión que posiblemente se deba a sí mismo, y en la que a ratos parece justificarse, los pasos que le han llevado al último trayecto de su relación con Michel. Michel, el hombre maduro, de cincuenta y tantos, obrero especializado, con la solidez de un cuerpo de campesino normando; el hombre que lo acogió en su casa, en su cama, en su vida cuando el joven pintor se quedó sin techo en París; Michel, cuya entrega sin fisuras le devolvió el orgullo y lo libró del desamparo, hoy agoniza en el hospital de Saint-Louis, atrapado por la plaga, la enfermedad temida y vergonzante. En el principio fueron los días felices, los paseos por las calles de París, las copas en el café-tabac mientras duraba el sueldo, el alcohol y el deseo, el placer de amarse sin más ambición que la de saberse amados. Pero, pronto, los lienzos arrinconados en el modesto apartamento de Michel le señalan al joven que sus aspiraciones están muy lejos de esa habitación sin luz, de una relación de patio trasero que comienza a quebrarse a la vez que se acentúan los efectos de las procedencias desiguales, las diferencias de clase, de edad y de formación, pese a la firme convicción de Michel de anteponer a todo un amor indestructible y eterno... aunque también posesivo y asfixiante.

   Rafael Chirbes dio por terminada Paris-Austerlitzen mayo de 2015, meses antes de su fallecimiento, tras veinte años de escritura abandonada y retomada intermitentemente. A ese riguroso y exigente empeño debemos una historia que indaga en las razones del corazón, tan espurias en ocasiones como irrenunciables, sin asumir como cierta la naturaleza consoladora del amor o su fuerza redentora, enfrentándose con valentía a la posibilidad de que, aunque nos pese, el amor no lo venza todo.”



Lago

Jean Echenoz

Traducción de Josep Escué

Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 181 páginas



   “Galardonada con el Premio Europa de Literatura, Lago (1989), la cuarta obra de Jean Echenoz, es una diabólica novela de espionaje que al mismo tiempo puede leerse como una sutilísima parodia del género. Franck Chopin, de profesión entomólogo y agente secreto a tiempo parcial, reparte sus intereses entre el estudio de las moscas y las mujeres de su vida. Entre éstas ocupa un sitio privilegiado la bella y enigmática Susy Clair, cuyo esposo Oswald, diplomático francés, desapareció misteriosamente seis años atrás sin que el caso llegara a resolverse. Vital Veber, alto dignatario extranjero que acaba de llegar a Francia, se aloja en el suntuoso Parc Palace du Lac, protegido por dos gorilas infranqueables: la pulposa Perla Pommeck y el brutal Rodion Rathenau. El coronel Seck, superior jerárquico de Chopin, le encomienda la vigilancia de Veber, sospechoso de infamias sin cuento. Seck tiene en alta estima el desempeño de Chopin, cuya especialidad consiste en colocar minúsculos micrófonos en sus moscas para así escuchar las conversaciones de los sujetos vigilados. El miope y flemático Chopin se instala, pues, con sus artilugios en el Palace, donde los diversos hilos de la trama se atan y desatan vertiginosamente. En resumen, una novela tan trepidante como divertida, poblada por una galería de personajes sorprendentes, que atrapa al lector en una trama seductora, sutilmente entretejida y magistralmente resuelta.

   «Lagoes el arte de la frontera, de la ambigüedad, de lo real y lo fantástico, de la tragedia y del absurdo. También de una distancia que el novelista conquista gracias al humor. Las dulces violencias de Jean Echenoz con la lengua y la gramática son actos de amor, signos vitales de esas pequeñas revoluciones que conforman la gran literatura» (Michèle Gazier).”



Francisco Martínez Bouzas


MÁS ALLÁ DEL TABÚ DEL INCESTO

$
0
0


entre culebras y extraños
Celso Castro
Ediciones Destino, Barcelona, 2015, 154 páginas

  Con un rechazo absoluto de las mayúsculas, que prosigue en esta novela, se inició Celso Castro (A Coruña, 1957) en la escritura. Su primera novela, de las cornisas la publicó en 1995 con el heterónimo “m. de verganza”. Le siguieron dos noches (2001), el cerco de Beatrice (2007), el afinador dehabitaciones (2010), y astillas(2011). Cabe preguntarse el porqué de ese no uso de las mayúsculas: ¿esnobismo? ¿una forma de llamar la atención? La respuesta esmuy simple: los orígenes literarios de Celso Castro están anclados en la poesía, y desde el principio se decantó por el verso limpio, exento de la relevancia de la mayúscula como letra primigenia. Esa misma desnudez la persigue Celso Castro en la prosa. En cualquier caso, a un lado deben quedar peculiaridades ortográficas, e incluso gramaticales, si detrás de ellas se asienta y consolida una buena trama.
   La última propuesta literaria del escritor coruñés es un libro de lamentos juveniles. El protagonista es un adolescente enfermizo, compulsivo lector de ciertos filósofos con propuestas pesimistas (Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche), tempranamente huérfano de padre de cuya herencia genética y educacional intenta desprenderse, y con una madre sobreprotectora que se siente descolocada en la nueva situación, una hermana problemática y un grupo de amigos que, tanto en sus intereses como en su praxis son su antítesis. Su único punto de apoyo es su nova, con la que mantiene una relación discontinua, ambigua, aunque muy apasionada. Hechos más o menos triviales, pero la forma de afrontarlos en la narración va mucho más allá de su cotidianeidad. Es así como esa forma de narrar de Celso Castro transforma en novela, un relato en el que un narrador, cuyo nombre se nos omite, le refiere a un receptor igualmente anónimo, su lesiva experiencia del fallecimiento del padre y su relación amorosa. Algo más, pues, que la fría relación de acontecimientos, porque todo está condicionado por un secreto, por el tabú del amor prohibido.
   La vida del protagonista se apoya exclusivamente en sus lecturas filosóficas y en el amor de Sofía -se siente irremediablemente Sofía-, amiga desde la infancia. Pero es uno de esos amores que finalmente producen dolor por lo que se nos revela  hacia la mitad de la novela, vínculos de sangre que suscitan el rechazo social. Mas este amor será el hilo conductor de la novela. Lo que hará inútil luchar contra lo prohibido. El amor, y así concluye la novela, lo vivifica todo, endiosa a los amantes, diluye las perversiones.
   Celso Castro ha escrito una notable novela de iniciación, un atormentado aprendizaje vital entre el amor y la muerte, con un personaje angustiado que goza con sus angustias que argumenta con aforismo como el kierkegaardiano , “la perfección de un hombre se mide por la profundidad de su angustia”. Pero, un personaje que cree intensamente en el amor más allá de lo que socialmente es considerado perverso.
   Una novela tejida con intensidad, tanto temática como estilística, rompiendo seguramente los moldes canónicos. En la arquitectura canónica de la novela, el clímax se suele situar en el desenlace, pero aquí lo hallamos en la mitad de la narración, cuando recibimos la bofetada de esa relación consanguínea que hace socialmente inaceptable el amor del atormentado protagonista y la mujer a la que ama. El autor confiesa que así le ha surgido, que lo ha hecho sin planificación, que lo que él llama “la línea emocional” une y da sentido a todo lo que pasa. Y ciertamente el relato que sigue a la revelación de ese secreto inconfesable, tira igualmente del lector.
   En resumen, un texto erguido en forma de monodiálogo, en el que un narrador dirige su escritura a un receptor innominado; que amalgama escenas de duro realismo con otras teñidas por un fuerte lirismo, presente en la mayoría de los párrafos, que nos acercan al hechizo y a la fascinación de la poesía, sin bien sin sobrepasarla, para tematizar ficcionalmente ese amor ciego ante el tabú del incesto, la puerta giratoria, según Levi Strauss entre naturaleza y cultura.

Francisco Martínez Bouzas
                                                      
Celso Castro
 Fragmentos

“vino sofía. apareció sonriente en el marco de la ventana, con el pelo todavía húmedo, que acababa de ducharse, y vino y nos amamos con una intensidad…y digo amamos, porque es la única palabra adecuada, y…eso, que nos amamos con un intensidad que si nos ve schopenhauer, nos mata -¡ILLICO POST COITUM CACHINNUS AUDITOR DIABOLI!- que es lo que acostumbraba decir, y que traducido significa, aproximadamente ¿eh? que justo al terminar de…el coito, se oye la risa del diablo. y que no debemos encaminar nuestro deseo a una sola mujer, que las promesas de amor pronto devienen rudos eslabones que nos encadenan firmemente al desengaño, y tiene razón. y sin embargo, hace unos días que vengo meditando sobre esto, y aun reconociendo esa terrible verdad, he llegado a la conclusión de que estamos condenados a la vida, a esa voluntad ciega, y no hay más. y si hay más, tampoco es tanta cosa.”

…..

“nos quitamos los zapatos y besos y más besos y nos abrazamos fuerte, y yo estaba excitadísimo, porque además…la quería tanto y había esperado tanto ese momento, ese sueño que…le metí la mano por dentro del pantalón y la acaricié…el clítoris, y…empieza -¡no, no..!- y que se lo había prometido, que no íbamos a hacer nada, y a sollozar -¡me lo prometiste! ¡me lo prometiste!- y que no podíamos -¡no podemos!- y reconozco que enloquecía, lo reconozco, que ya lo decían los presocráticos, anaximandro, por ejemplo, que un hombre necesita desahogar sus sentimientos en la mujer que ama, y que es una crueldad no permitírselo. y claro, quise bajarle el pantalón, forcejeamos, y Sofía -¡no, no podemos!- y me pegaba, me arañaba, y yo le di una bofetada, y ella a mí un manotazo en la nariz y -¡soy tu…- y de repente fue como si me sumergiesen en el líquido más espeso y más rancio y caliente y pegajoso, en un enorme grumo de viscosidad apagada, envuelto ahí, arrollado en ese zumbido de sienes y oídos, una gota oscura en su cuello, y otra, otra más, era sangre, me goteaba la nariz -…hermana! –me levanté, cogí del escritorio un pañuelo de papel, me apreté la nariz…”

…..

“-¿te acuerdas de lo que me dijiste, que era tan limpia como un abismo?
-sí…
-¿sigues pensando lo mismo?
¿siempre pensaré eso de ti…
-muy bien…¿quieres que te enseñe algo?
-¿el qué?
¿quieres o no?
-vale…
-aún no me lo ha visto nadie ¿eh? Ni mi madre…- se levantó la camiseta, y…se había horadado el pezón izquierdo con una barrita de metal dorado que tenía dos bolitas en los extremos -me lo hice en Inglaterra ¿te gusta?
-sí…le acaricié el pecho y la besé, nos besamos de verdad decididamente. después se abrazó a mí y me preguntó qué íbamos a hacer -¿qué vamos a hacer?
-no lo sé… -porque todo se había desmoronado, todo era arrastrado lejos, entre el moscardeo fúnebre y apático de la carretera general, y el canto desinteresado de algunos pájaros, y esa mujer que informaba de una muerte, la muerte de otros, la muerte que muere cada día en los demás, que mata cada día, invariablemente aburrida, indiferente -no lo sé, sofía…pero yo me voy a escapar…
-¿adónde?
-aquí…aquí dentro… - y le enseñé el adorno de su pecho, y sofía me sonrió y dijo sí, es lo único que dijo -sí…- después nos cogimos de la mano, y dimos dos o tres vueltas por el aparcamiento, muy despacio y en silencio y sin ver más allá de nosotros, sólo sintiendo cómo el sol de la primera tarde reposaba en nuestra piel abierta, sólo sintiéndonos antes de entrar al tanatorio.”

(Celso Castro, entre culebras y extraños, páginas 35, 71-72, 153-154)

UNA SINFONÍA RABIOSA EN UNA CUBA CAÓTICA

$
0
0


Fabián y el caos

Pedro Juan Gutiérrez

Editorial Anagrama, Barcelona, 2015, 235 páginas



  Retorna a la narrativa el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950), conocido como el Bukowski caribeño, aunque él confiesa que nada tiene del excéntrico escritor norteamericano, nacido en Alemania.  Celebrado sobre todo por su Trilogía sucia de La Habana. Le debemos al escritor cubano una escritura frenética, descarnada, con varias válvulas de escape, el alcohol y el sexo entre ellas, y de las que habla sin eufemismos ni tapujos. Una constante que se repite en esta novela con relación a la política y a la situación social cubana, no a esa La Habana que se cae a pedazos, sino a la homofobia revolucionaria en la ciudad de Matanzas. Pedro Juan Gutiérrez es el creador de una suerte de antihéroe de los bajos fondos, su homónimo Pedro Juan, un corrosivo hedonista que a veces destila gotas de romanticismo.

   Y regresa el escritor matancero con una historia que amalgama ficción y hechos reales, y cimentada fundamentalmente en dos vidas paralelas, dos personajes: el Pedro Juan, fiel protagonista de buena parte de las novelas del escritor y Fabián, hijo tardío de un matrimonio español emigrado a la Isla en los años 20 del pasado siglo. Dos personajes antitéticos aunque sometidos igualmente a tensiones. Uno es Pedro Juan, atlético, rebelde, vividor hedonista, compulsivamente aficionado al sexo. El otro es el Fabián del título: un chico enclenque, temeroso, aficionado a la música y homosexual. Su gran pasión: interpretar a Wagner en el piano. Ambos personajes son amigos o conocidos desde la infancia y representan las dos formas contrapuestas de vivir la Cuba revolucionaria. La novela es el fiel testimonio de un tortuoso y precoz desmoronamiento de un joven y talentoso músico cubano que ve truncada su vocación en la Cuba castrista debido a que sus inclinaciones sexuales no se ajustan a las consignas del régimen.

   Es Fabián, aunque la novela no se inicia con su presentación o con el relato de sus peripecias, sino con las de sus ancestros: sus abuelos y sobre todo sus padres, tanto en España como en  Cuba a donde habían emigrado en los años 20. La pareja progenitora es una copia difícilmente superable de la candidez (ella) y de la picardía y afán ahorrativo (él). El hijo, concebido por un error de cálculo del padre y por la ingenuidad de la madre. Así nació Fabián, después de haber escuchado machaconamente en su vida fetal la vacilante música de piano interpretada por la madre. En la familia todo marcha sobre ruedas hasta que la vorágine de la Revolución se tragó la tienda del padre y sus ahorros. Es el año 1961. Con un párrafo rotundo, sin concesiones, resume el escritor lo acontecido: “En ese momento todos los cubanos, seis millones de personas, quedaron igualados por lo bajo (…) En un instante dejaron de existir la clase alta, la media y la baja (…) Ahora todos eran  pobres de verdad” (página 51.

   En la siguiente secuencia, escuchamos la voz de Pedro Juan, en pleno inicio de una juventud que segrega mucha testosterona, y camina por senderos tortuosos, con un proyecto de vida consistente en vivir con intensidad y desorden total. La narración dibuja con fuerza, casi con furia, la vitalidad hedonista de este personaje: el placer de la desobediencia de un jodedor caótico, como se autodefine. El personaje nos cuenta su vida y sus peripecias para evitar ser un robot en un país donde todo comienza a estar prohibido, donde  la expresión “desviación ideológica” se pone de moda. Y en su devenir, nos encontramos con su asistencia a la escuela secundaria, su relación con Fabián, tan flaquito que parecía un microbio y al que “se le veía por arriba de la ropa que era maricón” (página 74). El descubrimiento del sexo con Regina sin las barreras de los traumas de la virginidad, con una esclavitud de lujuria desesperada. Después, con incontables mujeres. Un diablo lujurioso  implacable que se acerca a las hembras para templar, y punto.

   En la tercera parte la narración regresa a Fabián: el choque con su padre, su obsesión por el piano, los encuentros homosexuales en secreto. Pero será parametrado de forma negativa para la cultura, debido a sus gustos sexuales, y enviado a trabajar a una fábrica de carne enlatada, donde se reencuentra con Pedro Juan. La fábrica es un lugar caótico, verdadero microcosmos de lo que fue la Revolución en aquellos años: confusión, caos, crispación generalizada. Y en esa Cuba caótica, la vida les reservará destinos dispares a ambos protagonistas. Mas ambos encarnan la fisonomía humana y social de un país convulsionado y que Pedro Juan Gutiérrez retrata, no desde el exilio de Miami, sino desde dentro, sin ocultar nada, honestamente. Explorando y visibilizando la disidencia pulsional, la marginación social y las torturas psicológicas que sufrieron los homosexuales, víctimas de la homofobia revolucionaria imperante en Cuba desde los años setenta hasta principios de los ochenta.

   El escritor, sin citar nombres, nos transmite una corrosiva carga crítica de la política cubana y de los entresijos de la Cuba real de aquellos años: “una obra de teatro del absurdo”, repleta de miserables oportunistas con unos comportamientos ajenos al comunismo descrito por los libros. Nos sentimos aturdidos con una escritura frecuentemente brutal, como cuando relata las escenas, reproducida en el último fragmento, en las que los cerdos  son sacrificados de una forma horrorosamente sádica. En definitiva, un estilo de prosa feroz que parece haber bebido de esa música furiosa que Fabián aporrea en el piano poco antes del desenlace. Una sinfonía rabiosa en una Cuba caótica.



Francisco Martínez Bouzas


Pedro Juan Gutiérrez

 Fragmentos



“Ahora Veneno era un tigre. Nos pusimos de moda. La vida era un juego sensual y agradable para nosotros. No tenía tiempo para los sellos ni para la lectura. Seguía visitando el cine, sobre todo los fines de semana. Pero ahora siempre iba acompañado por alguna noviecita. Para besarnos y calentar. Me hacían una paja. Era normal, no había que rogarles, se daba por sentado. Ellas no se dejaban tocar más que las téticas. Abajo ni pensarlo. Todas eran vírgenes. Y todas guardaban la virginidad para la noche de bodas. Y todas se tomaban aquello en serio. Todas, sin excepción, querían noviar unos años, con seriedad, con permiso de los padres, y al fin casarnos cuando tuviéramos diecinueve o veinte años. ¡Todas! Qué trauma con las bodas y el matrimonio y los bebés y el aburrimiento. Carencia de imaginación y de sentido del humor. Carencia de todo. La conspiración de las vírgenes astutas. Bueno, para ser justos, tenían que ser astutas. Si perdían la virginidad les iba a ser muy difícil conseguir un hombre que se casara con ellas. Era algo cavernícola pero real.”



…..



“Un policía que estaba sentado por allí dijo en voz alta:

-¿Son los maricones que cogieron en la playa? Si yo fuera juez les meto veinte años por lo menos. Uhhh, como no. Veinte años. En Agüica trabajando al sol para que se hagan hombres. O se hacen hombres o se mueren.”



…..





“Me enviaron a la construcción de una enorme fábrica de carne enlatada, junto al mar, en las afueras de Matanzas. En esa época no se andaban por las ramas. O trabajabas o te detenían por «lacra social» o algo así y te mandaban para las UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la producción. A trabajar como un burro. Estabas preso pero al mismo tiempo estabas en un limbo legal, porque no te habían hecho un juicio. No había acusación ni condena. Si eras vago, maricón o religioso, te encerraban allí para que te rehabilitaras a través del trabajo. Trabajo y clases de marxismo durante unos cuantos años. Hasta que firmaras un papel asegurando que ya habías cambiado y por tanto no serías de nuevo vago. O maricón o religioso, según por lo que te hubieran encerrado. Parece un poco ingenuo, pero era así.”



…..



“Cada día mataban cientos de cerdos. No sé cuántos. Los traían en camiones desde las granjas y los metían en unos corrales enormes. Por la mañana temprano los hacían pasar en grupos de diez a un corral más pequeño, al fondo de la nave principal. Entonces un tipo agarraba un trozo de cabilla de acero, bien gruesa, se metía dentro del corral, y asestaba un solo golpe brutal en el cráneo del cerdo que estuviera más cerca. Al animal le brotaba la masa encefálica gelatinosa y una cantidad enorme de sangre por aquella herida, metía un berrido horrible y caía al piso temblando, con los estertores de la muerte. ¡Pánico! Los cerdos restantes se aterraban. Reculaban hacia el fondo del corral, se encaramaban chillando unos sobre otros. Y se cagaban y meaban de miedo. Era todo un espectáculo. Sadismo puro. Se les salía toda la mierda y se cagaban unos encima de los otros, chillando sin parar. El verdugo ahora debía cuidarse porque los animales se defendían adentelladas, furiosos. Y les atacaban. Pero el hombre era hábil y seguía matando rápido, uno tras otro. Les partía el cráneo de un solo golpe. Era un experto en asesinar cerdos. Los últimos intentaban esconderse detrás de los muertos, cagando y meando más.”



(Pedro Juan Gutiérrez, Fabián y el caos, páginas 81-82, 141, 153, 155)

"REGRESIONES": LA RECUPERACIÓN DE UN TIEMPO QUE NO VOLVERÁ

$
0
0


Regresiones

Vicente Muñoz Álvarez

Ediciones Lupercalia, La Romana (Alacant), 2015, 235 páginas



   Además de editor, Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966), es un incansable cultivador de la entera gama genérica: poesía, narrativa corta y larga, ensayo. Un escritor esponja o todoterreno, como se considera él mismo. El pasado año publicó la “novela” de los años 70, 80 y 90 de la capital leonesa, en la que, con indudable acierto, amalgama su propia biografía y el retrato de su generación, reflejados en el trasfondo, para la mayoría de los lectores poco conocido,  de una ciudad: León. Un libro que era una deuda pendiente con su propia conciencia literaria, escrito desde una distancia temporal suficiente, que le otorga al escritor la necesaria perspectiva para valorar con criterio ajustado y al mismo tiempo relativista, los acontecimientos de aquellos años en la ciudad vivida, gozada o padecida, que de todo hay en cualquiera experiencia vital.

   El libro es lo que dice el título: regresiones a los espacios de la infancia y de la juventud, sobre todo. Memorias de un superviviente en una ciudad gris, hecha color gracias a los comics, las viejas arquitecturas, los cromos y las teleseries, como se ha escrito.

   Regresionesno es narrativa fácil de encasillar. Algo así como un híbrido entre novela y libro de memorias. Crónica de vivencias reales y sentimentales en la ciudad de uno: León, la de Vicente Muñoz Álvarez. Una crónica que echa a andar extrañamente con el primer contacto con la muerte, en una tarde-noche invernal, a la edad de cuatro o cinco años, con una terrible sensación de náusea y desconsuelo, tras escuchar de sus padres qué era morir. A continuación, una medida sucesión de secuencias vivenciales en las que el escritor recupera su infancia, vivida y soportada con inocencia infantil durante la dictadura: los sabores de las manzanas de caramelo de los años 70; los juguetes que desarrollarían sus tendencias ensoñadoras; el intercambio de cromos al pie de la Casa Botines, el palacio mítico y tenebroso donde se instalan los abuelos, y que retorna con frecuencia en estas regresiones; la particular Casa Usher del niño al lado del siniestro cine Mari, siempre presente en las pesadillas del escritor y germen de la afición por la literatura y cine de terror; la deuda pendiente con el colegio de los Agustinos y su terrible dinámica educacional; las series de televisión, partes entrañables de una educación sentimental; la fascinación por Cría cuervos, la película de Saura que “me traslada empáticamente a otro mundo y tiempo, una infancia/adolescencia de penumbra imprecisa” (página 51), con el tristísimo tema de Jeanette Por qué te vas, que se instalará para siempre en su corazón; los terrores difícilmente asimilables en la infancia, como los que le generó la casona de la descuartizadora del Portillo.

   Las recuperaciones de la “fiesta” de la Transición, para los adolescentes de entonces con el desmadre del punk, el destape, el cine alternativo, el underground… y la  Pura Vida (Movida). Y los ojos del adolescente que navegan todavía por un maravilloso mundo poblado de tritones, salamandras, monos marinos…E incontables héroes y superhéroes que, más que ninguna otra cosa, serán lo que deje en el cerebro adolescente la llamada Transición. También la lluvia de aquellos días percibida desde la penumbra de las aulas y pasillos del colegio frailuno, “metáfora del tedio infinito”; los festivales de Eurovisión, “sangre para la máquina de la dictadura, nueva carne para la de la Transición” (página 83); aquellos primeros latidos de cine erótico y pornográfico que disipaban la libido de la pandilla de adolescentes; las revistas que rulaban cargadas de lujuria por las manos adolescentes; el inicio cabrón en la vida adulta.

   Y con los 80, la explosión de la Movida que en León comenzó con los Cardiacos. Y acto seguido llegarían en tromba incontables grupos que atruenan la noche leonesa e imponen los acordes de la iniciación musical del autor; el enganche a la lectura con H. P. Lovecraft y el inicio de la escritura de los primeros relatos también bajo el influjo del gran innovador del relato de terror.

   Y así, regresión tras regresión, Vicente Muñoz Álvarez, desocupa el baúl de sus recuerdos y visibiliza, para todos aquellos que nos acercamos a las páginas de este libro, lo que fue su despertar a la vida, su educación, también la sentimental y, en el último capítulo, “Días extraños, lo que sería una apuesta suicida por la literatura. En una Coda final veinte escritores y músicos de la generación del escritor nos ofrecen su testimonio de lo vivido y de lo compartido.

   Un libro pues de recuperación del tiempo ido, de “los tiempos maravillosos y lejanos que (salvo en mis regresiones) no volverán” (página 33). Escrito con tonalidad nostálgica, aunque al autor no le guste ese estado de ánimo escritural, pero sobre todo con mirada lúcida, evocadora, en un plausible ajuste de cuentas con los héroes y mitos personales del escritor, desde un tiempo que emerge de la dictadura, pero que muy pronto se transforma en un espacio mucho más abierto, libertario y creativo que el actual.

   Libro eminentemente leonés, escrito con un estilo de prosa intenso, a veces furioso, esponjoso y dilatado siempre, y que, no obstante su localismo, no desagrada a aquellos lectores capaces de disfrutar con las recuperaciones vivenciales, escritas desde una cruda honestidad. Porque todos o casi todos nos hemos iniciado a la vida padeciendo y gozando de las mismas caricias y de similares cicatrices.



Francisco Martínez Bouzas

                                                     
Vicente Muñoz Álvarez



Fragmentos





PP. AGUSTINOS

(My generation)



“aquella fortaleza inmensa de ladrillo rojo…con ella más que con ninguna otra estampa o visión infantil tengo una deuda pendiente…el ying y el yang, el aprendizaje y la duda, lo austero y lo sórdido, lo mágico y crepuscular, la caspa y el cielo…comenzando por un recuerdo insignificante, aunque para mí imperecedero: la pólvora: aquella arenisca pardusca que recogíamos cuidadosamente de entre las junturas de los ladrillos de la fachada, mezclada con telas de araña y saber qué otros residuos, pólvora, la llamábamos, que atesorábamos para cargar nuestras pistolas imaginarias, primeros ensayos de ensoñación…para seguir por aquellos inmensos y tenebrosos pasillos que conducían a las aulas, el eco distorsionado de nuestros pasos en la penumbra, el latido acelerado de nuestro corazón, y el laboratorio de fósiles e insectos empalados y cabezas reducidas de jíbaro y animales disecados y minerales y microscopios, mi lugar de ensueño favorito, y la enfermera y la enfermería y las dolorosas vacunas en el brazo y el gimnasio y los curas, adustos, siniestros, sombríos, enfundados en sus túnicas negras, con aquellas correas de cuero con las que nos fustigaban a la menor ocasión, grises y contenidos, macilentos y reprimidos, irascibles y abrasados por qué sé yo qué fuego interior.”



…..





CUANDO ÉRAMOS REYES

(Brillaba la Perla)



“más que nunca huelo estos días a carne quemada, los 80 más que nunca renacen en mí, lo siento, compis de los 90, sé que estáis hartos de oírlo, pero hubo allí algo muy grande que os perdisteis y fue lo mejor que se ha vivido en este país, a saber qué, porque ni siquiera nosotros, los supervivientes de entonces, lo teníamos muy claro, qué pasó en la Transición, justo después de que el Innombrable muriera, cómo y cuándo comenzó la fiesta y por qué aquella eclosión de fanzines y grupos (un reciclaje castizo de lo que nos venía de fuera: punkis, chulapos, flamencos progresivos y psicotrópicos a mansalva), qué sé yo, pero aquello fue una fiesta sí que lo tengo claro, cuando éramos reyes, todos a nuestra santa bola, sin más careta que nuestra propia piel…recuerdo luego, durante mucho tiempo, cómo renegué de aquella movida, grupos americanos, australianos, franceses, ingleses, cómo me parecía un pastiche todo lo nuestro, pero lo cierto es que reviso ahora aquellos temas (o mejor dicho: vuelven ellos a mí) y me erizan como escarpias los pelos al recordar todo aquello…”



…..



BOYS BOYS BOYS

(Pezón furtivo)



“pocas cosas hicieron vibrar tanto la España de los 80 (al margen del 23 F) como los pechos de Sabrina Salerno en la Noche Vieja de 1987, aquella horterísima canción, Boys, aquel diminuto pantalón ajustado…repitieron el vídeo en los medios hasta la saciedad (incluso a cámara lenta), un pezón furtivo y un instante de éxtasis y arrebato para todos los españolitos de a pie, y de indignación para todas las madres y esposas de este beato país…veintiún años tenía yo entonces y recuerdo aquella canción como un acontecimiento nacional que dividió a media España, millones de hombres babeando frente  a la pantalla del televisor con los ojos como platos y millones de mujeres echando espumarajos y pestes por la boca, hasta el punto de generar casi una guerra civil (sin Tejero de por medio) entre ambos sexos…cuántas discusiones y peleas originó aquel dichoso vídeo, cuántas fantasías y exorcismos, yo fui testigo de unos cuantos, todo por un pezón rebelde escapándose de un corpiño ajustado (cuando había pasado ya el boom del destape setentero y los videoclubs rebosaban de películas X y los quioscos de revistas pornográficas de todo género y tipo)…”



(Vicente Muñoz Álvarez, Regresiones, páginas 42, 123, 141)

"A LA SOMBRA DEL GRANADO": DESGARRAMIENTO DE LOS MUSULMANES EN GRANADA

$
0
0


A la sombra del granado
Tariq Ali
Traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez
Alianza Editorial, Madrid, 2015, 378 páginas

  A la sombra del granado es el primer volumen del Quinteto del Islamque el narrador y ensayista paquistaní Tariq Ali (Lahore, 1943) decidió escribir sobre las relaciones en Europa entre la cristiandad y la civilización islámica, cuando durante la primera Guerra del Golfo escuchó en una televisión occidental la afirmación de que los árabes eran un pueblo sin política. Consciente de que no era verdad y a pesar de su ateísmo, intentó buscar respuestas definitivas que piensa que hallaría, no en los países árabes, sino en Europa. Su búsqueda se inicia en España, un país plagado de grandes monumentos islámicos y de restos de una cultura que sobrevivió a pesar de la destrucción sistemática que de la misma se hizo a los pocos años de finalizar la Reconquista. Tariq Ali pretende poner de manifiesto con esta novela dos hechos incontestables: en primer lugar la excepcional contribución al saber y a la cultura en todas sus ramas de los árabes en España. Y, en segundo, la destrucción de la misma por la intolerancia de los vencedores cristianos, vulnerando los acuerdos solemnemente firmados que garantizaban la tolerancia hacia la religión  musulmana y judía.
   La novela que ahora reedita Alianza Editorial, traslada al lector a Granada, en el año 1499, apenas siete años después de las Capitulaciones para la entrega de la ciudad al ejército isabelino. Y en esa Granada y en el pueblo de al-Hudayl, situado posiblemente en la Sierra de Albarracín, Tariq Ali nos presenta la crónica de un desgarramiento de los musulmanes que permanecieron en sus tierras, tras la conquista, conservando su cultura y su religión y a los que las pragmáticas de conversión forzosa al cristianismo, promulgadas por la reina Isabel, a instancias del cardenal Cisneros, llevará a la diáspora, a la simulación y ocultamiento de su fe o directamente a la muerte. Bajo la férrea voluntad del arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros, disconforme con la mano blanda del capitán general, el conde de Tendilla, y del primer arzobispo, Fray Hernando de  Talavera, se inicia una campaña de dura represión que no deja alternativas: la huida o la conversión forzosa.
   El libro, como preanuncio de lo que más tarde ocurrirá, se abre con relato de la ominosa noche en la que una barricada de libros y manuscritos requisados en las bibliotecas de los nobles granadinos y que custodiaban ocho siglos de cultura, arden bajo las órdenes de Cisneros. Muy pronto los musulmanes granadinos verán prohibidas sus usos, costumbres, su música e incluso su lengua a pesar de haber sido garantizados en las Capitulaciones de la entrega de la ciudad. Cisneros, instrumento de la reina Isabel ejerce un poder absoluto que no se limita a los asuntos espirituales. Él será la personificación de la intransigencia religiosa como arma política.
   La novela está narrada desde la perspectiva de una familia musulmana asentada en al-Hudayl y en la que se entrecruza la historia de varias generaciones. A través del relato de su historia y vicisitudes familiares, se nos permite acercarnos a los esplendores de una civilización muy avanzada y a la convivencia de siglos de culturas y religiones. Mas llegan los días decisivos en los que la siniestra figura del cardenal Cisneros, “el cura de Satanás” para los árabes granadinos, y las hogueras inquisitoriales se abaten de forma implacable sobre los musulmanes granadinos y sus vidas, sumidos en la indecisión de huir o quedar y, en este caso, convertirse o luchar para defender sus propia identidad religiosa y cultural, incluso con el precio de sus vidas. Un baño de sangre y una feroz destrucción arrasa sus vidas e incluso el jardín donde crece un granado, testimonio simbólico de la historia de una familia, con sus amores, pasiones, conflictos, dolores y de la destrucción de una valiosa civilización.
   Una tonalidad apesumbrada, reflejo de lo que se nos cuenta, un ritmo pausado, muchas veces demasiado premioso y  detallista, especialmente cuando se relatan de la historia familiar de los Banu Hudayl, un diseño potente de los personajes femeninos, pilares fundamentales de la historia, configuran la escritura da Tariq Ali en este primer volumen de sus Quinteto del Islam, reconstrucción de una saga familiar y de sus desgarramiento debido a uno de los mayores actos de bárbara injusticia cometidos por reyes, nobles, monjes y seglares, sedientos de sangre y de las riquezas de las familias musulmanas.
   No se ha librado de la polémica el epílogo de la novela en el que Tariq Ali proyecta su ficción veinte años después y nos presente a uno de los hipotéticos exterminadores de al-Hudayl, un joven capitán pelirrojo y barbilampiño, (Hernán Cortés) a las puertas de la ciudad construida sobre el agua de Tenochtitlan, regida por Moctezuma, sonriendo ante las riquezas que se presentan delante de sus ojos. Una asociación de dos expolios y genocidios culturales que, con independencia de los datos históricos, el escritor está legitimado a realizar, porque su libro, ficción narrativa, no se rige por las leyes del rigor histórico. Lo que es indiscutible es que la expulsión y la matanza de los musulmanes granadinos fue un bochornoso preámbulo del brutal expolio de las tierras americanas, bajo el pretexto de la conversión a la fe cristiana de los indígenas, pueblos con una civilización avanzada.

Francisco Martínez Bouzas

                                                             
Tariq Ali
           Fragmentos

“Desde detrás de la ventana de una pensión, el centinela más favorecido de la Iglesia de Roma observaba la creciente barricada de libros con satisfacción. Jiménez de Cisneros siempre había pensado que sólo se podría eliminar a los infieles como fuerza si se arrasaba su cultura por completo. Eso implicaba la destrucción sistemática de sus libros. Las tradiciones orales sobrevivían algún tiempo, hasta que la Inquisición se encargara de arrancar aquellas lenguas que delinquiesen. De no haber sido él, alguna otra persona se tendría que haber ocupado de organizar esa necesaria hoguera, alguien que entendiera que había que salvaguardar el futuro por medio de la firmeza y la disciplina, y no el amor y la educación, como no dejaban de proclamar los imbéciles de los dominicos. ¿Qué habrían logrado ellos jamás?”

…..

“Yo también voy a ser franco con vos, arzobispo. Nunca tuvimos problemas serios en este reino hasta que vos llegasteis. No habéis conseguido ganároslos por medio de los razonamientos, y por eso ahora queréis recurrir a los métodos de la Inquisición.
-Unos métodos prácticos, Excelencia, de probada eficacia.
-Sí, de probada eficacia con los católicos con cuyas posesiones queríais haceros, y con los judíos que nunca han gobernado este reino y que compraron su libertad pagando ducados de oro y convirtiéndose a nuestra religión. Esos métodos no servirán aquí. La mayoría de esa gente a la que llamamos moros son nuestra propia gente, iguales que vos y que yo. Han gobernado una gran parte de nuestra península, y lo hicieron sin quemar muchas biblias, ni derribar todas nuestras iglesias, ni prender fuego a sinagogas para construir encima sus mezquitas. No son una anomalía desarraigada. No se les puede eliminar a latigazos. Opondrán resistencia y habrá más derramamiento de sangre, tanto suya como nuestra.”

…..

“Veinte años después, el vencedor de al-Hudayl, ahora en la cúspide de su poder y considerado por todos uno de los dirigentes militares más curtidos del reino católico de España, desembarcó de su buque de guerra en una costa a miles de kilómetros de su tierra natal. Se ató el viejo casco que nunca había dejado de usar, por más que le habían regalado dos de plata de ley. Además, ahora llevaba barba, que por ser pelirroja era objeto de muchas bromas procaces. Sus dos ayudas de campo, ya capitanes también, lo acompañaban en esta misión.
La expedición viajó durante muchas semanas por tierras pantanosas y espesas junglas. Cuando llegaron a su destino, el capitán fue recibido por embajadores del mandatario del lugar, que vestían túnicas de los colores más insospechados. Después de intercambiar obsequios, lo acompañaron al palacio del rey.
La ciudad estaba construida sobre el agua. Ni en sueños se había imaginado el capitán que pudiera ser así. La gente se desplazaba en botes de una parte a otra.
-¿Sabes cómo se llama este lugar tan excepcional? -preguntó a su ayudante para ponerlo a prueba, mientras el bote que los llevaba atracaba en el palacio.
-La ciudad se llama Tenochtitlan, y su rey es Moctezuma.
-Emplearon grandes riquezas para construirla -comentó el capitán.
-Es una nación muy rica, capitán Cortés -contestó el otro.
El capitán sonrió.”

(Tariq Ali, A la sombra del granado, páginas 20, 108-109, 377-378)

"EL SUEÑO DEL REY": MODÉLICA LITERATURA DE VIAJES

$
0
0


El sueño del rey
Viajes y mesianismo en el Renacimiento peninsular
Isabel Soler
Acantilado, Barcelona, 2015, 351 páginas

   Isabel Soler (Barcelona, 1964), profesora de literatura y cultura portuguesas en la Universidad de Barcelona, es una de las más importantes investigadoras y conocedoras no solo de la historia, sino también de la intrahistoria, de las motivaciones, intereses, sueños de aquellos individuos de los siglos XV, XVI y XVII que, desde la Península Ibérica, y especialmente desde Portugal, en auténticas marejadas de demencia, se precipitaron por las sendas marítimas o por los caminos pedestres en búsqueda errante de nuevas rutas oceánicas, de regiones remotas con pueblos perdidos y culturas desconocidas. Quizás la razón última de esas “marejadas de demencia” resida en la condición viajera constitutiva de la esencia humana, como ya anoté en el comentario del libro de Isabel Soler, Derrota de Vasco de Gama. El primer viaje marítimo a la India (2011). En efecto, junto con la irrupción de la sabiduría y el desorden, penetra en aquellos primates de cerebro grande otra ubrisno menos intensa: la necesidad de abrir horizontes, de viajar y de conquistar el mundo. El desarrollo del pensamiento empírico-lógico, el despliegue de múltiples aptitudes intelectuales para la invención, la organización y la creación, y con igual o superior empuje, la capacidad imaginativa hizo concebir a nuestros antepasados,  a los viajantes y marinos renacentistas temerarias quimeras expansivas, conquistadoras o simplemente exploradoras. Todo ello lo ha analizado Isabel Soler en obras como la arriba citada, en El nudo y la esfera (2003) y en Los mares náufragos (2004).
   En este marco general se inscribe ahora este valioso ensayo, El sueño del rey. Viajes y mesianismo en el Renacimiento peninsular. Un análisis, a la vez hábil y profundo de las motivaciones visibles y de aquellas más ocultas de los viajes oceánicos de las naves portuguesas y españolas de a finales del siglo XV y XVI. Viajes en los que aparecen con derecho propio Cristóbal Colón, Vasco de Gama y Fernando de Magallanes, que revolucionaron las bases del mundo antiguo y crearon las del mundo moderno, y en cuyos relatos se produce un “forzados machihembrado entre la imaginación y la verosimilitud” (página 10). Porque la autora lo tiene muy claro en los componentes de esa sutura: al saber le es imprescindible la imaginación. Un binomio, pues, que, según Isabel Soler, es indispensable para comprender cabalmente aquellas fiebres viajeras, cuyos grandes personajes fueron el rey dom Manuel I de Portugal, Cristóbal Colón, Vasco de Gama y Fernando de Magallanes. Todos ellos, “actores trágicos”, marcados por la fatalidad y por la fuerza de lo invencible que les empujaron a emprender viajes reales, pero espoleados por la imaginación.
   Isabel Soler ofrece en este ensayo, no una fría relación de hecho y de viajes, sino una lectura histórica de los mismos. Es decir, pretende descubrir el significado de esas singladuras, o con palabras de la autora en “Éxodo” final, hacer inteligible los motivos que llevaron  a las naves a desplegar sus velas, las necesidades ideológicas, las místicas, el radical juego de poder político, económico y espiritual que las circunstancias históricas obligaron a desarrollar.
  Considero que la autora titula con acierto su libro con el rótulo El sueño del rey, porque estos viajes parten del sueño mesiánico del rey dom Manuel I de Portugal, que no fue otro que la dramatización del poder del rey y, a través de él, del poder de Dios. Los corifeos/héroes de ese sueño fueron los tres navegantes ya mencionado. A este sueño del rey dedica la autora el primer capítulo del libro. Se inicia con el acceso a la corona portuguesa dom Manuel I, el Venturoso, el Afortunado, el Escogido. Don Manuel I que reinará bajo la divisa de la esphera armilar, será el testigo, tras la muerte de Fernando el Católico, del designio profético y del mesianismo dirigido hacia Oriente que inclinará los viajes oceánicos de sus súbditos.
   El ensayo de Isabel Soler pretende así mismo explicar lo que significaba Oriente en la mentalidad renacentista y para las naves que surcaron los océanos: un antiguo  y lejano anhelo, un problema y una utopía, una “otredad” imaginaria y antitética, una entelequia esencialista que el providencialismo y el mesianismo se encargarán de alimentar. Será la corona portuguesa la que intente construir un nuevo puente entre Oriente y Occidente. “Puente sobre aguas turbulentas”, el segundo capítulo de la publicación analiza ese importante papel, centrándose especialmente en la estrategia y en la obsesión manuelinas en el Mediterráneo y especialmente en el lejano Oriente, alimentadas por los viajes de Vasco de Gama y Pedro Álvares Cabral, que significaban una verdadera ampliación del mudo.
   La autora presta así mismo atención a la obra de los cartógrafos portugueses. Y a los enfrentamientos entre las dos monarquías peninsulares con vistas a fijar los límites geográficos de sus áreas de influencia. Finalmente, la última secuencia del libro analiza la circunnavegación del globo por Fernando de Magallanes, una traición a la corona portuguesa, “poco heroica, pero sí transcendentemente política”, fruto del despecho por un injusto maltrato. El apátrida portugués, adelantado y capitán general de la Armada para el descubrimiento de las especerías, hará frente con mano dura a los capitanes españoles traidores, y finalmente capitaneará una expedición que sin recorrer mares reservados a los portugueses por el Tratado de Tordesillas, no solo garantizó el acceso a las especies, sino que, tras la arribada de la nao Victoria a Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522, resquebrajará la vieja imagen de los fines del mundo y afianzará la idea de la redondez de la tierra.
   El libro de Isabel Soler es una crónica fascinante, ampliamente documentada y sin embargo escrita con un estilo claro e inteligible, que aquilata y depura no pocos mitos, al poner de manifiesto los afanes y motivos reales de aquellos desmesurados viajes oceánicos en busca no solo de cristianos, sino de especias y nuevos horizontes para el comercio. Ampliaron, es verdad, la imago mundi, pero para ello se conquistaron a la fuerza territorios, se traicionó, se torturó y se mató. Verdades y realidades siempre en conflicto desde su polifónica realidad, como reconoce la autora en este excelente y modélico libro de literatura de viajes.

Francisco Martínez Bouzas

                                                      
Isabel Soler
Fragmentos

“Desde la ladera del castillo de Lisboa, un eremita franciscano propagaba  la Joaquinita e inminente llegada de una Nueva Era que invertiría el orden social y purificaría la Iglesia. Parece que se acercó al Mestre de Avis para pedirle que, en vez de huir a Inglaterra, resistiera al invasor castellano, porque la victoria estaba asegurada. De la batalla de Aljubarrota ese 14 de agosto de 1385 nacía la dinastía de los Avis, pero el providencialismo portugués, así como la propia realeza lusa, arrancan de mucho más lejos, y ambos parecen verdaderamente incuestionables porque emanan directamente de la voluntad de Dios. Así lo entendía el cronista Duarte Galvão, secretario personal del rey dom Manuel y esmerado ideólogo de su imagen imperial en el prólogo de la Crónica de dom Afonso Henriques, donde la predestinación del rey quedaba justificada y enlazada a otra más amplia y superior, la predestinación del propio Portugal…”

…..

“Se dio prisa el rey Manuel I de Portugal, tras el regreso de Vasco de Gama con la noticia de su llegada a la India, en anunciar a las cortes europeas, y sobre todo  a la castellana, cuáles eran a partir de ahora sus posesiones en el mundo. Lo hizo incluso antes de que el propio Vasco de Gama amarrara su nave en el muelle de Lisboa, porque el 26 de julio de 1499 informaba a su primo Maximiliano, «augusto emperador de los Romanos de las dimensiones de su imperio…”

…..

“Aunque en 1522 la hubieran circunnavegado, ni siquiera los dieciocho supervivientes de la nave Victoria eran capaces de entender las dimensiones de la redondez de la Tierra, porque la habían navegado a ciegas a pesar de encontrase entre ellos Andrés de San Martín, uno de los mayores cosmógrafos de la época. Lo que quizá no parece tan difícil de entender es esa dicotomía entre el deseo y la realidad -o entre la verdad y lo real-, aunque la explique el cronista don João de Barros muchos años después, en la Década III, publicada en 1563, aludiendo a algo transcendentalmente concreto: el descubrimiento de las Molucas en 1512 por aquel que podría considerarse el instigador de la traición de Magallanes, su gran amigo Francisco Serrão. Y, a su vez, Barros no perdió la oportunidad de mezclar ese hallazgo con el sueño, esta vez de los propios moluqueños, encarnado en la creencia profética de la llegada de «unos hombres de hierro de muy remotas partes del mundo».”

(Isabel Soler, El sueño del rey, páginas 60, 167, 300)

"EL ÁRBOL": UN LÚCIDO ALEGATO EN FAVOR DE LA NATURALEZA

$
0
0


El árbol

John Fowles

Traducción de Pilar Adón

Editorial Impedimenta, 2015, 104 páginas



   El árbol del novelista británico John Fowles es, según confiesa el editor Enrique Redel, uno de los mejores libros publicados por  Impedimenta en toda su andadura. Un libro mítico, obra maestra de su autor que, sin embargo, es mucho más conocido por el éxito de sus novelas, El coleccionista, La mujer del teniente francés o El Mago, todas ellas llevadas exitosamente a la gran pantalla. Una selecta minoría de lectores valora, no obstante, a John Fowles por la escritura de El árbol. Un libro que se inscribe en la senda de la narrativa que gira acerca de las experiencias vitales con la naturaleza y que Editorial Impedimenta publica por primera vez en español, en traducción de Pilar Adón, coincidiendo con el décimo aniversario del fallecimiento de John Fowles (Leigh-on-Sea, 1926 – Dorst, 2005). La esmerada edición de Impedimenta corre paralela con la calidad del contenido de esta pequeña joya literaria.

   Desde un punto de vista genérico, El árbol es un ensayo cimentado en la propia biografía del escritor, que tematiza las relaciones entre la naturaleza y la creatividad humana, a la vez que cuestiona con gran lucidez el sometimiento de lo natural al dictado de una razón exclusivamente productiva. Y para ello el autor repasa su propia infancia en Inglaterra: los primeros árboles que recuerda (manzanos y perales), que crecían en el jardín de la casa paterna, situada en un barrio londinense. Árboles que el padre hace medrar de forma artificial en aras de la productividad cuantificable, y que pronto provocarán el rechazo y la rebelión del hijo, ansioso del espacio abierto, de lo salvaje, de los bosques con sus árboles “reales” que crecen en contornos naturales no alterados por el hombre. Surge pues un choque inevitable entre un padre que aclara el jardín de la casa, con todo medido, con árboles “esclavizados” y un hijo enfervorizado por las áreas rurales, por los entornos salvajes, donde los árboles crecían como criaturas libres, ajenas a la domesticación de cuidados, podas, clasificaciones. Por esa misma razón, los “huertos” de John Fowles serán las arboledas y los bosques olvidados y desiertos del Oeste de Inglaterra o de Francia.

   No debe de extrañar que, consecuente con su idea de una naturaleza en libertad y alejada de cualquier transformación debida a la mano del hombre, John Fowles se sienta un hereje con respecto a Linneo y a su herencia cultural: la singularización, el aislamiento, el encasillamiento, la clasificación, porque el árbol que seduce al escritor, es la composición que forman los árboles en su conjunto, “el coral verde que descubro en los bosques o en las arboledas”, aunque no cree que exista un verdadero conflicto entre la naturaleza conceptualizada -imprescindible para vivir y entendernos con nuestros semejantes- y la naturaleza como sentimiento íntimo.

   Mas el ensayo de John Fowles va mucho más allá de lo biográfico. Sus reflexiones, llenas de inteligencia, se centran, sobre todo, en las conexiones entre la creatividad humana, la ciencia, el arte y la naturaleza. Esta última, al contrario del arte, se niega a permanecer fija y fosilizada en el pasado como las obras de arte y las mismas concepciones científicas. La naturaleza sigue creando el presente, reformulándose constantemente. Y puede decirse lo mismo de la arquitectura urbanística: “Una ciudad geométrica, lineal, hace gente geométrica, lineal; una ciudad inspirada en un bosque hace seres humanos” (página 73). Algo semejante cabe afirmar de la ciencia que no posee tiempo ni espacio para las pequeñas excepciones; al contrario de la naturaleza hecha de entidades que no se ajustan. En ella la norma general nunca es un hortus conclusus. Una firme proclama, por consiguiente a favor de la libertad creativa y vital en la que es preciso asumir ciertas verdades sobre la naturaleza: conocerla plenamente es tanto ciencia como arte; no podemos entender lo natural como una colección de “cosas” que solamente existen  fuera de nosotros; y finalmente, que este tipo de conocimiento no es reproducible por ningún otro medio (ni por la pintura, ni por la fotografía, ni por palabras ni por la misma ciencia).

   Un ensayo breve pero muy intenso, asentado en una visión humanista de la naturaleza y del hombre, en bases filosóficas, artísticas y literarias; en las antípodas de las posturas utilitaristas sobre la naturaleza, un alegato contra la tendencia y el esfuerzo por “ajardinarlo” todo y repleto de reflexiones provocadoras, pero rebosantes de lucidez sobre la creatividad humana, la actividad literaria y la misma ciencia. Todo ello nos llega de la mano de una escritura brillante, una prosa muy pulida y a la vez cercana, y en una edición excelente, un lujo editorial, que nos ofrece un pequeño sello independiente.



Francisco Martínez Bouzas



                                                      

                                                     
John Fowles


Fragmentos



“Nos habíamos exiliado por voluntad propia en una casita de campo de la aldea de Devonshire que más tarde yo llevaría a la ficción en la novela Daniel Martin, y allí pasamos los años de guerra. A pesar de las privaciones y los horrores propios de aquel momento, para mí fueron unos años fértiles y dorados en su verde esplendor. Supe por primera vez lo que era vivir en la naturaleza, en una zona campestre de verdad entre hombres de campo de verdad, y fue entonces cuando dejé de ser ya para siempre un posible habitante de la ciudad. Me he visto obligado a vivir largos años en todo tipo de ciudades, pero nunca de buena gana; siempre dominado por la sensación de exilio cotidiano. Incluso prefería el anticuado sistema de clases de la vida rural, con sus terratenientes y su campesinado y la cantidad infinita de niveles intermedios que existía entre ambas categorías, a la uniformidad de las calles de la realidad suburbana, con las mismas casas, los mismos miedos, las mismas pretensiones. Pero en aquel momento, una vez hubo terminado la guerra, mi padre decidió que teníamos que abandonar aquel paraíso verde y volver al limbo gris.”



…..



“Para él (el padre), que me hubiera hecho con semejante «jungla»solo podía ser fruto de la locura, y no podía creer en mis palabras cuando le dije que no veía la necesidad de hacerme cargo del terreno y arreglarlo, sino que más bien tenía la intención de dejar que se mantuviera solo, modificado únicamente por la actuación de los inquilinos que compartían el jardín conmigo: los pájaros y los animales, las plantas y los insectos. Jamás podría admitir que aquello era  lo que yo buscaba como equivalente a sus hermosamente disciplinadas manzanas y peras, y que mi jardín también estaba, igual que el suyo, «cultivado», aunque no en un sentido literal. No entendería nunca que algo que acabo de ver ahí mismo hace apenas una hora, justo antes de que decidiera ponerme a escribir (dos autillos recién salidos del nido sobre una rama de sicomoro que parecían un par de calcetines de Navidad mal cosidos y que no me quitaban los ojos de encima, como el intruso que soy al aventurarme en su jardín), representa para mí exactamente lo mismo que para él sus trofeos de la sociedad de horticultura que se mostraban expuestos en su aparador: un indicio del orden que reina en medio del indebido caos, la recompensa a la constancia y al empeño de perseverar en lo que cree justo y correcto. Y no tiene ninguna importancia, creo, que lo que para él era el caos para mí fuera el orden.”



…..



“No es que no comparta el apego que mi padre sentía por sus fértiles objetos de devoción: me interesa el árbol como unidad, el árbol en sí mismo, y el arte de cultivarlo. Pero debo confesar que mi interés real se centra más en la composición que forman los árboles en su conjunto, en los complejos paisajes internos que crean cuando crecen a su antojo en cualquier paraje. En ese organismo colonial, ese coral verde que descubro en los bosques o en las arboledas, reside para mí el auténtico significado de la experiencia, de la aventura, del placer estético. Creo que incluso podría hablar de la verdad. Todo eso subyace más allá de la espesura y del muro exterior de hojas, y más allá del árbol como forma individual.”



(John Fowles, El árbol, páginas 19, 27-28, 33)

LA LUCECITA": UNA PEQUEÑA E ÍNTIMA CAJA NEGRA

$
0
0


La lucecita
Antonio Moresco
Traducción de Francisco J. Ramos Mena
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 170 páginas

   Antonio Moresco (Mantua, 1947) es hoy en día uno de los más importantes escritores italianos. Y los es, en primer lugar, por su dilatada obra -una veintena de títulos en narrativa (Gli esordi, Canti del caos, Gli incendiati, entre otros)-, pero también porque ha sabido aventurarse de forma exitosa en otros géneros (ensayo y teatro), así como en temáticas muy heterogéneas. Además su poética se halla perfectamente definida, tanto a nivel temático como estilístico. Su biografía personal como escritor hace resonar los ecos de la figura romántica del literato solo frente al mundo, con años de escritura desesperada y nocturna, y el rechazo de sus obras por parte de no pocos editores, que lo ha convertido en un autor tardío.
   En el año 2013 añadía a su producción narrativa una novela breve, La lucinaque el pasado mes de enero, en traducción de Francisco J. Ramos Mena, editaba Anagrama en español. Un relato o novela corta “emanada de una zona muy profunda de mi vida (que) es como una pequeña caja negra”, tal como la describe el propio Moresco en la “Carta al editor” que figura a modo de prefacio de la obra. Un relato escrito además con sentido testamentario: “si muriera al día siguiente de haberlo escrito sería mi testamento” (página 7) Un texto breve que nace como una historia colateral de su próxima obra, Gli increati, con la que concluirá la trilogía L´increato. Mas, pese a su brevedad, La lucecita nada tiene que envidiar a las obras mayores de Moresco, sobre todo a nivel estilístico y de elaboración formal al servicio del núcleo temático del relato.
   Con aires de fábula, aunque sin serlo, y cimentada en una engañosa sencillez formal y argumental, La lucecita es una novela redonda, perfecta, como ha sido definida. La trama que Antonio Moresco desarrolla nos presenta a un innominado protagonista que, para desaparecer, se retira a vivir a una aldea abandonada y desierta, en la que no existe ningún vestigio de vida humana. Solamente cada noche, en la montaña de enfrente y siempre a la misma hora, se enciende una pequeña luz que perfora la oscuridad, y cuyo origen desconoce. Dispuesto a aclarar quién está detrás de la minúscula luz, y sin hallar respuestas en el pueblo vecino y tampoco de un pastor estercolero, supuesto experto en avistamiento de alienígenas, decide trasladarse al lugar donde supone que brilla la luz. Tendrá que hacerlo a través de un camino invadido por la vegetación y con la presencia de animales salvajes. Un mundo desconocido que le lleva a una pequeña casa de piedra, en cuyo interior encuentra un niño. Con estupor escucha sus respuestas: hace los deberes para asistir a una escuela nocturna que no existe. La única escuela del pueblo es para niños vivos. Pero, en un mundo cada vez más misterioso e incomprensible, se encontrará con niños muertos que salen en silencio de la escuela nocturna y se van solos sin que nadie los espere. Una breve secuencia del relato tiene la capacidad de helar la sangre, aunque su sentido solamente lo advierte el lector en las últimas líneas de la novela: el niño muerto está arreglando una vieja casita que se levanta junto a la suya, para la llegada del protagonista.
   A pesar de que por la trama novelesca se mueven muertos vivientes, solamente una lectura trivial y apegada a la literalidad, puede identificar el relato de Antonio Moresco como una ghost-story. Es verdad que llega un momento en el que no se distinguen los muertos de los vivos, pero el núcleo temático fundamental de La lucecitava mucho más allá de una historia de fantasmas, y adquiere dimensiones filosóficas. Si de algo nos habla Antonio Moresco es de todo aquello que, cuando se apagan las luces y uno se ve rodeado por la absoluta soledad, cada uno de nosotros se ve compelido a preguntar. Interrogantes radicales sobre el porqué y el sentido de la existencia del yo como individuo y de la propia especie humana (“el escuro embudo de sus vidas”, página 12) condenada a no poder perpetuar su ADN. ¿Qué es la vida en este mundo y en la inmensidad del universo? ¿Se distinguen los muertos de los vivos, como ocurre con los árboles que han perdido sus hojas? El autor no aporta respuestas. Solamente nos incita a inquirirnos.
   Otro destacable contenido temático de la novela es la relación con la naturaleza: la presencia del mundo vegetal y animal se hace a veces opresiva. Potencia vegetal y animal en la que el protagonista se siente inmerso en muchos momentos. Así como la soledad y el silencio (“el silencio es tal que hasta logro escuchar el estrépito de su cuerpo”, página 12) que rodean  a los personajes del relato, especialmente al protagonista y al niño, y que el novelista presenta como una condición inevitable de la existencia; algo de lo que resulta imposible liberarse. Es la situación de fugitivos, consustancial a otros personajes de las obras de Moresco.
   Una novela con tonalidad biográfica y reflexiva, tejida con un estilo intensamente poético, que amalgama realismo y dimensiones visionarias, especialmente en las descripciones de la naturaleza. Palabras y descripciones a veces muy sencillas, aunque con una cuidada elección de los términos y de su concatenación en búsqueda de determinados efectos fónicos, y que, sin embargo, nunca pierden una intensa fuerza visionaria, ni se desvían de su función en relación con el tema central de la novela.

Francisco Martínez Bouzas

                                                       
Antonio Moresco
Fragmentos

“He venido aquí para desaparecer, en esta aldea abandonada y desierta de la que soy el único habitante.
El sol acaba de ocultarse tras la cresta. La luz se está extinguiendo. En este momento estoy sentado a unos metros de mi pequeña casa, frente a un despeñadero vegetal. Observo el mundo que está a punto de sumirse en las tinieblas. Mi cuerpo está inmóvil en una silla de hierro cuyas patas se hunden cada vez más en el suelo, y, sin embargo, de vez en cuando me falta aliento, como si me precipitara sobre un columpio con las cuerdas ancladas en algún punto infinitamente lejano del universo.
El cielo está surcado por las últimas golondrinas que vuelan de aquí para allá como flechas. Me pasan rozando la cabeza, lanzándose en picado sobre vastas esferas de insectos suspendidos entre cielo y tierra.”

…..

“¿Qué mundo es éste, pensé, mientras observaba a los niños que se internaban solos en la oscuridad, con sus piernecitas desnudas, asomando por debajo de la bata y sus carteras, «donde, mientras todos duermen, hay niños muertos que salen en silencio de las escuelas nocturnas, solos, y nadie lo sabe, nadie los ve? No encuentran a nadie parado ante el portón, ni siquiera alzan la vista en la oscuridad, saben de sobra que no hay nadie esperándoles. Se van solos quién sabe adónde…Ahora ese niño cruzará el pueblo desierto, cogerá la estrecha carretera cuesta arriba que llega hasta la base de la cresta, luego el otro camino más estrecho y todo invadido por la vegetación y las zarzas, que asciende por medio del bosque, en plena noche, en la oscuridad, solo, llegará a su casa, encenderá la lucecita…¡Qué pena dan los niños muertos cuando salen así de las escuelas oscuras, de noche, solos! Pero…¿acaso no dan la misma pena los niños vivos?»

…..

Llego por fin a la puerta.
La abro.
Abro también los postigos de madera, que vibran por los golpes.
Hay un hombre frente a mí.
Se detiene de repente al verme.
También yo me detengo.
Se ha bajado la capucha del anorak y está sacudiéndose la nieve de los hombros con una mano.
-¿Por qué has tardado tanto en abrir? -me pregunta.
-No conseguía levantarme.
Me mira.
También yo le miro a él.
-¿Qué ha pasado? -insiste, en voz baja, en un suspiro.
-Me he suicidado.
Sigue mirándome con los ojos muy abiertos, en silencio.
-¡Ven! –me dice de repente.
-¡Pero es noche cerrada!¡Hay tormenta!
-¡Ven!
-¡Pero ya no se ven los caminos!¡No se puede ir a ningún sitio!¡No se ve nada!
-¡Ven!
Le doy la manita.
-¿Adónde vamos? -le pregunto
-No lo sé”

(Antonio Moresco, La lucecita, páginas 11, 113, 169-170)

"GABRIELA, CLAVO Y CANELA": LA CELEBRACIÓN DEL AMOR Y DE LOS PLACERES DE LA VIDA

$
0
0


Gabriela, clavo y canela

Jorge Amado

Traducción de Dante Hermo

El Aleph Editores, Barcelona, 446 páginas

(Libros de fondo)



   En 1926, con solo catorce años, Jorge Amado decidió que su vocación sería la literatura. Junto con otros nuevos escritores, entre ellos João Cordeiro, Días da Costa, Alves Riveiro… fundó la “Academia dos Rebeldes”, y desde ese conciliábulo intentó darle un soplo de aire fresco a la marchita vida de las letras bahianas. Desde entonces, con más de veinte novelas, libros de relatos, literatura infantil, teatro y libros de memorias, se hizo patente y total la identificación del escritor con su entorno geográfico, hasta el punto de llegar a definirse él mismo como “un bahiano romántico y sensual”.

   La colosal obra literaria de Jorge Amado, una de esas figuras a las que claramente se le hurtó el Premio Nobel de Literatura, es un reflejo de la cultura tradicional bahiana, de las raíces  indioafricanas del nordeste brasileño. Desde el localismo de un territorio muy concreto, Jorge Amado se convirtió en un escritor universal con más de ochenta millones de libros vendidos en la fecha de su fallecimiento (6 de agosto de 2001). Y una obra traducida a cerca de cincuenta idiomas.

   Desde la nómina de los no-Nobel, Jorge Amado escribió alguno de los libros a los que siempre se vuelve, y fue capaz de crear escenas y personajes en los que hallamos el sabor siempre fresco y colorista de la mitología bahiana, poblada de mulatas, de héroes cotidianos, vagabundos generosos, prostitutas sentimentales. Un costumbrismo localista que, no obstante, permite una proyección universal del imaginario brasileño.

   Uno de esos personajes de proyección universal de Jorge Amado, es la protagonista y figura central de la novela Gabriela, clavo y canela, reeditado en España en varias ocasiones, una de ellas la de El Aleph Editores. De la misma forma que la música popular brasileña brota con “Garota de Ipanema” (“Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça”), el personaje de Gabriela nos estimula a convertirla en símbolo y retrato de la mujer brasileña. También en su homenaje. La hermosa Gabriela, que sazona con clavo y canela, pero también con fuego el restaurante y la vida del sirio Nacib, allá por los años veinte del siglo pasado cuando la modernidad se asienta en Ilhéus, es uno de los personajes más atrayentes y seductores de la literatura del siglo XX. Gabriela es la competidora, hermosa y excitante, indómita, imprevisible, dulce, sensual e inocente, abanderada del amor pasional, capaz de poner en tela de juicio las costumbres y convenciones más arcaicas de una sociedad de terratenientes y militares.

   La fabulación de Gabriela, clavo y canela marca un punto de inflexión en la narrativa de Jorge Amado. La celebración del amor y de los placeres de la vida, y la creación de esta figura de honda sugestión erótica, marcan el final de una novelística inspirada en el realismo socialista y el inicio de una escritura rebosante de realismo y viveza, que bebe en la oralidad de la que conserva su gracia, en la que este clásico de las letras brasileñas celebra de forma heterodoxa el la sensualidad amorosa y los placeres de la existencia.



Francisco Martínez Bouzas



                                                       
Jorge Amado

Fragmentos



“Bajo el sol ardiente, con el torso desnudo, las hoces presas a largas varas, los trabajadores recogían mazorcas de cacao. Caían con un golpe seco los frutos amarillos, mujeres y niños los apilaban y los partían a golpe de machete. Se amontonaban los granos  de cacao tierno, blancos de miel, los metían en los cestos de mimbre, se los llevaban a los secaderos a lomos de los burros. El trabajo comenzaba al despuntar el día, terminaba al caer la noche; a la  hora de más sol, paraban a comer con prisa un pedazo de charqui asado con harina y una jaca madura. Las voces de las mujeres se elevaban con amargos cánticos de trabajo…”



…..



“Era el peor de los circos. El negrito Tuísca meneaba la cabeza, parado ante el vacilante mástil, casi tan pequeño como un mástil de saveiro. Más pequeño y miserable, imposible. El paño de lona de la carpa estaba agujereado como el cielo de una noche estrellada o el vestido de la loca María Ma Dá. No era mucho mayor que el puesto del pescado, apenas lo tapaba en el descampado del puerto. Si no fuera por la probada lealtad que lo caracterizaba, el negrito Tuísca se habría desentendido por completo del Circo Três Américas. ¡Qué diferencia con el Grande Circo Balcánico, con su monumental pabellón, las jaulas de las fieras, los cuatro payasos, el enano y el gigante, los caballos amaestrados, los trapecistas más intrépidos! Había sido una fiesta en la ciudad. Tuísca no se perdió ni un espectáculo. Meneaba la cabeza.

Amores y devociones se cobijaban en su pequeño y cálido corazón: la negra Raimunda, su madre, felizmente recuperada ya de su reumatismo, lavando y planchando ropa; la pequeña Rosinha, de cabellos de oro, la hija de Tonico Bastos, su amor secreto; doña Gabriela y el señor Nacib…”



…..



“Desnuda, extendida en la cama de matrimonio, Gabriela con una sonrisa. Desnudo, sentado en el borde del lecho, Tonico con los ojos espesos de deseo. ¿Por qué no los mató Nacib? ¿No lo mandaba la ley, la antigua ley cruel  e indiscutida, observada con escrúpulo siempre  que se presentaba la ocasión y la necesidad? La honra del marido engañado se lavaba con la sangre de los culpables. Aún no hacía un año que el coronel Jesuíno Mendoça la había ejecutado…¿Por qué no los mató? ¿Acaso no lo había pensado la noche anterior, en la cama, cuando sentía las caderas ardientes de Gabriela quemándole la pierna? ¿No se había jurado hacerlo? ¿Por qué no lo hizo?¿No llevaba el revólver en la cintura, no lo había sacado del cajón de la barra? ¿Acaso no quería seguir mirando con la cabeza alta a sus amigos de Ilhéus? Pese a todo no lo hizo.”



(Jorge Amado, Gabriela, clavo y canela, páginas 225-226, 303, 380-381)

ESPIRALES DE LUZ Y DE MAGIA

$
0
0


 

Las esquinas de la luz

Rosy Paláu
Portada:La brevedad azul del sueño (Fragmento) de Miguel Ángel Ojeda

Instituto Sinaloense de Cultura, Culiacán, 2015, 59 páginas



  Desde Culiacán (Sinaloa, México) y tras un periplo que superó la duración de las navegaciones colombinas, la “eficaz” colaboración de Correos de México y Correos de España deposita en mis manos el último libro de Rosy Paláu, el poemario Las esquinas de la luz. Si la escritora mexicana me había fascinado con anterioridad con su colectánea de relatos, las fantásticas imposturas de La Casa del Arrayán (2005), lo vuelve a hacer ahora, a la vez que me hace pensar con las secretas substancias de estos veintiocho poemas de Las esquinas de la luz. Porque la poesía, cuando es digna de ese nombre, es a la vez un lugar de emociones y un lugar de pensamiento. Como escribió el pensador francés Alain Badiou, el lugar del lenguaje donde se ejerce una proposición sobre el ser y sobre el tiempo. Con un fructífero uso de la rima, una de las fuerzas primordiales de la poesía, y de moldes métricos tradicionales, cuando los considera oportunos, y de otros que no lo son tanto, mas sin sentirse constreñida nunca para decir lo que quiere, Rosy Paláu prosigue en este libro el cultivo de la palabra poética que inició en 1990, e imanta con delicadeza el lenguaje entre si, y a nosotros los lectores nos introduce en lugares insospechados del ser, de la realidad y de nosotros mismos.

   Sin renunciar pues a la forma -esencial para el verdadero poema, incluso en el verso libre-, Rosy Paláu nos entrega este poemario “hecho con palabras que buscan alcanzar aquello que sin la poesía no podríamos decir”, como ella misma define su libro en la entrañable dedicatoria que lo acompaña.

   No defraudan los poemas de Rosy Paláu a los amantes de esa gran verdad del mundo que es la poesía. Con un ritmo interior pausado, huyendo del lirismo explosivo o volcánico, la palabra poética de Rosy Paláu nos transmite su imaginario, una operación de verdad que se anticipa y responde a miles de preguntas que se albergan y emergen en cada uno de nosotros, y nos incitan a meditar, entre otros muchos conceptos e interrogantes, sobre el paso del tiempo (“el tiempo del tiempo”), en la suma de ese cero que es la muerte y su rotundidad, imposibles de detener, en un poema, “Décimas a la muerte” que firmaría el mismo Jorge Manrique, si bien superando la tonalidad elegíaca del poeta prerrenacentista. En las soledades del alma; la definitiva ausencia de ese ser que ya no podremos esperar; las infinitas esquinas de la luz frente a la oscuridad de la nada; o la noche y su incesante segundero.  Hasta el silencio halla en este poemario su espiral de palabras mágicas que, con precisas y evocadoras imágenes y privilegios fonocéntricos, nos incitan a penetrar en los insondables territorios del ser, de las cosas, del yo con sus arduas o gozosas circunstancias. Pero es sobre todo esa luz, tan reiterada en sus múltiples formas y reflejos, la más celebrada en este microtexto poético de Rosy Paláu. También lo es la luna, otra esquina de luz a la que la poeta ya había homenajeado en una antología, Las lunas de mi cielo (2013), compilación de poemas y cuentos sobre la luna de autores de todo el mundo.

   Concluyo este comentario con unas insignificantes palabras con las que Rosy Paláu me honra al reproducirlas en la contraportada del libro. E invitando especialmente a descubrir por propia experiencia las fuerzas mágicas del decir poético de Rosy Paláu, para convencernos de que la poesía es fuerte (Michel Deguy), o como afirmaban los clásicos de mi tierra, con hechizos verbales también reveladores, que la poesía es el gran milagro del mundo:

   “Rosy Paláu en este nuevo poemario nos regala palabras, solo palabras. Construye poemas que no son nada, pero pueden serlo todo, porque son capaces de sacarnos de nosotros mismos, de nuestro ser superficial, y al mismo tiempo volcarnos en el interior de nuestro ser. Es la magia de la palabra poética, capaz de transmitir sentimientos y de remover todos los cardiogramas del alma. Ello solo es posible cuando la poeta, Rosy Paláu, vive el arte creador como un arte demiúrgico y su voz lidia, con afanes interminables, los espejos del ser, las profundidades abisales de los misterios que nos rodean. La soledad del alma, ese misterio del tiempo y su paso inexorable al que le mendigamos inútiles eternidades, tan presentes en estos versos que se convierten en meditación poético-existencial sobre el tiempo que es solo la memoria de nuestra alma.

   Y llegan a los lectores estos versos, no excesivamente largos, podados intencionadamente de coloridos sensuales, pero desprendiendo el fulgor, la magnificencia de una obra intensamente lírica que, sin duda, nos atrapa.Esquinas de luz e infinitas espirales de magia, de esa aura luminosa que adquieren las palabras cuando no solamente denotan seres, objetos, sino magia. Es la palabra interna, latente, que descubre la poeta y que nos emociona. Estos poemas de Rosy Paláu, expresando lo inexpresable, meditando sobre el tiempo, sobre esa muerte siempre visionaria de nuestro ser y sobre los misterios que nos constituyen en lo que somos y como somos, ordeñan las ubres de la eternidad, como diría Vicente Huidobro.”



Francisco Martínez Bouzas



Rosy Paláu en la presentación de "Las esquinas de la luz"


Cuatro poemas de Las esquinas de la luz



DÉCIMAS A LA MUERTE



“No hay quien pueda detenerte,

de tu gozo pasajera

haces viaje de la espera,

visionaria de mi suerte.

Cuando duermo puedo verte

y de luz tu sombra oscura

va luciendo la estatura

de algún sueño pretendiente

que con cuerpo transparente

le da amor a la negrura.



¡Qué derroche de presencia,

cuánto espacio bien formado,

un fantasma exagerado

por el don de su existencia!

Más allá de toda ciencia,

casi al ras de lo ordinario,

es un hecho milenario

encontrarte en lo desierto,

viva en el ardor incierto

de un reflejo solitario.



Te imagino interrogante

consultar el segundero

derritiéndose de esmero

blanda cera del instante.

Del silencio consonante

rimas tiempo con materia.

Solo soy la vieja historia,

olvido, palabra, polvo,

ese deseo en el que vuelvo

repetida de memoria.



Voy conociéndote en partes,

así está firmado el pacto

que aparezcas en el acto

mientas rezo porque faltes.

Aunque cuentes y más cuentes

la  verdad es que no quiero

ser la suma de ese cero,

estar triste cuando gozas,

deshacerme de mis cosas

solamente porque muero.”





LA NOCHE



La noche, lo gris,

el incesante segundero.

No sabe el tiempo del tiempo deshacerse.

Hay en el aquí, un allá mismo,

una lejanía que el instante abrevia.

Todo se cierra para poder hallarte,

el silencio lleva luz

de lo solamente tuyo.



Cueva de reflejos,

palabras en la lumbre de su imagen;

rumores desordenan la penumbra;

aire, sed de las cosas,

la nada inventa lo que arrastra,

en lo bajo las estrellas

desprenden de una orilla

la oscuridad de la ventana.

Entre lo que se va y lo que se queda,

mi alma es un adentro de infinitos.”





TE BUSCO



“Te busco como la luz

en los espejos sin salida

no más lejos de las sombras,

con la visión de los sentidos.

Qué oficio el de soñar,

poner la hora en el silencio

del mismo día,

volverse eterno de lo breve,

mientras la noche avanza

entre las cosas

hace la resta de lo vivo.”





SOLO DE LUNA



“Llanura donde la noche

toca su solo de luna,

duermes.

Lo claro en ti

pesa lo que el cielo

sobre el agua.

El tiempo es la memoria de tu alma,

luz de lo apagado hace mucho.

Los sueños te separan de lo continuo.



Por la ventana el silencio alcanza

su mayor altura,

rumor de fantasmas removidos por el aire,

pasan las cosas sin ser vistas,

vive cerca la distancia.

El espejo te trasluce,

sales a las superficie,

brillo que toma brillo del instante.



Los días llegan de esconderse

entre las sombras,

las palabras que el viento dispersa

se juntan en el deseo.

Nada más el amor tenemos

para encender la ceniza invencible

de lo muerto.

La soledad nos guarda el secreto

de saberlo.

Cada quien se hunde como quien es.”



(Rosy Paláu, Las esquinas de la luz, páginas 15, 28, 36, 56-57)

VALOR, BARBARIE Y DERRUMBES EXISTENCIALES

$
0
0


Valor

Clara Usón

Seix Barral, Barcelona, 2015, 319 páginas



   Muy oportuna novela esta de Clara Usón; publicada en un momento en el que el valor absoluto no es la hombría, la inteligencia, la honradez, la dignidad o morir por los propios ideales, sino el dinero, el valor económico (“tanto ganas, tanto vales”, dice la autora). Oportuna así mismo porque recupera los años 30, en los que uno de los personajes de la novela, muestra su valor y su heroísmo, pero en los que, como ahora, existía la percepción de un fin de ciclo, una podredumbre y una crisis económica muy similares a las actuales Clara Usón (Barcelona, 1961) trae a colación esos años y nos sumerge en otros episodios de nuestros días con determinación y acierto, similares a los mostrados en La hija del Este (2012), que justifican que sea considerada como una de las escritoras con una trayectoria muy consolidada y a la vez prometedora.

   En un relato de ensamblaje difícil en el que se amalgaman tres historias -la última es la más independiente, aunque ya había hecho acto de presencia en la primera-, Clara Usón  es capaz de desplegar una gran tensión narrativa que mantiene al lector en vilo hasta la última línea. La escritora, en efecto, nos ofrece historias que se cruzan sin importar tiempos, personajes y espacios. Y un gran leitmotiv recurrente: el valor, que cada uno de los personajes entenderá a su manera y del que darán muestras dispares. La autora ensambla pues tres historias, dos de ellas con fundamentos históricos y la otra, fiel reflejo de la realidad de nuestros días. Y lo hace atando cabos y mezclando a propósito y sin solución de continuidad,  tiempos, personajes y acontecimientos, y fusionando relatos ficcionales con otros que son reflejo de muchas de las tensiones familiares de nuestros días.

   En la primera parte Clara Usón se la juega con tres personajes principales y varios secundarios. El capitán Fermín Galán, que, en Jaca, una pequeña ciudad de cavernícolas, prepara un levantamiento armado (“la cosa”) contra la corrupta monarquía de Alfonso XIII y su gobierno, para proclamar la República. Lo hará del brazo del pueblo pero consultará con políticos -entre ellos Casares Quiroga, a quien siempre pillan durmiendo las revueltas militares-, aunque sabe que con políticos nunca se pone en marcha una revolución, sino una larga cadena de reuniones: una reunión desemboca en la convocatoria de la siguiente. Fermín Galán es percibido y narrado desde la perspectiva del libro de texto de  Mar, una quinceañera de nuestros días, hija de Mati, directora de una sucursal de una caja de ahorros en el Levante español, obligada a colocar preferentes estafando incluso a su madre y autoestafándose a sí misma. La adolescente, medio abandonada a si misma, con dos vidas, dos cuentas de Twiter y muchos secretos, sueña con ser gogó. Y sobre todo, odia a su madre. Fermín Galán iniciará la revolución, anticipándose unos días a los dictados de Madrid. Una revolución contagiosa: bastaba con tener valor! Pero un levantamiento que será un espléndido fracaso bajo el hambre, la helada y el caos. Fermín Galán mostró su valor: murió como un héroe por sus ideas republicanas, comandando con arrogante serenidad el pelotón que lo fusilará, junto con el también capitán Ángel García Hernández.

   En la segunda parte, Clara Usón nos sorprende con la aterradora historia contada por un anciano sacerdote franciscano que, sin eufemismos, tiene el valor de recuperar a través de su memoria delirante los horrorosos acontecimientos de la Croacia de los ustachas, un estado independiente, títere nazi durante la Segunda Guerra Mundial, gobernada por el  Poglavnik (caudillo), Ante Paveliċ, amigo del papa Pío XII. Durante su gobierno, doscientos cincuenta mil cristianos ortodoxos serbios fueron obligados a convertirse al catolicismo. La alternativa era la tortura y la muerte. El franciscano -en su exilio español, padre Casimiro- habla en primera persona dialogando con una monja que se queja de la falta de vocaciones en España porque desgraciadamente ya no hay hambre. En la Croacia del Poglavnic también se persigue a los judíos, gitanos y homosexuales. Y el franciscano lo es. Para redimir su alma, emprende la Santa Cruzada en el campo de exterminio de Jasenovac, considerado el más cruel de todos los tiempos. Su apostolado y el de varios sacerdotes franciscanos, algunos nombrados comandantes o mandos del campo, consistió en rebautizar bebés serbios estrangulándolos o imponiendo atroces torturas, tal como las describe la autora :“Lo senté en un tronco. Le ordené, ‘grita: ¡Viva el Poglavnik! O te corto una oreja’, pero no dijo nada, y le arranqué la orjea. ‘Grita: ¡Viva Paveliċ!, o te corto la otra oreja’, y el serbio igual sin hablar. ‘Di: ¡Viva Paveliċ!, o te corto la nariz’. Como no me obedeció, le corté la otra oreja y la nariz. Una cortina de sangre le bajaba por el rostro; él callaba. Yo estaba fuera de mí: ‘¡Grita viva Paveliċ o te arranco el corazón!’, y entonces sí que habló, me miró con su serenidad insoportable y dijo: ‘Criatura, haz tu trabajo’. Le saqué los ojos, el corazón, le corté el pescuezo de oreja a oreja y lo tiré al pozo. Pero algo se rompió en mí y ya no pude matar más en toda la noche. Bazica me ganó la apuesta.” (páginas 232-233).

   Finalmente en la tercera parte, el relato recupera la historia de hoy: la historia de Mati, su derrumbe existencial obligada a ser víctima y victimaria del gran desfalco de las preferentes. Mati, acompañada en Valencia y Benidorm por un falso gigoló, igualmente comprado, el postrer capricho de una mujer madura, que sobre todo la escucha. Presta atención al largo relato de la historia de la hija quinceañera, parapléjica debido a un atropello del que ha sido víctima al escapar de un concurso de gogós, y que experimenta, en una terapia de regresión, una vida anterior en la que había sido el horrible cura croata que había cometido barbaridades en el campo de exterminio. También la escucha en el largo relato de su trauma por el desfalco de las preferentes. Un final abrupto en un acantilado de Benidorm produce la impresión de que la autora extiende un manto de compasión hacia Mati y hacia todos los derrotados en fracasos existenciales.

   Una novela sumamente ambiciosa, y por lo mismo arriesgada, sobre las arduas dificultades de asumir riesgos, de demostrar coraje, intrepidez para ser fieles a lo que cada cual puede considerar el valor supremo: la revolución, el fanatismo religioso, el dinero… Y ante esas historias, las decisiones y actos humanos consecuentes son un espejo que reflejan con fidelidad nuestra condición humana, todos sus matices, recovecos y contradicciones.

   Clara Usón hilvana con destreza unas escenas con otras; los acontecimientos de la actualidad con los de los años 30 de Fermín Galán y su levantamiento revolucionario. La historia de cada personaje aparece narrada junto a subhistorias colaterales o que suceden en épocas posteriores, en una concepción griega del avance de la historia en círculos que se repiten constantemente. Y sin romper el ritmo del relato, debido en gran parte a la excelente narratividad con la que la autora cuenta y describe, combinando estilos y acudiendo a  veces a recursos como el humor o lo grotesco de la barbarie para hacer más visible el horror.



Francisco Martínez Bouzas



                                                       
Clara Usón

Fragmentos



“Al disponerse a firmar la notificación del fallo ante el tribunal, dice Galán a sus jueces:
-Ésta es la firma que con más gusto estampo porque, convencido de que la República es el régimen que más conviene a España, espero que mi sacrificio no será estéril. -Y añade, con desafío-: Ya estáis viendo cómo cuando un hombre es hombre y sirve a una idea, firma su sentencia tranquilo y sereno.
El presidente tiene una curiosidad, pregunta al condenado:
-¿Tenía usted cómplices?
-¡Sí! Vosotros, cobardes, que habéis sido traidores!”



…..



“Hasta ahora Dios ha hablado a través de las encíclicas papales…¿Y? Se taparon los oídos…Ahora Dios ha decidido usar otros métodos. Organizará misiones. Misiones europeas. Misiones mundiales. Y las dirigirán no los sacerdotes sino los comandantes del ejército, comandados por Hitler. Los sermones serán atendidos con ayuda de los cañones, las ametralladoras, los tanques, los bombarderos…El lenguaje de estos sermones será internacional, me escribió el arzobispo Šariċ. ¡Debemos emplear métodos revolucionarios al servicio de la verdad! Es indigno de los discípulos de Cristo pensar que esta lucha se librará con los guantes puestos. Hemos lanzado una nueva cruzada. Usted bien sabe que los cruzados de Cristo gozan de indulgencia plenaria, ¿a qué vienen sus críticas, padre?”



…..



Muy  a mi pesar, padre, por órdenes expresas de Ljubo Miloš y de Maks Luburiċ, anoche hube de desplazarme a Gradina y supervisar personalmente unas ejecuciones -empezó a decir con voz compungida-. Obligué a los prisioneros a cavar una fosa y luego los matamos con los mazos, todavía me duelen las manos, los echamos dentro del hoyo, a los muertos y también  a los vivos, porque nos cansamos de darles mazazos y yo les mandé a los gitanos que lo cubrieran todo con tierra y con piedras y los enterramos bien enterrados. A otros los matamos a balazos, con cuidado, porque las balas son caras, y a algunos los degollamos. A las mujeres, antes de matarlas las violamos, me contó el muy bruto (el penitente, padre Filipoviċ) y yo no sabía que decirle y él me miraba con sus ojitos grises, como diciendo a ver cómo te apañas, y yo le mandé rezar dos padrenuestros y tres avemarías, Ego te absolvo, Dominus tecum fili mihi, y cuando se levantó para irse después de que le hiciera la señal de la cruz pensé me he pasado con la penitencia, tenía que haberle dicho sólo un padrenuestro y un avemaría y estuve a punto de correr detrás de él pero me acordé de mi dignidad sacerdotal y de todos modos tampoco me iba a hacer ni puto caso, ¿no?”



…..



“¿Por qué es conocido Egipto? ¡Por las pirámides! ¡A qué van los turistas a Egipto? A ver las pirámides, y dentro de quinientos o mil años, las generaciones futuras sabrán que una vez existió una ciudad llamada Valencia por las ruinas de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. ¿Qué no se había construido bien y necesitaba reparaciones? Puede. ¿Qué los políticos habían cobrado comisiones? También. «Pero es que España es así -dijo Mati-, siempre ha sido así y siempre será así. Era así antes de Franco, cuando Franco y después de Franco, las mismas familias que mandaban en Valencia y en Castellón y en Alicante en tiempos de Alfonso XIII, siguen mandando, llevamos el caciquismo en la sangre, es algo, para que me entiendas, idiosincrático» (no la entendió, por descontado). Y si no fuera por las comisiones y las mordidas, no se haría una carretera ni un aeropuerto en España, los políticos y los gobernantes, en general, eran unos vagos, necesitaban un estímulo, un aliciente, para mover el culo.”



(Clara Usón, Valor páginas 118-119, 219, 228, 268-269)

LA CERTEZA DE LA IGUALDAD DE LOS MUERTOS

$
0
0


Telón de boca

Juan Goytisolo

El Aleph Editores, Barcelona, 99 páginas

(Libros de fondo)



   La obra ficcional de Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) atraviesa toda la segunda mitad del siglo XX y prosigue en el actual. Aquellos inicios explosivos de la década de los cincuenta pusieron a disposición de los lectores cinco piezas narrativas (Juego de manos, Duelo en el paraíso y los volúmenes de la trilogía El mañana efímero). A comienzos de los sesenta, el escritor catalán, con residencia en Marrakech desde el fallecimiento de su esposa, publicó La isla  y Fin de fiesta, títulos que clausuran una etapa narrativa. Tras años de reflexión, reaparece el escritor fabulador y el intelectual rebelde contra el franquismo, aunque con cambios importantes en su concepción novelística. Si hasta entonces la escritura de Goytisolo pretendía, sobre todo, mostrar los aspectos externos de la realidad, a partir de esas fechas sus grandes temas convergirán  en la lucha contra los mitos más importantes de la sociedad española y en la transformación de la lengua literaria. Es la época de sus libros más conocidos y reconocidos: Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián o Makbara. Obras que significaron una peregrinación en la búsqueda de las propias raíces, en el sentido de la historia patria y en un proceso imparable de racionalización que lo conducirá a romper con sus orígenes literarios, con un pasado cultural y, por último, incluso con la propia lengua que se va transformando progresivamente en caracteres árabes en las últimas páginas de Juan sin tierra.

   Juan Goytisolo seguirá publicando. Nuevas novelas, estimulantes libros de memorias (Coto vedado, En los reinos de taifas)y una importante obra ensayística (El furgón de cola o Cógitus interruptus, entre otros muchos).

   Hasta que en febrero de 2003, el intelectual y uno de los pocos supervivientes del espíritu crítico, como lo calificó Günter Grass, se despidió definitivamente de la literatura de ficción, porque pensaba que, a lo largo de su vida, había “perpetrado demasiados libros”. Un adiós para centrarse en el ensayo, aunque cambiaría de opinión en 2008 con la publicación de El exiliado de aquí y de allá. Su despedida de la literatura  de ficción es una pequeña novela, un libro extremadamente conciso, en el que nada salva, y el título, Telón de boca, lo dice todo. La cortina que oculta el escenario cuando termina la representación, pone de manifiesto la voluntad del autor de poner silencio a su labor como escritor de ficción.

   Telón de boca es una breve obra de arte, escrita de forma primorosa, que rezuma intimismo y pesimismo en cada párrafo. El protagonista, alter ego del propio autor con el que se confunde, nos agasaja desde una ciudad “ocrerrosada” como Marrakech, con una amarga y desolada reflexión sobre la existencia que sabe que dejará pronto. Desde la frontera de la muerte, repasa su vida con gran clarividencia y a la vez con grandes dosis de pesimismo. Su hablar -un paréntesis entre la nada y la nada- se convierte en recuerdo y recuperación de la esposa fallecida, y en un reconocimiento del poder cruel de los vivos frente a la indefensión de los muertos.

   Una especie de demiurgo al que llama “El desalmado”, lo confirma en la percepción pesimista de la especie humana, la especie más nociva del universo, cuya historia es el reino de la mentira. Solamente somos poseedores de una única certeza: la igualdad de los muertos, pero esa igualdad no la veremos tras nuestro fallecimiento. En esta novela, en la que da la impresión de que el manto de la noche pende sobre nosotros, que también anochecemos sin darnos cuenta, un símbolo extraído  de Tolstói, un cardo amputado con flores ennegrecidas, se convierte en la gran metáfora del desvanecimiento de toda certeza y de la inevitabilidad  del destino al que estamos condenados los descendientes de la Caverna: desparecer sin haber hallado el sentido de nuestra vida.



Francisco Martínez Bouzas


                                                      Fragmentos



“Su destino -el de ella, de él y todos los descendientes de la Caverna- sería el del cardo cuya imagen obsesionaba a Tolstói, el mismo cardo tenaz que él buscó en las montañas del Cáucaso. Iba en una chatarra de automóvil por el camino enfangado a Shatoi y pudo atisbar, cuesta abajo, los tanques y vehículos calcinados en una emboscada similar a la tendida a los soldados del zar siglo y medio antes. Verificó una vez más la necia reiteración de la historia, su crueldad obtusa. En el valle de Argún había una magnífica variedad de flores. A través del intérprete, preguntó por la planta a uno de los reclutas que les detenían a mendigar cigarrillos. No supo darles respuesta y, aunque siguió escrutando entre retén y retén, no divisó ninguna. El trayecto a las ruinas aún recientes del pueblo le  confirmó en su certeza de pertenecer a la especie más dañina del universo. El cardo amputado y sus flores ennegrecidas cobraban el valor de un símbolo. El carro ciego que las tronchó era el que segaba metódicamente sus vidas.”



…..



“Ella no había querido nunca maquillarse ni quitarse años. Deseaba vivir y expresarse en sus cuadernos mientras fuera posible: si el cuerpo aguantaba y su lucidez persistía. Cruzó a nado, como en las playas del solsticio bretón en las que se bañaba, los límites trazados por las boyas y fue absorbida por la vorágine. Ese marido «siempre ausente» que él era verificó con amargura su negligencia y falta de previsión. Desde entonces su universo zozobraba. Pronto sería su turno y llegaría al finisterre del acantilado. Soñaba con el digno final de Tolstói en su fuga quimérica al Cáucaso. Pero la caducidad carecía de fecha y el momento de la bifurcación de su existencia y la del universo mundo no podía ser previsto como en un guión de teatro. El telón de boca de las montañas seguía en manos del tramoyista.”



…..



“Se despertó y no le vio. Descubrió que no se había movido de la habitación y se asomó a mirar los naranjos del patio. Era noche prieta, la ciudad descansaba. Se arropó contra el frío  y subió a la terraza. El cielo desplegaba su magnificencia e invitaba a descifrar el álgebra y el silabario de las estrellas. La Plaza dormía también: ninguna voz ascendía de su espacio desierto. Divisó siluetas fugaces, trémulas en su desamparo. La  tiniebla cubría el perfil de la cordillera. La sentía no obstante recatada por ella, presta a revelar su blancura a la ceja del alba. Lo oculto detrás mantenía tenazmente el secreto. La cita sería para otro día: cuando se alzara el telón de boca y se enfrentara al vértigo del vacío. Estaba, estaba todavía entre los espectadores en la platea del teatro.”



(Juan Goytisolo, Telón de boca páginas 29-30, 68-69, 99)

"PARÍS-AUSTERLITZ": EL AMOR COMO SALVACIÓN O VENDAVAL ENVENENADO

$
0
0


París-Austerlitz
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 153 páginas

   Con emoción y casi con temblor me acerco hoy a esta breve novela póstuma de Rafael Chirbes, fallecido el 15 de agosto de 2015, uno de los grandes narradores en español no solo de nuestros días, sino de todos los tiempos. Lo reflejan los numerosos premios con los que fue galardonado, pero mucho más, sus memorables novelas: Mimoun, La larga marcha, La caída de Madrid, Crematorio y En la orilla, entre otras. Obras, especialmente las últimas, que reflejan fielmente el presente -la vida privada de las naciones-, sin escamotear las crisis que nos atenazan. Porque Rafael Chirbes siempre hizo literatura de lo que veía, como el mismo confesaba pocas semanas antes de su fallecimiento.
   Su legado literario es París-Austerlitz, concluida dos meses antes de su muerte, y, sin embargo, fruto de un trabajo laborioso: tomado y retomado intermitentemente durante veinte años hasta tener listo su última donación a los lectores. Una novela breve, pero muy intensa, vivísima, una escritura alejada de lo concesivo, sin hurtar un solo ápice de una historia que indaga, como tema de fondo, en los intersticios de una relación afectiva homosexual, y que se aleja de lo que fue la constante de sus grandes novelas sobre la crisis, representadas por Crematorio y En la orilla.
   París-Austerlitz, más cercana por su intimismo y por su misma temática a algunas de sus primeras novelas, a sus orígenes literarios (Mimoun  y La buena letra, sobre todo), indaga como acertadamente escribe Jorge Herralde en la presentación editorial, “en las razones del corazón, tan dispares en ocasiones como irrenunciables (…), enfrentándose con valentía a la constatación de que, aunque nos pese, el amor no lo vence todo”.
   Con una trama que se centra en la relación homoerótica a finales del pasado siglo -aunque quizás no sea ese el tema de fondo-, relatada en primera persona por un joven pintor madrileño, la novela da comienzo por una analepsis no repentina: la escena final en un hospital parisino donde Michel, un maduro obrero, pareja del joven madrileño, agoniza debido a una de esas enfermedades oportunistas que acompañaban al sida, nunca nombrado directamente sino a través de metonimias como “la plaga” o “el mal”. A partir de ahí, Rafael Chirbes se sumerge en las profundidades, en los motivos reales del amor, cuando este es  trampa mortal, como posesión y cosificación del otro, y a la vez luz salvadora.
   El protagonista narrador, de familia acomodada, es pintor, y para alejarse de su padre, se desplaza a París. Allí conoce y se enamora de Michel, un obrero normando que casi le dobla en edad, robusto y vigoroso, que lo recibe en los momentos de la llegada, cuando más necesita ayuda, en su mísera vivienda y, sobre todo, en las dependencias de su corazón. Él será para los clientes del bar en el que se consumía de todo, el chico bien vestido que acompañaba al obrero borracho, que se follaba al borracho Michel.
   La novela disecciona todas las fases y etapas de esa relación amorosa y sexual, desde los inicios prometedores en los que el amor y la pasión lo tiñe todo, a pesar de las desigualdades, no tanto por razones de edad como por status económico y social, hasta las fracturas y quiebras, encuentros y desencuentros entre dos clases infinitamente alejadas. Y bucea, sobre todo, mediante un profundo análisis, en la bipolar naturaleza del amor como pasión, ardor, gozo, iluminación  que todo lo salva, y en su letalidad, en el sexo descarnado y violento. Y en su enfriamiento y caducidad. También en el amor como trampa mortal, como reflexiona el joven narrador que no soporta convertirse en víctima. Celos, turbación, refugio cálido de unos brazos fuertes, recriminaciones, sobredosis de culpa, deseos, el paso de amante a amigo, los meses felices, generosidad, exaltación, mezquindad, madejas de alcohol y sexo, posesión… se van alternando en la introspección subjetiva del narrador que recrea sus visitas a Michel en el hospital, enfermo ya terminal de sida.
   La novela deriva así mismo en flash-backs, en recuperaciones del pasado. Y en ellas el texto de Chirbes rebosa de experiencias compartidas por los dos protagonistas. Especialmente las del obrero normando, víctima de las violencias de la guerra, con una madre que duerme con el niño oliendo a sudores de otros hombres, de los cuerpos invasores alemanes. Es la brutalidad del pasado. Finalmente, imparables grietas causarán el derrumbe del  edificio y harán esfumarse los sentimientos en el joven pintor español.
   Con inmensa acuidad diseñó Rafael Chirbes esta novela circular, que se inicia y tiene un abrupto y terrible colofón que nos hiela la sangre en el hospital de Ruan, donde el amante francés agoniza. Un relato erguido con un aparente desorden temporal, y tejido en un tono introspectivo, un dechado de maestría y destreza, especialmente cuando nos transmite los cuentagotas del amor, el ruido de la carcoma sentimental, o pone delante de nuestros ojos encuentros y desencuentros, o asuntos más triviales como los lugares donde se aman, emborrachan y enfadan. Sin eufemismos, sin piedad, Chirbes describe los efectos devastadores de la enfermedad, “cuerpos condenados sin esperanza de indulto” (“… porque Michel no estaba en aquel cuerpo que respiraba ayudado de una mascarilla, y cuyos huesos y cartílagos se marcaban bajo la quebradiza funda de una piel cubierta de moratones, unos debidos a la acción de las sondas y agujas con que lo castigaban diariamente y otros frutos del cruel avance de la enfermedad” página 42). Y una sabía elección del espacio: un París que es  Vicennes, en apariencia un barrio tranquilo, ocupado por obreros acomodados, pero con no pocas bolsas de miseria. La sordidez de un París plomizo, repleto de jubilados en situación de quiebra, que se ven en apuros para pagar la calefacción, y de tipos a quienes las sombras se tragan sin que nadie los eche en falta. Un marco espacial congruente con los vaivenes de la trama.
   Una calidad de página difícilmente igualable, una prosa riquísima, rebosante de imágenes tan eficaces como refulgentes que, ajenas a cualquier compasión, hablan, por si solas del amor, “un feliz engaño al que uno se somete de buena gana” (páginas 115-116).

Francisco Martínez Bouzas

Rafael Chirbes (Foto: Ana Jiménez)

Fragmentos

“Desde que detecté las manchas hasta que me hice las pruebas, sólo volví a verlo una tarde, y aquel día procuré que no me tocara. No le ayudé a lavarse ni a cambiarse la ropa como había hecho en alguna ocasión, y apenas acerqué la mejilla a la suya para besarlo en el momento de la despedida (nada de flujos, de salivas ni contactos, pensaba, no puedo abandonarme al mal como él se abandonó, no puedo dejarme capturar, no soporto convertirme en víctima). Oía la frase que alguna vez había dicho riéndose cuando atrapaba mi polla  con la mano, o cuando la apretaba con fuerza una vez que la tenía dentro: je t’ai eu, te he capturado. Las palabras pronunciadas entre juegos adquirían ahora un siniestro aire premonitorio: el amor como trampa mortal.”

…..

“Pero la carcoma decía algo distinto. Él no aspiraba a más. Se le henchían los labios de satisfacción cuando me descubría esperándolo bajo las marquesinas de la parada del autobús, sonreía, me palmeaba la espalda y me apretaba los hombros. Daba por supuesto que contaba conmigo, que me tenía a su disposición como él lo estaba a la mía. Tenía trabajo, una habitación en la que vivir, unos cuantos discos, el aparato de televisión, sus paquetes de tabaco y sus botellas de pastis, y me tenía a mí: el mundo giraba seguro y preciso en la cueva negra de los espacios siderales. Dentro de ese presente, sólo podía incubarse en el futuro algún alien benévolo.”

…..

Je suis à toi, me dice Michel. Gime como si estuviera enfermo o drogado cuando empujo para meterme en él, y yo, también enfermo y drogado, quiero ir aún más allá, hacia un interior imposible. Es hermoso disponer libremente de un cuerpo. También da vértigo. Le pregunto si me nota dentro y dice: sí, noto que estás más dentro que nunca. Veo sus ojos que expresan a la vez deseo y entrega, y yo, allí dentro, satisfago su doble aspiración. El habitante en su casa, un eficiente empleado, un orgulloso propietario.”

…..

“Nada fue igual en el momento de la despedida. En cuanto dije que había llegado la hora de marcharme si no quería perder el último tren de regreso a París, se acabaron en seco las bromas. De improviso, en un rapidísimo movimiento, alargó los brazos, los tendió hacia mí y se me agarró al cuello con una fuerza inesperada en aquel cuerpo reseco. No me dejes aquí, gemía. Sácame. Apretaba la cara contra la mía y sus lágrimas me empapaban las mejillas y el cuello. Tengo que irme, Michel, balbuceé. Lo hablaremos más tranquilos otro día. Atrapado por los huesos de sus brazos, mojado por sus lágrimas y por sus mocos, se apoderó de mí una tremenda angustia.
No me dejes, suplicaba. Me hacía daño, me clavaba las uñas en la espalda. Voy a perder el último tren, insistí. Y, para liberarme, me vi obligado a separar con cierta violencia los dedos que me había hundido en los hombros y a tirar con fuerza de sus brazos hacia arriba.”

(Rafael Chirbes, París-Austerlitz, páginas 28, 83-84, 118-119, 151-152)

NOVEDADES DE MENOSCUARTO EDICIONES

$
0
0


  La actualización de hoy será únicamente un comentario informativo. Con la exclusiva finalidad de dar noticia de letras, libros y autores. No es lo que más le agrada al comentarista, ya que estará ausente aquello que es precisamente la esencia de la crítica literaria: la valoración personal, el juicio de valores de un producto literario. Será en otro momento, luego de la lectura reposada de estas tres novedades de Menoscuarto Ediciones, otra casa editora independiente que nació en el año 2004 creada por José Ángel Zapatero, con la publicación de El corazón y otros frutos amargos de Ignacio Aldecoa, un libro considerado como la mejor colección de relatos del siglo XX en una encuesta de la revista Quimera entre críticos y escritores.  Es un sello de Ediciones Cálamo y se ha distinguido por el rigor, calidad y excelencia de sus ediciones para proveernos de buena literatura en los tres géneros en los que edita: novela, ensayo y poesía. Para ello ha creado diversas colecciones: “Reloj de arena” dedicada a la narrativa breve; “Entretanto” que edita obras singulares actuales en pequeño formato; “Cristal de cuarzo” para libros de ensayo y “Cuadrante nueve” que pone a disposición de los lectores narrativa de formato largo de autores tanto españoles como extranjeros. Títulos inéditos como otros ya publicados como Juan Ramón Jiménez, Miguel Delibes, Federico García Lorca o Carmen Laforet… entre los españoles.

   La calidad de la narrativa que nos ofrece Menoscuarto Ediciones, es una inexcusable exigencia para acercarnos, en esta primera visual, solamente informativa y elaborada primordialmente a base de las respectivas presentaciones editoriales, a estas tres novedades de la colección de novela “Cuadrante cuatro”


California
Rubén Abella
Menoscuarto Ediciones, Palencia, 2015, 314 páginas.

Trama argumental:
   “César O’Malley posee todo lo que puede desear un hombre a punto de cumplir cuarenta y tres años: una familia próspera, una profesión estimulante y lucrativa, un piso de lujo. Una noche, mientras prepara un viaje de negocios, se sorprende a sí mismo metiendo unos preservativos en la maleta. Así comienza un doloroso vía crucis que lo lleva a las puertas del infierno. Madrid, Valladolid y el valle de Napa son los escenarios de esta novela que nos muestra con inusual transparencia la precariedad humana. Una fábula contemporánea, incisiva y llena de matices, que nos revela sin ambages que la identidad cambia y la honradez no siempre recibe recompensa.”
El autor:
   Rubén Abella (Valladolid, 1967) posee una de las trayectorias más sólidas de la narrativa hispana de las últimas décadas. Su primera novela, La sombra del escapista (2003) recibió el Premio de Narrativa Torrente Ballester, y quedó finalista del Premio Nadal con la segunda, El libro del amor esquivo (2009). Con No habría sido igual sin la lluvia mereció en 2007 el Premio Mario Vargas Llosa NH, feliz incursión en el microrrelato que ratificó con Los ojos de los peces(Menoscuarto, 2010). Tras su celebrada tercera novela –Baruc en el río (2011)–, el autor regresa al género con California(Menoscuarto, 2015). Licenciado en Filología Inglesa, Abella cursó estudios de postgrado en las universidades de Tulane (Nueva Orleans, Estados Unidos) y Adelaida (Australia). Compagina la escritura con la fotografía y la docencia. Ha impartido cursos y conferencias en universidades de todo el mundo y es profesor de la Escuela de Escritores y de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.


Las inglesas
Gonzalo Calcedo
Menoscuarto Ediciones, Palencia, 2015, 187 páginas

Trama argumental:
   “Vivida en presente, la adolescencia es turbiedad, indiferencia adulta, años que descosen la niñez hasta convertirla en harapos. Vista en pasado, es una quimera: estuvo allí, en las suelas de nuestras deportivas y... sencillamente ya no está. Pero jamás deja de acompañarnos, con sus flaquezas y conflictos pendientes. 'Las inglesas' narra ese rito de paso, el peaje de crecer y encajar una presunta madurez. Estos nuevos relatos de Gonzalo Calcedo no idealizan tiempos pasados, ni embellecen lo triste y sórdido. Tampoco tratan de ajustar cuentas, hacer sociología o dar testimonio. Son historias agridulces donde abunda la ternura, cierto encogimiento de hombros, una pizca de nostalgia y algún desaire, para mirar la adolescencia como un patio trasero al que asomarse de vez en cuando.”
El autor:
   Gonzalo Calcedo (Palencia, 1961) es Santanderino de adopción, es uno de los actuales cultivadores de la narrativa breve (relato y novela corta) más respetados y leídos, una referencia para muchos escritores jóvenes. Poseedor de un estilo propio y reconocible, entre sus libros sobresalen La carga de la brigada ligera (2004), Temporada de huracanes(2007) y El prisionero de la avenida Lexington (2010), editados en esta misma colección. Quizá por ello sus cuentos han merecido premios tan prestigiosos como el NH Vargas Llosa y aparece en las más destacadas antologías del género.


El huésped
Marie Belloc Lowndes
Traducción de  Susana Carral
Menoscuarto Ediciones, Palencia, 2015, 299 páginas.

Trama argumental:
   Hasta cinco películas han bebido del argumento de El huésped, la mejor novela de Marie Belloc Lowndes. Entre ellas figura la primera cinta que dirigió Alfred Hitchcock (The lodger, 1927; titulada en España El enemigo de las rubias). Inspirada en los asesinatos de Jack el Destripador, la obra reúne los ingredientes clásicos de la mejor narrativa de misterio británica. Mientras Londres vive con inquietud la aparición en sus calles de un asesino de mujeres, un extraño hombre sin equipaje alquila una habitación en la casa de los Bunting. La autora crea una atmósfera de suspense desde la primera hasta la última línea en esta intrigante historia sobre la culpabilidad y las apariencias.”
La autora:
   Marie Belloc Lowndes (Marylebone, Londres, 1868-Eversley Cross, Hampshire, 1974) fue una prolífica novelista inglesa que brilló por la atractiva combinación en su narrativa de las tramas emocionantes con el dibujo psicológico de personajes. El huésped (The lodger, 1913), su novela más famosa, está inspirada en los asesinatos de Jack el Destripador, obra que sobresale en una carrera que inició en 1898 con una biografía del Príncipe de Gales, a la que siguieron cerca de setenta títulos entre novelas, libros de relatos, memorias y piezas de teatro, una extensa obra prácticamente inédita en castellano. Aunque murió en Inglaterra, fue enterrada en Francia, cerca de Versalles, donde pasó su juventud.

Francisco Martínez Bouzas

"INVASIÓN": LOS GIGANTES DE LA MENTE

$
0
0


Invasión
David Monteagudo
Editorial Candaya, Avinyonet del Penedés (Barcelona), 2015, 189 páginas

   David Monteagudo (Viveiro, Lugo, 1962) sufrió -o disfrutó- durante no pocos años de la condición de escritor amateur y autodidacta, compaginando su pasión con la de empleado en una fábrica catalana. Plenamente ajeno a los círculos y cenáculos literarios, escribía con tenacidad y fue cosechando varias piezas narrativas. Tres novelas (Fin, 2009, recibida por la crítica como “una bocanada de aire fresco” y llevada al cine; Marcos Montes (2010); Brañaganda(2011), y una colectánea de relatos, El edificio (2012). Regresa de nuevo a las manos de los lectores, en un sello editorial distinto del que solía publicar, con una novela de corte existencial: el drama de un ser humano, un hombre anodino que de pronto se siente extraño en su mundo, e intenta hacer un esfuerzo para mantener su singularidad y no acabar absorbido por el pensamiento único, como señala el escritor.
   Invasiónes una novela con tintes kafkianos, inspirada en la mecánica cotidiana que atrapa al protagonista de El proceso, ya que al autor leinteresa asomarse a las rendijas por las que se resquebraja la realidad. En ese sentido, Invasión es congruente con la extrañeza de las anteriores novelas de Monteagudo, pobladas por personajes inquietantes, raros, malditos o locos como el misterioso lobishome que protagonizó Brañaganda, una novela colonizada así mismo por el mal y el terror, y  en la que el horror reside en la mente humana. Porque el gran leitmotiv de la narrativa del escritor nacido en Galicia es remover en la mente de  personajes desquiciados, víctimas de alucinaciones, obsesiones o de situaciones opresivas.
   Un narrador omnisciente que lo hace en tercera persona, nos acerca a las pesadillas de García, un antihéroe sin nombre, que comienza a ver gigantes, seres de tres o cuatro metros, una visión insólita que solamente él percibe. Ya desde la primera experiencia, aquella visión le produce una sorda inquietud, un gran desasosiego que, sin embargo, no se atreve a compartir con nadie. Las extrañas visiones se repiten, incluyendo otros estímulos sensoriales. Alucinaciones cada vez más reales, percibidas con gran nitidez. Mientras tanto, su vida mediocre de pequeños placeres y pequeñas miserias, con sórdidos agravios y mezquinos agravios con su pareja, casi solamente compañera de piso, da un giro radical; al mismo tiempo que las irracionales alucinaciones se expanden hacia esos tubos amarillos de desescombro, tan bien representados en la portada del libro. Todo ello le fuerza a percibirse a sí mismo como un bicho raro, porque lo extraño, reflexiona, no es ver tipos de desmesurada estatura, sino que le impresionen tanto, que le aterren. Y más desde que le dice el psiquiatra al que acude, que son gigantes que proceden de su interior, generados por su mente. La novela nos conduce por esas experiencias alucinatorias, por el amargo escalofrío que regresa sin pausa, por el miedo de García a llevar el enemigo dentro,  por sus esfuerzos por convivir con esos acontecimientos insólitos, a pesar de que su mente no le da tregua, y, sobre todo, por mantener su propia forma de pensar en un mundo que tiende hacia el pensamiento único.
   El libro admite varias lecturas, pero hay una que sin duda se impone sobre las demás: la lectura en clave existencial, centrada, en este caso, en un ser humano que se siente alienado y diferente en el mundo, puesto que lo que realmente nos transmite el escritor no es un relato sobre la invasión de seres extraños, sino un profundo buceo en la mente de su protagonista.
   Invasión no es, en puridad, una novela perteneciente al género de miedo, aunque muestra el sentido de lo morbosamente antinatural, tal como lo definió un especialista como Lovecraft. Pero sí una novela de suspense o quizás de terror psicológico, que conecta con psicopatías  varias y alteraciones de la percepción de la realidad que se descubre como hostil o marcada por el absurdo, tal como se manifiesta en la escritura kafkiana.
"El sueño de la razón produce monstruos" ( Aguafuerte de F. de Goya, 1799)
  David Monteagudo utiliza con éxito algunos de los recursos técnicos del thriller psicológico, especialmente una de las claves ya formuladas por Poe (“No existe belleza exquisita sin algo extraño en sus proporciones”) y aprovecha los elementos distorsionantes para situar en los mismos los efectos perseguidos. Así mismo, el clímax se crea desde el interior del texto, facilitando únicamente aquellos datos imprescindibles y evitando los rodeos innecesarios. Por eso mismo Invasiónnos atrapa desde las primeras líneas. El ritmo de la escritura no desfallece en ningún momento, y el inesperado desenlace, a primera vista incongruente con la trama, resulta muy original. Un estilo de prosa sumamente conciso, desnudo, sin apenas metáforas (“el barniz de la cortesía comercial” es una de las pocas que he anotado), pero muy eficaz para transmitir una trama ajena a cualquier lirismo.
   En definitiva, una novela sumamente adictiva porque David Monteagudo ha sabido presentar una pieza narrativa perfectamente diseñada y ejecutada que hurga no en hechos insólitos -aunque su presencia es continua e invasiva-, sino en los entresijos y profundidades de la mente humana tiranizada que jamás da tregua y es ella misma capaz de difuminar las fronteras entre la realidad y la alucinación y de crear la angustia y lo terrorífico. Algo que ya había expresado, en la lejana antesala de las ciencias sobre la mente, el aguafuerte de Francisco de Goya, “El sueño de la razón produce monstruos”.

Francisco Martínez Bouzas
                                                     
David Monteagudo

Fragmentos

“La primera vez que vio un gigante, García estaba tomando una cerveza en la terraza de un bar. Entonces no lo identificó como tal, tan sólo pensó que se trataba de una persona anormalmente alta; pero lo cierto es que, ya  aquella primera vez, la visión le produjo un indefinible malestar, no tanto por la desmesurada altura del gigante, como por el hecho insólito y sorprendente, de que nadie pareció reparar en su presencia (…)
Entre los viandantes que llegaban por una de las calles adyacentes, en un flujo moroso y discontinuo, apareció una figura exageradamente alta, una persona, un hombre que avanzaba con pasos lentos y desgarbados, como si lo desproporcionado de su estatura le obligase a moverse a un ritmo diferente al de los otros peatones.”

…..

“Apartó de su mente aquellas imágenes estremecedoras. Una vez más sintió cómo la angustia se apoderaba de su mente, y una vez más hizo denodados esfuerzos por no dejarse arrastrar por ella. Se apartó de la ventana y empezó  a desandar el camino que había hecho, como si quisiera volver a su casa; pero se alejó de ésta, la dejó atrás y siguió andando con un impulso centrífugo, que le llevaba hacia los barrios periféricos de la pequeña ciudad provinciana. Mientras tanto, iba pensando. Pensó en llamar a Mara por teléfono, después en enviar un mensaje, y después de nuevo en llamarla, aunque ellos significaba preparar muy bien lo que pensaba decir, y tener capacidad de reacción, de improvisación, en caso de que ella le descolocara con alguna pregunta inesperada.”

…..

“Su inteligencia estaba procesando todavía aquellos datos. ¿Sería posible que su mente enferma alterara también la percepción de lo que oía, que le estuviera construyendo toda una realidad paralela, todo un delirio sistemático, coherente con la existencia de los gigantes? La sola formulación de esta idea le angustiaba hasta el pánico, le ponía al borde de un abismo tenebroso en el que le acechaba la locura como él siempre la había imaginado y temido: como una total pérdida de control sobre la percepción de la realidad. En cambio, cuando pensaba en la posibilidad -por absurda, por ridícula que fuese a los ojos de la razón- de estar asistiendo a una especie de conspiración que sólo él, por el motivo que fuese, era capaz de percibir; cuando se dejaba llevar por su instinto y contemplaba esa idea íntima y clandestina, sentía una liberación, un destello de esperanza acompañado de un sentimiento de rebeldía que pugnaba por manifestarse.”

(David Monteagudo, Invasión, páginas 7-8, 39-40, 149)

"UNA HOGUERA EN LOS PÁRPADOS": VERSOS QUE TRANSITAN POR LABERINTOS EXISTENCIALES

$
0
0


Una hoguera en los párpados

Marta Domínguez Alonso

Olifante. Ediciones de Poesía, Zaragoza, 2015, 59 páginas.



   No era necesario que Marta Domínguez intentase captar la benevolencia lectora mediante un poema que, desde el pórtico introductorio, nos ofrece sus palabras, nos invita “a todos los viajes del mundo”, nos brinda, en fin, sus abstracciones. Y no era preciso porque sus versos sí que son “de ascenso al cielo”, como la obra perdurables de los buenos poetas: esos y esas poetas capaces de convertir las palabras en el gran milagro y en la gran verdad del mundo, como acertadamente reiteraron los clásicos de mi tierra. Porque denotan, en el acto escritural y en el placer de la lectura, la presencia de los maravilloso en la vida cotidiana. Se ha escrito, en más de una ocasión, que percibir el universo con su entera carga profunda de sensaciones y significados para descorrer el velo de la realidad, frecuentemente inasible, es la condición esencial para escribir poesía. Y a esta develación   no es ajena  la joven poeta aragonesa Marta Domínguez, una voz fresca y poderosa en la actual lírica española, tal como lo acreditan todas las secretas substancias de este libro.

   Un poema no es nada, pero puede serlo todo, escribió con acierto Pedro Salinas, porque cuando es algo más que vacuas palabras rimadas o no, que obligan al poeta a decir lo que no quiere, se convierte en el mejor instrumento humano para apropiarnos de la realidad. Y eso percibo e identifico en los poemas que Marta Domínguez nos brinda en este su segundo poemario.

  Un poemario en cuya primera parte (“Del lado de la Tierra”) es reconocible una obra de pensamiento, el lugar de la lengua donde se ejerce una proposición sobre el ser y sobre el tiempo, tan frecuentados por los poetas de la “edad de los poetas”, como afirma Alain Badiou. No cabe duda de que en muchos de los poemas de Una hoguera en los párpados, su autora ocupa el lugar de los “amantes de la sabiduría”. Entonces, ¿poesía metafísica? Sí y no, porque la poesía que nos ofrece Marta Domínguez poco o nada tiene que ver con los poetas metafísicos ingleses del siglo XVII, cuyos versos se orientaban a captar más la razón que las emociones, y en cuyas antípodas se sitúa la poesía de Marta Domínguez que no desdeña, sin embargo, la conceptualización, ni aquellas palabras e imágenes que le permiten penetrar en los insondables territorios del ser. No del ser metafísico, sino del ser existencial, el Dasein, esa entidad que cada uno de nosotros es por sí mismo y que está aquí en el mundo, en el decir de Heidegger. Y con esos versos entreverados de lirismo y de pensamiento, la voz poética de Marta Domínguez es capaz de incendiar nuestras noches, porque nos alertan de que somos “mil formas de morir”, “un maniquí que se prueba el sudario”, de que “navegaremos río arriba / al lugar alto / donde conviven ratas y palomas.” (página 21). Versos arraigados en nuestra dimensión existencial, que exploran nuestra finitud, con los recursos luminosos, unos contenidos, abiertamente sensuales otros, y las fuerzas mágicas del decir poético. Un decir poético que guarda “una hoguera en los párpados”, guarda memorias, vivencias. También “los viejos rencores en las sábanas de todos los ajuares” (página 24). No están ausentes de este poemario la queja, la denuncia y la reivindicación social y política. Poemas tan bellos, tan crudos y tan sutilmente combativos como “Oriente próximo” o “Sur” así lo confirman. La voz poética abandona entonces el tono mesurado para convertirse en explosión, en denuncia radical de las vilezas del presente.

   Una corta segunda parte (“Monólogo de amor”) a la que dan contenido y forma tan solo tres poemas, nos conduce por las llamas del erotismo. Versos transitados por el “pathos” amoroso, por esa “ubris” psico-afectiva constitutiva de nuestra especie y que hallan su plenitud en los estados amorosos que transforman las experiencias humanas en momentos, quizás precarios, aleatorios, pero que vivimos como óptimos y supremos, hasta llegar a “llorar estrellas encendidas” (página 41).

   La última parte del poemario (“De otros lados”), generosa de nuevo en originales creaciones poéticas, es una exploración, desde la memoria, desde vivencias y experiencias, del propio yo poético: el yo lírico experimenta las horas bizarras del delirio, ve el mundo que arde en las alturas, se siente vaciado por dentro o es consciente de correr quizás tras señales náufragas…, pero sin desprenderse de esa servidumbre y a la vez dicha existencial que marca la tonalidad de todo el poemario.

   No desprecia la poeta los privilegios fonocéntricos, pero no es cautiva ni de la métrica ni de la rima, generadoras muchas veces de mares de versos aprisionados. Versos libres los suyos que le otorgan mayor importancia a otras dimensiones, figuras afortunadas por las que el discurso en la expresión de las ideas, de los pensamientos y sentimientos se aleja de expresión simple o común, como las definió Fontanier. Versos libres para expresar los vivido o lo soñado, pero que jamás renuncian a la forma. Porque el verdadero poema siempre tiene forma. Y la voz lírica de Marta Domínguez asume con éxito el reto de crear nuevas formas para sus poemas, esculpiendo, estirando, engrosando las posibilidades de la lengua, la verdadera patria del poeta.



Francisco Martínez Bouzas



                                                     
Marta Domínguez Alonso

Selección de poemas



ECCE HOMO



“Soy humana,

he aquí la muestra de mi necesaria humanidad,

soy una plegaria hecha de escombros en Nepal,

una huella en el Atlas, como garras que se agarran a la roca,

un surco de tu piel, pequeña,

una sierra escarpada donde hallar múltiples muertes,

soy mil formas de morir,

miles de entrañas, una boca asombrada en la boca del lobo,

soy gotas que titilan en la hoja

de este castaño que aquí ves,

diminutas gotas a punto de extinguirse.

Soy la piedra arrojada contra el tanque,

una nana a medias en Ramalah.

Soy un grito ahogado en Lampedusa.

El botón-ojo que mira alucinado,

de un muñeco de trapo,

un maniquí que se prueba el sudario.

Soy humana,

he aquí la muestra de mi necesaria humanidad.”



…..



ENTRE TUS PIERNAS


“Entre tus piernas

el sol

reflecta rayos de oro.

Y yo me duermo sosegado por el mar

desde el otro lado del contorno de tus senos.

Por llegar a ti, cruzaré cada noche el Helesponto

como un Leandro de pies desorbitados.

Quiero ser estrella arrinconada, anidando dentro de tu ombligo

y deshojar tu risa a cañonazos,

tirar del hilo de Ariadna de tus labios,

lamer la salvia que escurre por tu pecho

y llorar estrellas encendidas

por las noches que no pueda ofrecer

tu cuerpo en algún templo.

En mi plegaria, tu sexo,

que otro tiempo tomé como tributo.

Tu sangre es el cáliz del deseo

que beberé del surtidor preciso

y del anhelo de saberte mía,

arrancaré tus piernas del espejo.”



…..



NIHILISTA



“Me pidieron que hablara sobre flores

pero solo puedo escribir entre las brumas.

Mi danza es nihilista,

atiende siempre al compás del azar.

Subida en hombros de gigantes

veo el mundo que arde en las alturas,

y desdigo a dios jugando con mis dados.



Hambre de justicia tras la plaga

de langostas en el maizal.

Solo ha caído una gota,

solo hay espacio para esta lágrima

surgida de un ojo en vertical.”



(Marta Domínguez Alonso, Una hoguera en los párpados, páginas 18, 41, 47)

"VIVA": TROTSKI & LOWRY EN EL HERVIDERO MEXICANO EN BÚSQUEDA DE LO IMPOSIBLE

$
0
0


Viva

Patrick Deville

Traducción de José Manuel Fajardo

Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 251 páginas.



   Viva es el título con el que Patrick Deville (Saint-Brevin-les Pins, 1957) está a punto de completar su saga de historias que, partiendo del año fronterizo de 1860, viajan de Oeste a Este, y que forman parte de un ambicioso proyecto de doce piezas narrativas rotuladas con la expresión latina “Sic Transit Gloria Mundi”. Las otras seis harán el viaje al revés. Todas ellas, Vivaincluida, persiguen el objetivo de recorrer el mundo acompañando a héroes o antihéroes, luminosos o fracasados momentáneamente, pero que están en el origen o participan en el desarrollo de una exploración, un avance científico, una conquista o un acontecimiento con importantes repercusiones en el transcurrir de la Historia. Novelas de no ficción, cimentadas en un laborioso trabajo de investigación, que incluyen numerosos viajes y se convierten en literatura cuando el escritor detiene la investigación e inventa una forma. Con este plan y esa forma de trabajo escritural, han salido de la pluma de Patrick Deville Pura vida (2004), que recupera la historia del filibustero norteamericano William Walker que alcanzó la presidencia de Nicaragua y sería fusilado; Ecuatoria(2009), un inabarcable mosaico de historias que, de la mano de Pierre Savorgnan de Brazza y otros exploradores antitéticos nos interna en la inmensa franja ecuatorial africana; Kampuchea(2011), sobre el proceso de los jemeres rojos en Camboya; Peste & Cólera, recreación de la existencia de Alexander Yersin, sus aventuras y avatares vitales, y sobre todo sus descubrimientos. Es ahora la vez de Viva, editada en Francia hace dos años y en este mismo mes de marzo traducida al español y publicada por Anagrama.

   Al igual que las cuatro precedentes, Viva es una “novela de aventuras de verdad”. Y como ellas, abundantemente documentada, intensamente épica y adecuadamente ficcional; y transitada así mismo por múltiples personajes que han hecho la Historia, mas con dos protagonistas, dos vidas paralelas y antitéticas, Malcom Lowry y León Trotski, en el turbulento hervidero cultural y político de los años 30 del pasado siglo en México, país de emigrantes y desarraigados, también de soledades según Octavio Paz, generoso asilo de exiliados de todo el mundo y teatro de vidas paralelas, de encuentros y desencuentros. En ese México efervescente y en ebullición, ellos Trotsky y Lowry serán las columnas dorsales  de una historia río, con múltiples afluentes, que Patrick Deville confiesa haber escrito contra la amnesia general, y también contra la propia. Pero en ese frenético borboteo mexicano, convergen otros nombres que, a su manera, también han acarreado su grano de arena a las dunas de la Historia. Por eso mismo, Viva  es una gran caja de resonancia de los grandes acontecimientos culturales, políticos e incluso bélicos de la primera mitad del siglo XX. Y punto de encuentro de los personajes más emblemáticos, creativos, contradictorios y destructivos, de los que van de exilio en exilio, de los que viven en el filo de la navaja. En las páginas de Viva, junto al proscrito Trotski, el defensor de la Revolución permanente e inventor de la Cuarta Internacional, y Lowry, el genio en fuga, el “obrero literario”, hundido en el alcohol y en la embriaguez mezcalera, cuyas vidas Deville reconstruye de forma fragmentaria, aparecen otros muchos que llegan a México: Ret Marut que será Traven y Cravan, del que heredaremos El tesoro de Sierra Madre; Antonin Artaud que ha venido a México a calcinar sus nervios; Tina Modotti, ciudadana del dolor del mundo, que extrae la savia de sus raices temperamentales italianas y las alimenta con sus cinco amantes; Graham Greene, novelista y agente secreto que llega para escribir una novela sobre las miserias de los hombres y sobre los horrores de la Historia; André Breton que no sabe a qué viene, se siente inhibido ante Trotsky y que será para Frida Kahlo, junto con todos los surrealistas, la mierda que provoca el surgimiento de los Hitler y Musolini.

   Es el México que, después de la batalla del Ebro, recibe a los refugiados del POUM y a los estalinistas de las checas que los exterminaban. Que también acoge a los enviados de Stalin, una madre y su hijo, Caridad Mercader y Ramón Mercader, que llega con un pasaporte falso, un piolet y formado en Moscú para matar a Trotski.

  Todo comienza en Tampico, con el mecánico Sandino descubriendo el anarcosindicalismo y que en Nicaragua será  el “general de los hombres libres”. También en Tampico arriba, a bordo de un petrolero noruego, León  Trotski y su mujer Natalia Ivanova Sedova. Trotski ya es un “vencido errante” que ha recorrido el planeta. Los recibe una joven mujer, Frida Kahlo. En el tren personal del presidente Lázaro Cárdenas, se dirigen hacia la Ciudad de México y, en la Casa Azul, retoma su combate revolucionario, recibe las noticias de los fusilados por trotskismo y sabe que su nombre está siendo barrido de la Historia. A su lado estarán Diego Rivera, el ogro devorador de mujeres, el genio encarnizado, homérico, el artista criado en el bosque, según su propia leyenda. También otros muralistas, Orozco y Siqueiros que comandará el primer intento de asesinato. Y la banda de los trece que se reúnen en la casa de Tina Modotti y se convierten en  héroes o traidores.

   En 1936 llegaba a Acapulco un joven inglés, Malcon Lowry. Le acompaña su esposa, Jan Gabriel. Se instalan en Cuernavaca, más tarde en Oaxaca y, entre excesos alcohólicos, soñará con escribir Bajo el volcán, que, tras incontables reescrituras, concluirá diez años más tarde en una cabaña en la Columbia Británica. Pero en México, tal como escribe Juan Villoro, uno de los escritores actuales presentes así mismo en la novela, Lowry encontrará de manera definitiva el deslumbramiento y el desplome que buscaba.

   Tras haber recorrido el mundo cada uno por su lado, el escritor y revolucionario ruso y el escritor inglés están en México, pero sus existencias mexicanas discurrirán en paralelo, sin jamás encontrarse.

   Todo había comenzado en Tampico y todo acaba en Tampico, en la guerra abierta que libran los cárteles de la droga. Y tras incontables amores, infidelidades, traiciones, fracasos, idealismos, desgarros, intentos de participar en la Historia, con muchas manos manchadas imprescindibles para que aquella avance, ya los hemos olvidado. Porque, tal como cierra la novela el autor, “Aquellos que, en lo alto, creían distinguir en el horizonte los amaneceres radiantes de las revoluciones políticas y poéticas descienden ya a la oscuridad” (página 242).

  
Patrick Deville
Novela fragmentaria, quizás dislocada, con roturas temporales, con anticipos, avances y retrocesos. Mas ello no obsta para que estemos ante una novela, ese reino de la libertad que por su misma naturaleza puede y seguramente debe de ser proteica y abierta. Patrick Deville maneja con oficio esta nueva amalgama de historias, biografía, ficción y reportaje. Acierta, una vez más, con esas estructuras paralelas y con la subversión del género novelesco en el que, sin calzador, introduce testimonios, referencias, citas epistolarios…. Todo en un productivo diálogo con la ficción. El autor relata así mismo sus propias errancias por algunos de los derroteros recorridos por sus héroes o villanos. Y describe, a la vez con precisión y fantasía, los años 30 del tumultuoso hervidero mexicano, la indígena belleza convulsiva de un país que a la vez atrapa y espanta. Con dos brochazos o dos sutiles pincelas (“La linda princesa y el sapo gordo”, Frida Kahlo y Diego Rivera, página 54) delinea los personajes, un amplísimo abanico de transeúntes por las veredas mexicanas o por los caminos de medio mundo. Y sus hechos paralelos que integra y funde en una estructura superior cuyo resultado es una exultante novela, escrita con un estilo de prosa claro y preciso, dotado de gran fuerza evocativa, refulgente y atravesada por ciertos ramalazos líricos que penetran con fuerza en el entramado novelesco, y elevan su tonalidad épica -quizás Viva es la más épica de la saga-, que trasladan al lector a lo más profundo de aquellos seres que, con sus obsesiones, sus excesos, alucinaciones, fuerzas volcánicas e idealismos, han sido capaces de dividir la Historia y se han aproximado a lo absoluto o a lo imposible.



Francisco Martínez Bouzas


                                                      
Frida Kahlo recibiendo a Trotski y a Natalia Sedova en Tampico (1937)

Fragmentos



“Rivera dibuja los arcanos isabelinos de sus amores y disputas, el nido de víboras. Trotski se entera de que Frifa Kahlo y Diego Rivera se casaron en casa de la fotógrafa revolucionaria Tina Modotti, también ella miembro del Partido, aunque estalinista: Tina, la traidora. Frida Kahlo tiene veintinueve años, tiene los senos pequeños y levantados, sus pezones son muy oscuros, así se ven en una fotografía de ella con el torso desnudo, quizás tomada por Tina Modotti, la mirada es orgullosa y lleva una pistola metida en la cintura de su falda larga. Trotski todavía no los ha visto, los senos de Frida.

Cada noche trata de retener los nombres, comienza a comprender que ha abandonado a una hechicera por otra, la noruega por la mexicana. En mayo de 1940, será uno de los pintores muralistas, David Alfaro Siqueiros, quien propicie el primer atentado con metralleta contra él. Sólo algunos nombres de esa pequeña banda le resultan ya conocidos. Sandino, por supuesto, y quizás Traven. Sobre todo Maiakovski, el poeta ruso sobre el que escribió una alabanza. Éste había embarcado en Saint-Nazaire rumbo a Veracruz, había escrito a bordo «El océano Atlántico» y se había quedado un tiempo en Ciudad de México, en medio de la pequeña banda, antes de regresar a Moscú a pegarse un tiro en el corazón.”



…..



“Tiene cincuenta y siete años y ésta es la última cosa que esperaba. Ha escapado de la nieve y del hielo de Noruega, de las garras de la GPU de Stalin y de la Gestapo de Hitler. Si ningún país hubiera aceptado darles un visado, el proscrito y Natalia habrían sido devueltos a los soviéticos, y eso habría significado la muerte en Rusia. Diego Rivera había sabido convencer al presidente Lázaro Cárdenas para que acogiera a los fugitivos, utilizó su inmenso prestigio para salvarles la vida y organizó su acogida en la casa azul de su compañera. Gracias a Rivera él está vivo, pero está también fuertemente enamorado de su compañera, de la Malinche, de la amante indígena de Cortés, que le enumeró los dioses de los aztecas y tradujo las palabras del emperador Moctezuma.”



…..



“Pero en Lowry y en Trotski la cuestión es mucho más amplia: saber con qué fin se vende el alma al Diablo. Para que esta hermosa y terrible soledad y esa fuerza interior que les hace abandonar la vida que les gustaría llevar y a los seres que aman, para irse siempre cada vez más lejos en busca del fracaso que vendrá  a coronar sus esfuerzos.

Les gusta la misma clase de felicidad, una felicidad simple y antigua, la del bosque y la nieve, la de nadar en aguas frías y la de la lectura. Lo de estos es como acercarse al misterio de la vida de los santos, buscar aquello que los impulsa hacia los eternos combates perdidos de antemano, el absoluto de la Revolución o el absoluto de la Literatura, en los que nunca encontrarán la paz, la tranquilidad de la labor cumplida. Es ese vacío que se siente y el que el hombre, en su insoportable finitud, no sea aquello que debería ser, la insatisfacción, el rechazo de la condición que nos vence, también el inmenso orgullo de ir  a robar una chispa cuando es su turno, incluso si saben bien que terminarían encadenados a la roca y continuarán así demostrándonos eternamente que han intentado lo imposible y que lo imposible puede buscarse. Eso es lo que gritan y lo que nosotros solemos fingir que no oímos: que de cada uno de nosotros se espera lo imposible.”



(Patrick Deville,Viva, páginas 43, 54-55, 148-149)

LA NARRATIVA ERÓTICA DE ARMANDO G. MUÑOZ

$
0
0


Palabras Morbosas

Cuentos eróticos

Armando G. Muñoz

CreateSpace:Self Publishing, Charleston, 2015, 84 páginas.



   Las redes sociales están propiciando que también en el mundo del libro, incluido el libro en papel, se hayan anulado las distancias. Esa es la razón por la que he podido leer, en estos últimos años, narrativa y  poesía editada en América Latina y en Estados Unidos, en esa segunda Latinoamérica que es el estado de Florida. Y de Kissimee, Florida, me han llegado tres muestras de las inquietudes y del quehacer escritural de Armando G. Muñoz, heterónimo del escritor cubano Bárbaro Gregorio Muñoz (Marianao, Ciudad de la Habana, 1957), que, como el mismo confiesa, vivió durante casi cuarenta y nueve años el experimento socialista cubano. Y cuya vida, hasta que en el año 2006, gracias a los beneficios de la lotería de la visa, logró salir de Cuba y trasladarse a los Estados Unidos, es una verdadera novela: desertor del Ejército Juvenil del Trabajo, capturado y condenado a cuatro años de prisión que redimió en parte en la zafra. Múltiples intentos de salir de Cuba por distintas vías, pero algo siempre falló. Finalmente en el frío invierno de New Jersey, a orillas del río Hudson, pudo dar inicio a su sueño, largo tiempo ansiado.

   Armando G. Muñoz es un verdadero currante  de la literatura, aunque sin salario fijo. Cuentos, poemarios, antologías poéticas, una entrevista ficticia a Fidel Castro y varias novelas. Hoy leo y comento su colectánea de cuentos eróticos, Palabras Morbosas. Una selección de relatos de mediana extensión en los que el lector hallará, en efecto, cinco narraciones donde se rinde culto a la erótica, esa afección teñida de deseo, que es así mismo género literario, y que tiene que ver con la recuperación de los cuerpos silenciados y transgresores.

   Tanto en los tres relatos cimentados y sustentados en una trama, como en los dos que son simples escenas, instantáneas, la sexualidad ocupa la centralidad, y su narración produce desasosiego en el lector, porque reúnen las dos condiciones imprescindibles de la literatura que se encuadra en este subgénero: tensión erótica y una aceptable elaboración literaria, especialmente en los primeros. Armando G. Muñoz nutre sus relatos con aquella condición que ya exigía Rousseau: que los lectores puedan leer con una sola mano. La otra, libre para ejecutar lo que dicte el deseo. Y cumple además con otro requisito, seguramente más substancial y difícil de lograr: el darse por entero al lector para que este sienta placer, como escribió Roland Barthes.

   En las dos historias carentes de trama, el autor nos regala el encuentro-desencuentro de la bella mujer madura que se transforma en un frenesí sexual (“Te descubrí”). O el deseo, el sabor del sexo, sus placeres en una sesión de chat con cámara web (“Chateamos”). Mucha más substancia diegética anida en “Mario o María”. Mario, el niño cubano que nace maricón, se prostituye con viejos oficiales, conoce a  extranjeros que a la Isla llegan buscando sexo con los hijos de José Martí, vende su cuerpo por el placer de la comida, del trago o por un paseo. Amante de una española en Madrid por expreso deseo de su marido, se enamora, sin embargo de un hombre maduro, al que le entrega su corazón y su cuerpo transformado por el bisturí. Pero la bomba asesina de ETA -no la mano asesina de Fidel Castro, como afirma el autor, por mucho que en Cuba estuviera instalada una colonia etarra- lo arranca de su lado.

   “Confesiones de una mujer de cuatro décadas” es una historia que encierra varias historias: la violación de una niña de cinco años por el hermanastro de treinta, el juego de la seducción al alcanzar los quince con un hombre mayor, amigo de su padre. La única obsesión: ser penetrada por un hombre, el embarazo, el casamiento, el infierno de las traiciones, hasta que la protagonista se siente la señora de cuatro décadas y se lanza a conquistar el mundo y a saciar sus deseos. Un relato centrado en la represión, debido a los tabúes de la educación, y en el desamparo más absoluto, exento de amor.

   Finalmente, “Ir a tu encuentro”, el relato que cierra el volumen, deja un buen sabor de boca: el encuentro afectivo y sexual, en la noche bogotana, de dos seres que se habían conocido por internet. Serán felices hasta el abismo de la partida, pero con la seguridad de que nada los separará.

   El sexo, la pasión, la lujuria hallan en las páginas de Armando G. Muñoz un escenario para expresarse, casi para tener vida. Los relatos de Palabras Morbosas son congruentes con el rótulo del libro. Están escritos con la intención de inquietar al lector, para producir en él excitación y desasosiego, sin caer en la afectación relamida. Con un lenguaje, no solo insinuante, sino abiertamente explícito, muchas veces cercano al código pornográfico, aunque entre ambos las fronteras son difusas. Pero, en todo caso, capaz de introducir al lector en las escondidas y secretas regiones de la fantasía y en las moradas del deseo, ajeno a tabúes y prohibiciones.

   Una edición con un tipo de letra que agradecerán los présbites, en la que sería preciso subsanar, en sucesivas ediciones, algunos errores ortográficos, le da forma y vestimenta a esta incursión del autor en ese santuario donde se rinde culto a Eros, el dios primordial, responsable del amor, la atracción sexual y el sexo.



Francisco Martínez Bouzas




                                                   
Aramando G. Muñoz


Fragmentos



“He llegado a Madrid hace menos de dos horas, Pilar me ubicó en un precioso, cálido y confortable ático del barrio de Lavapiés, allí me ha creado un refugio donde pueda vivir a gusto, es un barrio lleno de inmigrantes, donde pasado y presente se funden. Nada más hemos entrado y nos devoramos a besos, los besos de hembra deseosa, sedienta, de fiera hambrienta, mientras subimos las escaleras que conducen a la habitación vamos soltando las ropas, dejándola como huellas de nuestro camino a los placeres de la carne, nos tiramos en el lecho y la devoro con mis labios, la recorro completa, beso su cuello, sus senos que se yerguen golosos buscando mi boca, su blanco vientre, se regodea de placer, gime la hembra en celo, mis labios besan sus muslos, aspiro el aroma del sexo ardiente, aún no es su turno, continúa mi búsqueda de nuevos sitios no besados, de lugares ávidos de ser recorridos por mis labios, beso sus pies, es increíble como alborota su cuerpo cuando llevo los pies a mi boca, le descubrí, como partes del cuerpo son también erógenas, gime, no puede detener su orgasmo, el vientre le palpita como si el corazón acelerado lo hubiera cambiado de sitio, grita, me pega en los hombros con los puños cerrados, atrae mi boca a sus labios, me besa, hace mucho nadie me besaba como ella  lo hace, es una mezcla de amor y deseo salvaje, juego con mis dedos en su clítoris, su orgasmo ha humedecido parte de sus muslos…”



…..



“Mi mano busca tus blancos muslos semi ocultos en la pequeña falda que vistes, no llevas pantis, abre tus piernas golosas, entregando tu húmedo sexo, sin dejar de besarte lo toco, lo palpo, mis dedos recorren tu cabellera, tu humedad, tu clítoris se inflama por la fuerza de tanta sangre, introduzco un dedo, otro, mientras el pulgar roza tu vulva, te crispas, te abres más, me muerdes los labios, mueves el vientre, jadeas, aprietas mi rostro contra el tuyo, mientras te corres en mi mano, estás loca, la puta dormida en ti se despierta, grita, requieres más.

Abres mi cremallera, sacas mi sexo, lo palpas, lo mides, sientes su dureza y lo buscas ávida, golosa con tu boca, no es lo que quieres, necesitas más, mucho más para satisfacer las ganas de placer…”



…..



“A los cuarenta y cuatro años con un chico once años más joven aprendí cuanto disfruta una mujer cuando le hacen sexo oral, conocí el placer de un orgasmo mientras unos labios diestros y conocedores besan tus labios vaginales y manipulan tu clítoris y vulva, el nunca lo hizo, al muy hijo de su madre le encantaba se lo hiciera, una sola vez lo intentó y largó un asqueroso vómito en mi sexo, hoy tuve dos maravillosos orgasmos, mientras el chico se comía literalmente mi sexo, pero algo le faltaba, solo me penetraba y «pun», tenía su orgasmo, el chico no los controlaba. Con él conocí dos cosas de las que antes había escuchado hablar y no conocía, «el sexo oral y la eyaculación precoz». No nos volvimos a acostar, no quiso ir de nuevo a mi lecho, le hablé, le expliqué, le dije de ir a un especialista, no aceptó. Conocía su mal, pero no deseaba darle solución.”



(Armando G. Muñoz, Palabras Morbosas, páginas 18-19, 26, 71)
Viewing all 833 articles
Browse latest View live