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"NEBIROS": NOVELA MALDITA E INFERNAL

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Nebiros
Juan Eduardo Cirlot
Epílogo de Victoria Cirlot
Ediciones Siruela, Madrid, 2016, 186 páginas

  Nebiros,la única novela de Juan Eduardo Cirlot (Barcelona, 1916–1973), fue escrita en 1950. Sin embargo, esta de 2016 es su primera edición, porque la censura de la dictadura franquista dictaminó lacónicamente que era una novela de “moralidad grosera, repugnante. No se debe autorizar”. Fue así como la novela de Cirlot se convirtió en un texto más que dejó de existir debido a una censura, revestida muchas veces de tintes kafkianos, del nacionalcatolicismo de los vencedores de la Guerra. La religión y la moral sexual se convirtieron en los temas preferidos de las tachaduras y prohibiciones de la censura posbélica en su primera época. En un epílogo muy documentado y esclarecedor, Victoria Cirlot, hija del escritor, da cuenta de aquella denegación de una autorización solicitada ingenuamente por el que iba a ser su editor, José Janés. Y al mismo tiempo informa de las vicisitudes del manuscrito que Juan Eduardo Cirlot no destruyó, contrariamente a lo que había hecho con todos sus papeles anteriores a 1958. Aquel manuscrito retorna ahora  en forma de libro, editado por Siruela, tomado del original sometido a la censura, con las correcciones realizadas por el autor.
   Juan Eduardo Cirlot fue poeta, compositor, crítico de arte y autor del Diccionario de símbolos, de gran éxito editorial. Un nexo intertextual muy marcado une a Nebiros con la obra poética del autor, de corte surrealista y simbolista.
   En el libro Los secretos del Infierno (1522) halló Cirlot el título para su novela. Nebirus es el marqués del infierno, uno de los demonios superiores, conocido también como Cerberus, Neberus, Neferus. Suprimida la forma latinizada, queda Nebiros, un nombre que, por su cercanía a niebla y por contener la letra n, símbolo de la negatividad (ni, nada, nunca…), agradó al poeta. Con ese nombre rotula Cirlot un bar donde el protagonista vive un estado alucinatorio.
   La acción de la novela la sitúa el autor en una ciudad portuaria carente de nombre, pero fácilmente identificable con Barcelona. El protagonista, igualmente innominado, sale un atardecer de su oficina, y en un pacto con el demonio Nebiros y hasta el alba del día siguiente, realiza un errático y atormentado paseo por los rincones más sórdidos de la urbe: bares, tugurios y prostíbulos del barrio chino de la ciudad. En su vagabundeo casi hipnotizado, sus pensamientos irán siendo ocupados por borrachos, indigentes y sobre todo por prostíbulos. Se encierra en una habitación con una de las prostitutas más feas, preocupado más por lo que debía dejar de hacer que por lo que tenía que hacer. Entre  el asco, el miedo y sus turbios pensamientos nihilistas, así como una fascinante e insuperable fascinación del mal. Un acuciante y animalesco instinto sexual, deshago de sus nervios. Y a medida que avanza el vagabundeo, la tonalidad de la novela se vuelve densa, agobiante, produciendo en el lector una irrespirable sensación de claustrofobia.
   La novela está contada por un narrador omnisciente que nos permite vislumbrar los pensamientos del personaje. De este modo, el deterministico y  maléfico periplo físico se ve completado por el viaje interior del protagonista por los vericuetos de su mente atormentada, que percibe la existencia como algo carente de sentido, en la misma línea del existencialismo, del que sin duda bebió Cirlot. En un repetitivo monólogo interior, se van haciendo evidentes los insondables abismos en los que está sumida la mente humana en relación con el yo personal y con los demás seres humanos.
                                              
El Raval, barrio chino de Barcelona, en la posguerra

    La novela ilumina la existencia humana con lo más oscuro de las sombras, a través de un personaje hundido en la noche. Un “desenterrado”, como lo ven las prostitutas. Esta tonalidad sombría, nocturna, con predominio de la degradación de bares que parecen el refugio de almas solitarias, con prostíbulos repugnantes, laberintos del deseo, con oscuras obreras del sexo, no hace más que revelar el estremecedor y desvalido interior de un hombre en su deriva existencial, alejado de toda esperanza.
   La novela es un reflejo de lo siniestro, un “enamoramiento” de la nada, como se ha escrito. Una conjunción de fuerzas maléficas para quien cree en ellas. Por eso, con razón habla Victoria Cirlot de que el relato de su padre se sutura claramente con aquella tradición literaria “tumultuosa” que mantiene relaciones con el mal. Viaje pues a los avernos humanos, a lo más oscuro de lo que somos, alumbrados por titilaciones del mal. Pero este mundo turbio y los soliloquios nihilistas del protagonista aparecen reflejados a través de una potente fuerza poética, plagada de simbolismo y expresividad. Y quizás por un perfecto conocimiento de las interioridades del protagonista, aunque Juan Eduardo Cirlot nunca confiesa que es él el héroe / antihéroe de su relato.

Francisco Martínez Bouzas

                                                   
J. Eduardo Cirlot retratado por Leopoldo Pomés
Fragmentos

“Dejó el tomo de medicina y volvió a tomar el que trataba de las interioridades del infierno. En una especie de tabla, de manera muy científica, estaban indicados los nombres de las altas jerarquías del submundo, con cita de los poderes peculiares que les estaban conferidos. Luzbel, Satanachia, Crararia, Nebiros, Aglipheret, etc. Cada demonio reinaba sobre un pecado capital, pero de Nebiros se decía que sus dominios consistían en un pecado que alude la Biblia, que no se puede nombrar o, mejor dicho, del cual se ignora la esencia. Al ver esta directa alusión, no pudo menos de estremecerse. ¿Cómo no había advertido nunca tal cosa? Si había un pecado desconocido, era equivalente a la enfermedad desconocida, a aquello por lo que él sufría sin saber a ciencia cierta la razón y para llegar a la entraña de lo cual solamente había contado con el paralelismo establecido por la herida de Amfortas, en Parsifal. Nebiros. El gran demonio estaba representado con todos sus atributos; la cola era especialmente poderosa, provista de un garfio agudo como el de un alacrán. Nebiros era su dueño.”

…..

“Prosiguió avanzando y al llegar a una esquina tomó por la calle que conducía a la salida del barrio. Siguiendo luego por la que empezaba  a la derecha llegaría a una plaza que hubiera preferido no ver, pues parecía hecha ex profeso para las ejecuciones públicas. Cuadrada, maciza, de terreno irregular, sin empedrar, los siglos parecían no haber pasado por aquel espacio en el que resonaban aún los aullidos de la muchedumbre y los lamentos de los moribundos, atados al poste del garrote, o al nudo corredizo de la horca. Pero tenía que pasar por allí si quería visitar la serie de tres o cuatro prostíbulos que había al final de la calle. Sin saber la causa acaba siempre por caer en ellos. Eran como el comedor colectivo; ni el tugurio definitivamente miserable, ni el falso aspecto de lo que se presentaba cómoda y alegremente. Estaban pintados de colores chillones y obscuros, en los que predominaba el rojo sangre buey. Una substancial atmósfera se había remansado en tales interiores, los cuales parecían conservar toda la primitividad de aquella institución eterna.”

…..

“La cama se licuó como el hielo sobre las brasas y el lavabo se convirtió en una enorme bahía llena de luz y de barcos antiguos, con velas de colores y remos de plata. Las piernas de aquella mujer ascendían hasta el cielo convirtiéndose en el eje del universo, en el alma del mundo. Solamente el sexo permanecía allí como una alusión infernal, como un grabado mágico en el que cada rasgo fuera el ideograma de un alfabeto oculto. Su mirada iba de aquel receptáculo teñido de rojo a la infinita espacialidad que se había abierto en la habitación, mientras las manos de ella correspondían a su caricia con la más enervante de todas. Su ardor sagrado se había comunicado a la pobre mujer, cuya cabeza sufría sacudidas espasmódicas y cuyos ojos apagados y tristes se reflejaban dos ciudades lejanas o dos puertos parecidos al que ardía a su lado derecho, mientras la bombilla roja, como una luna desconocida, de otro sistema planetario, parecía transitar por el aire, avanzando y retrocediendo rítmicamente hasta obscurecerse y confundirse con la noche total.”

(Juan Eduardo Cirlot, Nebiros, páginas 56, 76-77, 112)

"POESÍA DE LA CONCIENCIA": DOS POEMAS DE JUAN CARLOS MESTRE

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Juan Carlos Mestre
   Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) es un creador integral: pintor, grabador, ensayista y uno de los grandes poetas de la lírica actual en español. Algunas de sus producciones  poéticas como La tumba de Keats (1999), La casa roja (2008) o La bicicleta del panadero (2012) son libros fundamentales de la poesía española contemporánea. Juan Carlos Mestre ha obtenido los premios más selectos del panorama poético español: desde el Premio Adonais de Poesía (1985), el Jaime Gil de Biedma (1992), hasta el Premio Nacional de Poesía (2009) por el poemario La casa roja.
   Poeta torrencial, onírico, pasional, fantástico, pero también rebelde, irreverente, político, civil. Su poesía destila color y acordes musicales, mas también hirientes dardos verbales contra la barbarie y la usura del neoliberalismo/neofeudalismo actual, y contra tantas corruptelas que se quieren hacer pasar por prácticas religiosas. Él mismo escribe que, si algún sentido tiene hoy la poesía, es la fundación de un acto, nuevo o reiterado, de conciencia. Y con el término conciencia define su obra: una amalgama de conciencia crítica civil y política y, a la vez, conciencia de la propia materia poética: la búsqueda y el cuestionamiento de todas las potencialidades del lenguaje. Con este lenguaje aspira a que el poeta se convierta en testigo incómodo del presente, porque la poesía necesariamente debe ser “la voz moral de los pueblos, la articulación crítica de la conciencia (…), y el poeta, enfrentado al tiempo y fijando en su palabra aquello que borran los discursos del poder, del sistema y los actos de fuerza, ofrece la perdurable duración de la palabra”. Seguir recordando para qué fueron hechas palabras como piedad, misericordia. Y sobre todo, captar y hacer efectivo el significado de la palabra justicia, cuando “una bebida refrescante con burbujas se ha apropiado del discurso de la felicidad”.
   Quizás un cierto irracionalismo reviste su poesía, pero los versos de Juan Carlos Mestre nunca dejan de cimentarse en la realidad. Y el poeta torrencial nos percute y fulmina con efectivas cataratas de imágenes, metáforas, figuras, juegos lingüísticos que amplían el poder y los horizontes significativos de la palabra. También en los textos poéticos de Juan Carlos Mestre tiene lugar una superación del concepto tradicional de poesía, pero más que transgresión deconstructiva de los géneros, lo que se produce es un diálogo entre el verso y la prosa. Y así mismo, entre dos culturas y entre dos lenguas: la alta cultura y la cultura popular; la lengua que es extranjera dentro de la propia lengua y la lengua habitual, enraizada en el habla cotidiana.
   Para acercarnos a la obra poética de Juan Carlos Mestre, reproduzco dos poemas: “Llueve, llueve sobre las cúpulas bruñidas por el beneficio” y “Todos los libros llenos de palabras”. Los contextualizo con dos breves referencias a los poemarios de los que han sido extraídos (La tumba de Keats y La bicicleta del panadero)
                                                  
                                                 
Portada de la segunda edición
                                                
La tumba de Keats: escrito durante la estancia del poeta en Italia (1997-1998) y publicado en 1999 por Hiperion y en 2016 por Calambur. El libro es un largo poema que se desliza por el cementerio no católico de Roma en el que se hallan las tumbas de Keats, Shelley, Gramci y tantos seres anónimos. La palabra poética se expande sobre la tierra de Roma, navega por el Tevere, se sumerge en la secular historia de la ciudad, “en  la que cada piedra puede ser una lápida”. La voluntad utópica enfrentada a los grandes relatos del horror,  a las cuentas y balances del poder y de la muerte. Por eso mismo La tumba de Keats, como ha escrito Juan M. Molina Damiani, “se conforma como una autopsia de Roma, metonimia escatológica de la podredumbre de la iglesia capitalista, de su banca, de sus ejércitos, de su burocracia, de su pancapitalismo nada cristiano”. El relieve semántico de los términos reiterados en las anáforas del poema que reproduzco, intensifica la condena de los beneficios capitalistas, de la especulación, la usura y del sistema de creencias y de prácticas que configuran la “gran cloaca romana”, tan alejada de la fe cristiana.


LLUEVE, LLUEVE SOBRE LAS CÚPULAS BRUÑIDAS POR EL BENEFICIO


“Llueve, llueve sobre las cúpulas bruñidas por el beneficio,
sobre los estandartes empapados por la usura del comercio llueve,
llueve sobre los muros del Pontificado y los altares de lo Absoluto,
todo el día llueve bronce sobre las campanas, sangre sobre las espuelas,
llueven monedas de oro sobre el árbol de los abstinentes,
llueve saliva de óxido sobre la teogonía de los metales,
sobre las estatuas fundidas con la brevedad de los hombres,
llueve sobre las llagas barrocas de la fe y sobre la corona de espinas,
sobre San Sebastián según un modelo de Bernini atravesado por el acero,
llueve la polilla del psicoanálisis sobre las negras sotanas,
llueve en las afueras del hombre y en las cercanías del otro hombre que va en él,
llueve sobre una mujer, la lluvia deja de ser lluvia, la mujer deja de ser mujer,
llueve sobre lugares húmedos y el agua de los estanques favorable a la peste,
llueve sobre los puentes y sobre el jardín en la casa de las prostitutas,
llueve sobre los muchachos amenazados por el resplandor de la velocidad
y el reclinatorio de los que van a morir a la edad de los príncipes.
Aquí hay otra escritura, aquí amor y pájaros góticos contra la solemnidad del eco,
aquí las viejas semillas, la madera de cruz plantada por la mano del romano,
el burgo erigido hace ahora dos mil bajo las estrellas que inventó Copérnico,
el mausoleo en cuya avaricia vive predestinada Roma, desvalida y esclava,
el déspota que huye hacia otra ciudad que no existe en un caballo de hierro.
Este es el lugar donde el escéptico le da la mano al inmoral
y llamo inmoral a aquél que carece de la virtud de reconocerse en el otro,
el insumergible en su mina de talco, el que ejerce la jerarquía como innato derecho
y construye su tormento sobre la escoria de otros,
el obsesivo en la negación de los actos ajenos,
el impostor que muta, el himno con el que se alaba lo que se desprecia,
                           la cautela ante el gozo.
Hablad voces de la decrepitud, hablad bajo los párrafos inciertos
                           del que padece memoria,
lo que bajo las costillas del puente dedicado a la memoria de Umberto Primero
                           es escritura de la gran cloaca romana,
allí donde la deformación de la belleza conduce el pensamiento
                           del hombre a la embriaguez,
donde la persistencia de la hermosura abre su ojo de cíclope y extravía a los adúlteros
                           por un paisaje con niebla.
Toda la vida se parece a mi vida.
la cabeza de Minerva y la de San Juan Bautista.
el tributo con que paga el hijo la cripta de su padre.
el agua del Nilo con que hace su pan el herrero, la pasta de polvo con que imita
                           el albañil las piedras,
la destilación de la música en los pasadizos, la lengua del Tíber abriendo
                            las aldabas de la noche,
toda la vida se parece a mi vida.
el ojo del insubordinado se parece a mi ojo, la boca del inexistente se parece a mi boca,
el gusano pasta la yema del jaguar, la metafísica hace su aparición en la anestesia,
el convicto ha cancelado su pacto con la respiración, el papiro ha cerrado
                            su acuerdo con las lianas secretas,
la incinerada vocal de la náusea es inminente.”


                                               


La bicicleta del panadero: publicado en el año 2012 por la Editorial Calambur. Es un texto de poesía atípico  por su extensión (480 páginas), anacrónico frente a la omnipresencia del poemario de escasas páginas. El título hace referencia a la bicicleta de las experiencias infantiles del poeta en el pueblo natal, donde el padre  repartía a diario entre sus vecinos el pan que cocía en la panadería familiar, pedaleando en una bicicleta. Juan Carlos Mestre integra en los numerosos poemas de  La bicicleta del panadero la cultura popular y la cultura exquisita, renovando así, como escriben sus editores “el diálogo con la conciencia civil: una conmovedora visión de las utopías de la felicidad, la desobediencia ante el sufrimiento y la insurrección  estética como acto de legítima defensa frente a los discursos de dominación. El poeta le cede la voz a una polifonía de voces que van desde el herrero, el albañil, el carpintero, el hojalatero… hasta el poeta y al más humilde de los mendigos. Integración así mismo y borronamiento  de la alta cultura (Shakespeare, Hölderlin, Rilke…) y la cultura popular, aludida ya en el título de un texto mayor, un poemario en el que el Juan Carlos Mestre más audaz e irreverente y también divertido nos deslumbra y encandila con la precisión y riqueza del lenguaje poético

 
TODOS LOS LIBROS LLENOS DE PALABRAS

“Y todos los libros llenos de palabras
y todos los calendarios llenos de días
y todos los ojos llenos de lágrimas
y llena de nubes la cabeza de todos los mares
y llenos de coronas y puntapiés todos los relojes de arena
y de jirafas molidas todos los pechos condecorados
y todas las manos llenas de verano y caracoles marinos
y todos los dormitorios llenos de manojos de explicaciones
y de pantalones disecados las sillas en todos los prostíbulos
y todos los huecos llenos de público
y todas las camas llenas de electrocutados
y todos los animales llenos de espíritu y pánico
y de feroces gritos los árboles en todos los aserraderos
y todos los tribunales llenos de testimonios
y todos los sueños llenos de sacacorchos
y llenas de chicas todas las estrellas
y todos los libros llenos de palabras
y todos los calendarios llenos de días
y todos los ojos llenos de lágrimas
y todas las peceras y todos los pupitres y todas las cenas íntimas
y todos los razonamientos llenos de indudables edificios
y toda la primavera llena de moscas y crisantemos
y llenas todas las iglesias y todos los calcetines y todas las peluquerías
y todas las mujeres llenas de gloria
y llenos también de gloria todos los hombres
y todas las perreras llenas de ángeles
y todas las llaves llenas de puertas
y todos los bazares llenos de ratones
y llenos de barrenderos todos los cuadros
y llenas de estiércol todas las escobas de la patria
y todas las cabezas llenas de radiografías e intríngulis
y llenas de luz todas las subestaciones eléctricas
y llenos de amor todos los manicomios
y todos los cementerios llenos de salvavidas”

Francisco Martínez Bouzas

"DÍAS CONTADOS": LAS IMÁGENES REALISTAS DE LA MOVIDA MADRILEÑA

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Días contados
Juan Madrid
Alianza Editorial, Madrid, 2016, 271 página

   Alianza Editorial ofrece una nueva edición de Días contados, novela publicada por primera vez en 1993 y que ha conocido varias reediciones. También una exitosa versión cinematográfica dirigida por Imanol Uribe, si bien con una trama que difiere en algunos aspectos: Antonio el protagonista no es ningún pistolero de ETA. Su autor, Juan Madrid (1947) es un prolífico escritor de novela policiaca, periodista y guionista de cine y TV. Con días contados aparcó momentáneamente Juan Madrid el género detectivesco y criminal, y sacó a la luz del libro impreso una de sus grandes obsesiones: el retrato social descarnado de un tiempo, en buena medida mitificado: la Movida madrileña de la década de los ochenta, y el “realismo” del enriquecimiento y de la acomodación al poder de muchos “rojos” que habías sido huéspedes de las cárceles franquistas y que ahora, “con la cabeza sentada”, se decantan por enriquecerse.
   El autor deja claro en una nota introductoria escrita para esta edición que todo lo narrado en la novela lo vivió durante más de veinte años en el barrio madrileño de Malasaña, y desde Malasaña y “desde abajo”, metido en el mundo de los explotados, los miserables y la pobre gente que va por la vida a pie, sin futuro ni esperanza. Juan Madrid cuenta pues la Movida madrileña y lo hace, no desde el análisis glorificador, sino desde el realismo de lo que fueron aquellos años. Lo hace en diferido, con una mirada retrospectiva pero llena de clarividencia, sin maquillar la realidad, sin ocultar la mierda, la sordidez y la explotación.
   Por eso, los verdaderos protagonistas de la novela no son los progres, los niños bonitos, los reconvertidos en empresarios explotadores que van pasar una noche de copas con compañía femenina extraída de entre las prostitutas yonquis. Tampoco los que han olvidado sus ideales de lucha contra el franquismo y ahora apuestan por ganar dinero a espuertas, sino los habitantes del subterráneo. Antonio, un fotógrafo que pretende cumplir un encargo de la Comunidad madrileña, una guía fotográfica de la Movida y retratar el barrio de Malasaña, lo que ve en sus calles, plazas, bares garitos; y dos prostitutas de las que se hace amigo, que sueñan con ganar dinero a base de mamadas y de la venta de papelinas de coca en una fiesta de señoritos para la que están contratadas. Y en torno a ellos, una difusa tribu urbana: pringados, camellos, víctimas del caballo o del sida, policías corruptos y vengativos, abogados laboralistas que cambiaron su pasado de lucha política por la lucha por enriquecerse. Los que lucharon contra Franco, a la muerte del dictador, se hicieron lúdicos y ahora se dedican a forrase de dinero. Es la movida de la pasta.
   Lo que nos muestra la novela son los rastrojos más descarnados de lo que fue la Movida. Y lo hace a través de un caleidoscopio y con un personaje central: un héroe, o mejor dicho antihéroe, que instalado en un perpetuo fracaso, aunque bien llevado, quiere hacer el mejor libro de fotos del mundo. Él, con una moral acomodaticia, será el hilo conductor de la trama: él y sus fotos de las amigas prostitutas yonquis a las que retrata en todas las posturas: pinchándose, preparando chutes de caballo, calentando la cucharilla, con la jeringuilla clavada en el cuello, masturbándose en una bañera… Fiestas sórdidas, pero de gente real que su hermano y editor, reconvertido de rojo a aspirante  a rico, se niega a editar porque quiere fotos lúdicas, alegres, no vomitivas. Pero el fotógrafo Antonio lo que hace es fotografiar la vida. Y la vida son tías en pelotas que se hacen pajas, tíos drogándose, camellos cortando la droga y engañando y robando a sus clientes. Esa es la verdadera vida de Malasaña y de tantos otros barrios de Madrid. Fue lo que quedó después de la muerte de Franco, después de la democracia: chicas podridas por la droga que tienen que prostituirse para sobrevivir, gente que no sabe qué hacer ni a dónde ir, atrapados en sus vanos e ilusorios sueños. Ellos son la generación perdida. Morirán muy pronto y nadie contará sus vidas, sus sueños. Ni siquiera registrarán su muerte. Los otro, la gente guapa que había cambiado las chaquetas de pana por trajes de Adolfo Domínguez, serán los grandes explotadores, los que organizan fiestas y orgías.
   Novela intensa, muy dura, mas transitada  por momentos de ternura, como la inesperada y sórdida  historia de amor del fotógrafo y una de las chicas yonquis prostituta. Un amor de desgracias que Juan Madrid sabe retratar con el ritmo adecuado que exige el pasado y el presente de ambos personajes. En definitiva, Juan Madrid escribe con esta novela un buen ajuste de cuentas con la Movida madrileña y la pone en su sitio. Y por eso mismo, Días contados es también una novela catártica.

Francisco Martínez Bouzas

                                                  
Juan Madrid
Fragmentos

“La chica estaba acurrucada en la puerta y parecía dormir. La minifalda vaquera, subida hasta más arriba de los muslos, mostraba el comienzo de una nalgas respingonas, sin bragas, por donde se escapaban pelos negros y retorcidos.
Se detuvo  a su lado, conteniendo la respiración. Las nalgas eran perfectas, blancas. Los pelos parecían hormigas trepando por un montón de azúcar.
Le sacudió el hombro y ella se pudo de pie de un salto. Su sonrisa le abrió la cara.
-Me he dormido -le dijo-. ¿Vives aquí?
-Sí, es mi casa.
-Entonces voy a ser tu vecina. Mi amiga Vanesa y yo hemos alquilado la buhardilla de al lado. Me llamo Charo, ¿y tú?
- Antonio.”

…..

“Vanesa y Lisardo mordisqueaban galletitas de nata que había traido Antonio y veían su televisión portátil.
Ugarte pasaba las hojas de una raída revista Motor 16.
-¡Eh, ahora me voy a quitar la ropa de todo. No os vayáis a poner cachondos ni nada de eso, ¿vale? -dijo Charo.
Antonio hizo un gesto con la mano, como si no le diera importancia, y Charo terminó de quitarse la minifalda y comenzó a extenderse crema por la parte alta de los muslos, el estómago y las nalgas. Cuando terminó se limpió los dedos en el vello del sexo.
Días antes, Antonio había visto asomarse por la puerta del cuarto oscuro a una rata negra y peluda que le había mirado fijamente antes de desaparecer detrás de la cubeta de revelado. La rata tenía el pelaje húmedo y reluciente, como si hubiera estado en el agua. Aquello le hizo pensar en un posible conducto directo y secreto entre las cloacas y el edificio. El sexo de Charo le recordaba aquella rata.”

…..

“Claro, hija, la verdadera Movida duró solo unos cuantos años. Puede decirse que empezó después de febrero del ochenta y uno, cuando se acabó el golpe de Tejero, y tuvo su punto en el ochenta y dos y en el ochenta y tres…y, si acaso, un poco más, pero ya está…Madrid se llenó de galerías de arte, de revistas como La luna de Madrid y Madrid me mata…Era también la época de los fotógrafos y de los animadores culturales, fíjate tú…bueno y de los pinchadiscos. El PSOE copó todos los Ayuntamientos y las Diputaciones en las elecciones del ochenta y dos y se dedicaron a dar dinero y subvenciones a tuti plen…Cualquiera que tenía una idea iba a un Ayuntamiento socialista o a una Diputación y le prestaban dinero a fondo perdido. En realidad la cosa empezó ya a la muerte de Franco, pero en los años ochenta y dos y ochenta y tres…Qué quieres, hija, España se puso de moda en todo el mundo…Bueno, sobre todo Madrid…A mí me han hecho entrevistas de casi todos los lados…Alemania, Francis, Italia. Nueva York…A propósito de Nueva York. Íbamos y comprábamos ropa y discos a cada instante…a ver exposiciones, conciertos. La cultura americana nos flipó.”

(Juan Madrid, Días contados, páginas 22, 55, 237)

"JOYCE Y LAS GALLINAS": LA GAMBERRADA INTELIGENTE Y PROVOCADORA

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Joyce y las gallinas
Anna Ballbona
Traducción de María Paz Ortuño
Prólogo de Jordi Gracia
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 197 páginas

   Joyce y las gallinas es el título del debut en la narrativa de Anna Ballbona; novela finalista del Premio Llibres Anagrama de Novela, publicada ahora en la colección Narrativas hispánicas de la editorial barcelonesa, en traducción de María Paz Ortuño. Un prólogo de Jordu Gracia contextualiza el humor, la mirada furtiva, la parodia como mecanismo de burla de Anna Ballbona, en la mejor tradición humorística catalana, Y a la vez nos ofrece algunas claves interpretativas de Joyce y las gallinas: un acercamiento a la gamberrada inteligente y a “la literatura como modelo moral de vida”.
   Anna Ballbona (Montmeló, Barcelona, 1980) pretende como escritora alcanzar la utopía de llegar a la verdad de las cosas. Y esa verdad de la realidad consiste, según ella misma confiesa, en “despedazar la impostura, la tontería, el quiero y no puedo, la comedia social…”descubrir historias que en un primer momento parecen migajas”.
   La focalización narrativa de  Joyce y las gallinas se concentra en Dora, una periodista que cubre la aburrida información local de Barcelona. Cada día se desplaza a su trabajo en un tren de Rodalies (Cercanías). Intenta hacer llevaderos los trayectos con la lectura. En el inicio de la narración, lo hace con El oficio de vivir de Cesare Pavese. Pero su lectura del diario de Pavese se hace imposible porque la conversación de un grupo de pacientes psiquiátricos secuestra su atención. Ellos han organizado una concentración de energías singulares hablando de suicidios. La protagonista va registrando y tomando nota de los múltiples y absurdos disparates y naderías  que contempla o de los que es testigo al cubrirlos como periodista: proyectos municipales, por ejemplo, sacados por el gobierno de turno como un conejo de la chistera, las peleas familiares en la comida de un domingo... Hasta que llegó un momento en el que las rutinarias estupideces de su trabajo, los temas insubstanciales de los que tiene que escribir, las absurdas reyertas de sus vecinos… le inspiran inventarse un viaje a Irlanda. Y allí, en Dublín, se empacha de Joyce, del Joyce de consumo y delirio masivo. Y tras dos horas de lectura de Finnegans Wake sin entender nada, y unas pintas de cerveza en un pub, un chico bizco le confiesa que se dedica al sublime arte de criar gallina de todo el mundo como animales de compañía.
   Tal revelación gallinácea hace que en el interior de Dora algo se resquebraje,  a la vez que la transporta a una vida nueva. Regresa e incorpora a su vida una moto y decide romper con el canon, no volver a cloquear como pidiendo perdón, decir no al sistema, a lo establecido, no tragar más sapos. Y se pone a correr. Vendrá de inmediato la explotación de una peculiar vena artística. La palanca será Banksy, el famoso artista del street art británico que en medio mundo había dejado sus huellas de crítica social, la bofetada al sistema, la provocación. Sacudida e hipnotizada por el “vandalismo” de Banksy, decide ir más allá, convertirse en una coleccionista de los absurdos sociales que plasma, con garabatos, lemas y plantillas, en las paredes del barrio periférico de los pijos. Las gallinas, como elemento simbólico, tendrán una función primordial “en su camino de imitar el sentido de la justicia, el humor o el comentario social que considera que Banksy imprimía a sus obras” (página 109). Inspirándose en las ratas de Banksy, las gallinas de Dora bordearán la crítica afilada, la gamberrada inteligente y provocadora.
                                               
Graffiti "Tonight the Streets are Ours" de Banksy que remueve la conciencia de la protagonista
 Anna Ballbona concluye la catarsis de su personaje en una tercera parte con una colección  de historias de otros, de los ricos y maniáticos del barrio pijo de Can Besllum. Historias que conoce y en las que participa con las performances de sus gallinas o cortando brotes de geranios y lanzando tarjetas de maestros de vudú al interior de los patios. Algunas son viñetas divertidas que reflejan las vidas -sobre todo las manías- de los ricos del barrio como la del “difunto marido” que escondía sus ahorros en un libro que solo tenía cubierta y título: El capital de Karl Marx. O la del tipo, Alfred, que se masturba en el garaje viendo los vídeos eróticos de las cópulas con su mujer que grababa, sin que ella se enterase, con un despertador grabador cuya naturaleza y manajo solamente él conocía.
   La novela es un entretenido artefacto social -una performance  narrativa, cabría decir- que no solo retrata la transformación catártica de una mujer, sino que ejecuta inteligentemente una crítica radical desde un imaginario anticapitalista, por ejemplo a las manías que son la socialización de los absurdos cada vez más invasores en una sociedad que mira para otro lado para no abrir la caja de los truenos. O los efectos perniciosos de la crisis. En ese sentido, las acciones de la protagonista tienen un efecto liberador para ella y para los sitios donde tienen lugar, incluso para el tipo que se masturba y que la persigue después de la Performance final.
   No cabe duda de que la autora participa en la novela con elementos de su propia biografía, casi siempre autoirónicos, como la referencia al “proyecto de escritora” que estuvo en Ledig House, la residencia de escritores en la que la Anna Ballbona disfrutó de una estancia para escribir esta novela.
   Un estilo de prosa ajeno a academicismos y preciosismos pretenciosos, pero muy trabajado y con presencia del lenguaje de la calle, viste  el espíritu de insurrección de esta novela en la que una gallina “se podía alzar como una renovada creación del pensamiento libre”

Francisco Martínez Bouzas

                                                 
Anna Ballbona
Fragmentos

“En una plantilla recurrente de Banksy aparecían unas ratas diciendo precisamente «Tonight the Street are Ours». Cuando Dora vio el documental enseguida tuvo la intuición de que las ratas significaban para Banksy lo que para ella eran las gallinas. Una especie de elemento mágico que actuaba como llave maestra ante todas las maldades y oscuridades; la coyuntura que desarmaba las hipocresías del sistema, arrancaba las máscaras y pisoteaba las injusticias.”

…..

“No estaba dispuesta a aguantar ni una sola lección de esa gente que iba disfrazada de normales como tú y como yo. Hipsters, pijos, riquillos, progres de salón, marxistas de salón, lenins de salón, derecha por encima de la Diagonal, izquierda por encima de la Diagonal, fantasmones de la doble moral…Dora los llamaba el establishment. Pensamiento petrificado que ni se cantea, era el hecho y la actitud. Una sociedad puritana, en resumen, que no estaba dispuesta a tolerar el camino más largo para volver a casa o la salida distinta por la tienda de regalos. Del establishment, del pensamiento unívoco. Dora tenía una moto. Huía como gato escaldado que del agua fría huye. Huía y lo atacaría. A su manera. Le daba igual si, de entrada, no se entendía del todo. Estaba acostumbrada a que no la entendiesen. ¿La había entendido alguien cuando hacía la gallina? La moto, las plantillas, las tarjetas vudú eran armas cargadas de futuro y de poesía.”

…..

“En principio, este despertador sólo era un juego inofensivo. Se masturbaba en el garaje del patio viendo la grabación de algún hito erótico con su mujer. Esos artilugios tenían una apariencia tan normal que era imposible detectar que estaban grabando. Por tanto, como sólo él conocía el montaje, los coitos que de costumbre eran desganados y rutinarios, él los exageraba. Insistía en embestir por detrás a su mujer para verle la cara que nunca le veía. Tanteó con algún invento sadomasoquista (un látigo, una atadura) y probó una sarta de cremas pringosas y lluvias doradas que su mujer aceptaba, según el caso, con extrañeza, angustia o asco.
Precisamente una de las veces que fue peor, ella retiró la boca de la polla, dando arcadas,  a punto de vomitar. La mujer le lazó con rabia el látigo y el antifaz y Alfred se quedó con el miembro ardiente, a la intemperie también, gimoteando ridículamente, sin placer, con cara de idiota. Cuando volvió a ver las imágenes, la arcada le  vino a él, pero de rabia hacia su mujer por haber roto el hechizo. O por lo que él tenía por hechizo. A partir de aquello, empezó a urdir un nuevo propósito: conseguir mujeres a su gusto para grabarlas en la cama de casa.”

(Anna Ballbona, Joyce y las gallinas, páginas 110, 123, 162)

"CONJUROS Y CANTOS": CONTRA LOS GRANDES RELATOS, A FAVOR DEL HECHIZO

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Conjuros y cantos
Sara Torres
Kriller71 Ediciones, Barcelona, 2016, 77 páginas

   Si es verdad, tal como se ha escrito, que la economía feminista va más allá de la igualdad entre hombres y mujeres, lo mismo puede afirmarse de los diversos niveles literarios feministas, especialmente de aquellos textos LGBT, privados de visibilidad por los poderes ideológicos heterosexuales que han impulsado desde siempre homofobia, misoginia frente a la creatividad que consideraron o consideran contraria al sistema de poder. Dudo mucho que una discriminación positiva, especialmente de la literatura lésbica, sea capaz de arrancar este cerco. Sara Torres (Gijón, 1991) lo ha intentado en La otra genealogía (2014) y, hace unos meses, con Conjuros y cantos. Ambos libros son muestras rompedoras de una escritura poética, de una feminidad contundentemente  combativa, aunque alejada tanto de la algarada fácil como de las palabras golosas, pero como ella dice, citando a Monique Wittig, con otra “otra manera de habitar y pensar el propio cuerpo y el de las amantes”. Sara Torres se  ha propuesto deconstruir del poder, tal como lo entiende Michel Foucault, estrategias como la negación, el silenciamiento para neutralizar la autonomía sexual de las mujeres. Una autonomía edificada no a partir del propio deseo, sino desde el deseo del otro o desde el deseo de ser deseada.
   Parafraseando a Audre Lorde, cabe preguntarse,  ¿es posible crear una poesía feminista desde modelos heterocentrados -heteropatriarcales en su gran mayoría- utilizando los métodos y las formas del lenguaje heredado de los amos? Consciente de que “las herramientas del amo nunca desmontarán su casa” (Marta Segarra y  Angels Carabí), y de que el lenguaje -que es un acto con consecuencias, como señala el texto-poema que abre Conjuros y cantos, Sara Torres pretende romper los pilares y leyes de la estructura patriarcal. Consolidar “la matriz universal” (Judith Butler), subvirtiendo, aunque más en el primer libro, los grandes relatos de la mayoría de los textos sagrados y sus narrativas fundacionales. Sin olvidar que los estudios de bioantropología (Lévi Straus, Serge Moscovici, Edgar Morin, entre otros) han puesto de manifiesto que, en el inicio de la sociogénesis, la casta dominante de primates machos se transforma en la clase dominante de hombres. Una dominación política sobre mujeres y jóvenes que más tarde arraigó con fuerza en la infraestructura de las sociedades históricas y que aún hoy día no ha dejado de ser ejercitada.
   Conjuros y cantos es una exploración de nuevos terrenos, ajenos en gran medida incluso a la poesía homosexual, centrada casi siempre en lo masculino. La autora entiende los textos-poemas del libro como “un recorrido a través de aquello que conecta la escritura poética y el deseo lésbico, entendido como polimorfo y escurridizo a la norma”. Si en la otra genealogía contraponía la “ciudad” a una “isla” habitada  exclusivamente por mujeres, y en la que todo, incluso las divinidades, es femenino; un espacio cercado primordial que da inicio a una nueva genealogía, en Conjuros y cantos se rompen los parapetos de esa sociedad utópica y las amigas han de lidiar en la “ciudad”, en el mundo, el mundo de la arbitrariedad y de los atropellos que se quieren superar. Para ello deberán resistir a lo dado, a la cultura heterosexual-patriarcal heredada. Ellas tendrán que inventar su propio ordenamiento para oponerse a esa ideología, siendo conscientes de que, a pesar de la fuerza del cuerpo, del deseo y del erotismo, nada saben que pueda explicarse. Sin embargo diseñan sus vidas estando juntas y desde la amistad, desde “una ética y una erótica basadas en el cuidar y en el desear el bienestar de la/s persona/s junto a las que caminamos”, señala la autora.
   No será fácil porque, como se reitera en el texto-poema “Ellos me dijeron”, una de las más destacables contribuciones de este poemario, la presión de la ideología heteropatriarcal que semeja tolerante, se hace inflexible cuando se pretende pasar de las palabras a los hechos: “Me dijeron / el hombre y la mujer se buscan y se juntan por naturaleza / gozan el uno del otro / toda mujer se realiza en la crianza lo que tiene de madre / la hace sagrada y distinta a nosotros” (página 64). La misma convivencia entre las amigas está transitada por abusos, celos, caducidad del deseo: “Todos los ríos del deseo conducen al mar muerto” (página 52), porque las amigas son humanas, sujetos de contradicciones y la hipercomplejidad cerebral se halla estrechamente ligada a la irrupción del desorden y a la ubris, la inestabilidad y desmesura pulsional y a la hiperafectividad.
   Un rodaje de desajustes en el que la superación del desorden y de la inestabilidad, así como la resistencia a la realidad dada del imaginario heteropatriarcal vendrá dada por el hechizo: el desarrollo de las relaciones afectivas, la capacidad para amar, sexualidad, erotismo, congelados e una síntesis sublime que será el amor. Mas el hechizo no producirá efectos sobre la realidad, ya que “no depende únicamente del sujeto que lo pronuncia”. Y suele demandar ciertos procedimientos como los conjuros. Especialísima relevancia concede Sara Torres  a los textos-poemas que toman forma de conjuros, a los que siguiendo al filósofo del lenguaje y del conocimiento John L Austin, otorga fuerza perlocucionaria o performativa. Emisiones realizadas con poder hechizante, propias de los conjuros poéticos, ajenas a las instituciones de poder, capaces de hacer cosas con palabras, especialmente cuando el poema es completado por la lectura o el recitado verbal.
                                        
Mensajes homofóbicos en recientes manifestaciones contra la "Ideología de género" en Colombia
  La autora se resiste a considerar sus textos como poemas. Ella piensa en libros-mundo. Una ruptura que hace suya la transgresión posmoderna de los géneros literarios, dando así lugar a una escritura lírica basada en unidades textuales, con amalgama de textos en prosa -prosa poética-, versos alejados de las fórmulas métricas y rítmicas, e incluso alguna página en blanco, el silencio para poder escuchar. Llama igualmente la atención la presencia de un lenguaje propio, un lenguaje inventado, con connotaciones chamanísticas  que pretender convertir en magia la propia palabra; y que tomo la licencia de interpretar como material mítico-simbólico. Así como cierta vulneración de la sintaxis, coherente sin embargo, con el propósito de la poeta de resistencia a la realidad dada y de elaboración de un discurso indudablemente feminista que exige una ruptura de esa sintaxis que es también una forma de poder. A pesar de ello y de la ausencia de separadores, la lengua de Conjuros y cantos es diáfana  y clara, sin giros redichos ni palabras golosas. No obstante el lector no hallará un libro fácil, un lametón o una golosina. Es preciso, para llegar a su esencia, una cierta complicidad con los postulados teóricos en los que se mueve la autora. Pero por eso mismo, Conjuros y cantos estará a salvo de tantas huestes inquisitoriales que, en marchas apoteósicas o amparados en los baluartes patriarcales religiosos, luchan contra lo que llaman “ideología de género”, pero es solo misoginia y homofobia.

Francisco Martínez Bouzas

                                                
Sara Torres
Selección de textos-poemas

“YO ABRO TU PECHO CON MIS DIEZ DEDOS
Yo retiro la presión de las costillas
Hasta que tus pulmones se hinchan con gozo
Aumenten en tres su volumen

El aire que incorporas te hace levitar
Sobre las sábanas
Con la obstinación del corcho
Abandonas el fondo
Te impulsas hacia la superficie

Yo insuflo más aire desde tu ombligo
No cesa esa sed
Algunas burbujas de oxígeno se forman
Desatan tu risa

Ríes voces
Rastreo la genealogía de tus cantos
Yo te pregunto
Tú contestas:
Sobre las voces nada sé que pueda explicarse

Tómalo así por cierto

Tú me recoges y me llamas junto a ti
Diriges mi barbilla e introduces tu lengua
En esta boca de labios entreabiertos
Tú hablas dentro
Tú gimoteas y cantas dentro
Tú contestas:
Sobre las voces nada sé que pueda explicarse

Tómalo así por cierto”

…..

MANAH TIARA APORAH VÍVIRA ANIMARA enseñó a sus hermanas cómo tallar la madera y hacer una canoa  Manah tiara aporah por eso la recuerdan con canciones porque desapareció en el río sobre una brillante embarcación verde y roja  Aporah tiara manah oh mao mana había cortado sus cabellos dejando un mechón que le llegaba  a la cintura  Eh badi odah ma maliba Badi: nombre que recibe el alma de las viajeras Aporah vívira animarah – da omao badi porque enseñó a sus hermanas cómo viajar sobre el agua su alma aún vive en las oraciones Manah tiara la que murió mientras protegía su barca verde y roja”

…..

“Cúbreme los ojos con las manos
(se repite seis veces en el canto)
            Vengo a morir a ti
           Como el río al mar”

…..

CONJURO DE AUSENCIAS

“Ah si tú sabes  Yo tengo la bendición del mediodía
El campo rojo  El campo rojo
Los brazos conjuradores de la Mantis
Ah si tú sabes  Todo lo tengo dispuesto
Las flores del Naranjo
La lentitud de una tarde calurosa ed Agosto
Cuando ya se desploma
Cuando caen rendidas
Cuando  Ah querida
Todo está tan a punto
Todo está para que no vengas
Para que no
Para nombrar siempre el jugo
Sin saber si hubo carne en la fruta”

…..

ELLOS ME DIJERON:
puedes  contar tu historia aquí pero no le hables a las
niñas

puedes amar a nuestras mujeres pero sólo durante el
verano y no has de insistir amando a la misma
demasiado tiempo

te irás  con la caída de Agosto  el invierno es para las
familias

Me dijeron:
el  hombre y la mujer se buscan y se juntan por naturaleza
gozan el uno del otro
toda mujer se realiza en la crianza lo que tiene de madre
la hace sagrada

Dijeron:
nuestras compañeras son fuertes y libres
nos eligen libremente como padres de su prole

puedes dormir junto a ellas una noche pero no la
confundas  no escribas fantasías  no la seduzcas
inventando otros mundos

Dijeron:
ella pertenece a aquí

Luego encendieron las montañas con fuego iluminaron
la noche para ir a buscarme  prepararon una pira con
músicas  llamaron a sus músicas «cantos de liberación»

Entonaron: somos de entre los hombres los justos
Cuidamos de nuestros animales  amamos a nuestras
mujeres

Mientras sola en el costado del río donde antes nadamos
juntas mis brazos se entregaban al aire magenta flexibles
como cañas de bambú muy fino  pasé la noche en el río
y ellos no me encontraron  Mientras yo sonreía  bulto
caliente en el amanecer tranquilo ellos dijeron: la bruja
Había entrado Septiembre y yo todavía estaba allí  iba
Mirando los charcos de lluvia  iba germinando palabras

Ellos dijeron: no vuelvas  has hablado a las niñas
les has contado tus visiones y has buscado con ella la
cuarta noche

no debiste más de tres  te advertimos

Mafdet busto de pantera olor lavanda azucarado
                  la frondosidad me guarda
                         me vela la lechuza
        Mafdet  la bruja conoce y encuentra
                         regresa siempre”

(Sara Torres, Conjuros y cantos, paginas 12, 18, 29, 44, 64-65)

"TIEMPOS DE SAL": HISTORIAS DE ESCLAVAS Y DE AMARGA SAL

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Tiempos de sal

Lola Fernández Estévez

Editnovel, Barcelona, 2016, 284 páginas



   Una autora novel  debuta en los territorios, muchas veces poco agradecidos, de la escritura ficcional. Me refiero a la cordobesa de nacimiento, pero residente en Cataluña, Lola Fernández Estevez, cuya vocación de escritora la tiene muy clara desde sus años adolescentes, si bien hasta el año 2010 hubo de posponer sus propósitos. No obstante, había llegado la hora, una hora que le exigió renunciar prácticamente a todo, a sus negocios y actividades. Ahora nos sorprende gratamente con Tiempos de sal, novela ganadora del Premio Editnovel. Un título acertado y muy sugerente rotula una historia en la que confluyen diversos hilos narrativos, todos ellos, excepto el desenlace, ásperos y amargos como la sal.

   Una narradora homodiegética nos cuenta, desde dentro de la diégesis y como principal protagonista, una odisea construida de dolores, calvarios, frustraciones, esclavitud. También de sorpresas y sobresaltos y algún momento de sonrisas y felicidad.

   La novela pone en evidencia el dominio del hombre sobre la mujer. Lo constata Judith, la protagonista principal, que es testigo de que, en todas las historias que se desarrollan a su alrededor, siempre había una mujer víctima de los abusos de un hombre. Y ella es la primera víctima, porque su ilusión de empezar una nueva vida en España y trabajar durante el período de un año para pagar la deuda contraída con la agencia ecuatoriana que la había convencido de que le habían encontrado un trabajo en España, se ve frustrada nada más pisar tierra, al ser secuestrada por una mafia de trata de mujeres y forzada a ejercer la prostitución. Comienza así una historia de esclavas que estará presente, como tema subyacente, en buena parte de la novela; y que la autora desarrolla con realismo, sin disimular los hechos y los atropellos de una terrible explotación. El mes en el que la protagonista se vio forzada  a ejercer la prostitución es el cruel paradigma del esclavismo de nuestros días, debido  al afán insaciable y ancestral de ciertos hombres de someter a los más débiles. Y los más débiles son primordialmente las mujeres. Lo fueron históricamente y lo siguen siendo en el presente de nuestros días.

   La protagonista conseguirá escapar de sus depredadores y refugiarse en una mansión-castillo habitada por una señora ciertamente peculiar. Sin embargo, los proxenetas darán con ella y con una amiga a la que había conseguido rescatar y la perseguirán; y el mismo hecho de haber ejercido la prostitución, aunque había sido en contra de su voluntad, acabará actuando en el subconsciente de la protagonista como una impronta difícil de borrar. Una marca maldita que estará presente en gran parte de la novela. Sin embargo, tras un intento de violación, esa mujer especial que la había confundido con una asistente que una agencia le iba a enviar, cambia su actitud hacia ella. Y sobre todo se desahoga contándole su vida. Son los años de sal de Isabel, la moradora del castillo, encerrada por el padre, junto con su madre, durante cinco años, en un cuarto de tortura por oponerse a su voluntad y ser madre de una niña. Una tortura que visibiliza a través de una personalidad desequilibrada. Es la sal negra que alimenta su parte vital que se niega a emerger. Tiene un pie en el presente y otro en el punzante pasado.

   La autora hace transitar con naturalidad y coherencia la historia de prostitución a la de la lucha contra los proxenetas y al buceo en el pasado de la dueña del castillo, que convierten al  relato en una verdadera novela de aventuras y en una trama detectivesca, una historia de amor y en un descubrimiento intensamente gratificante para los personajes que participan en la novela desde el lado de los “buenos”. Porque, en la novela, aunque sin maniqueísmos, hay buenos y malos.

   El desenlace de la trama que no spoilearé -esa es la obligación del crítico-, es tan inesperado que se convierte en inverosímil: se produce lo que el lector difícilmente puede sospechar y que mantiene en vilo su atención a lo largo de un relato que la autora sabe graduar con acierto, dosificando a medida que avanza  aquellos datos que considera necesarios para la coherencia de la historia y para mantener expectante la atención lectora. Pero lo inconcebible e inverosímil de un desenlace no debe desvirtuar una historia de búsquedas dramáticas, investigación policial y detectivesca, porque en la ficción - he aquí su magia- todo es posible.

   Con ese final imprevisto se acaban los tiempos de sal, de dolor, de tortura y frustración. Una novela de esclavitudes, con buenas dosis de intriga y misterio, dominada por la fuerza de la principal protagonista que es capaz de soportar y sobrevivir a la esclavitud y opresiones a las que la someten  sus depredadores.

   En el haber de la novela registro, sobre todo, la acuidad con la que Lola Fernández Estévez hace encajar las diversas piezas de un puzzle  complejo. Una estructura narrativa compuesta, como he dicho, de diversos aportes diegéticos y que la autora amalgama con coherencia. Es destacable así mismo la destreza de la escritora a la hora de lograr una perfecta integración de un abanico de personajes y de sus acciones que se orquestan en una organización superior dotada de solidez. También reseñable el equilibrio que existe entre los dramas internos de los personajes y la acción, abundante pero bien dosificada mediante un ritmo cuidado y la coherente adecuación de los elementos narrativos que evitan que existan contradicciones en una trama compleja, que formula además con radicalidad algunas de los grandes interrogantes sobre la enredada y oscura naturaleza humana. Con dominio de una adecuada plasticidad a la hora de acompañar a la trama con buenas descripciones, tanto de los espacios y ambientes como de los fenómenos atmosféricos. Y a los personajes delineados no solo por sus acciones, sino también por una penetración sagaz en su psicología.

   Un estilo de prosa ágil y correcto en el que abundan elementos metafóricos especialmente en la primera parte. Muchos, quizás excesivos, y algunos de ellos sin demasiado o con forzado fundamento objetivo que provocan  la impresión de una cierta artificialidad en la escritura. No deslucen, sin embargo, este plausible debut de Lola Fernández Estévez en la escritura de ficción, con una historia de esclavas y de amarga sal.



Francisco Martínez Bouzas

                                                    
Lola Fernández Estévez



Fragmentos



“Recuerdo el caso de una compañera que no regresó a dormir. Madrugada, tras madrugada, la cama  vacía nos recordaba que todavía podía ser peor. El miedo y alivio de no haber sido elegida para una desgracia mayor tenía más fuerza para borrarla de nuestra memoria que el transcurso del tiempo. Otra de las chicas, Sara, una de las más jóvenes y rebeldes, destinada a trabajos especiales como decían ellos, regresó una noche con los ojos emborronados de máscara de pestañas y sangre en la boca. Cuando se desnudó le vi moratones y quemaduras de cigarro por todo el cuerpo, eso, y el labio partido, dejaban pocas dudas sobre a qué menesteres había sido sometida. Sin embargo,  a pesar de sus diecisiete años y el aspecto de niña delicada, se introdujo en la cama enroscada como un ovillo sin emitir una queja. Desde esa noche, la niña frágil ganó mi respeto y el de las demás, a juzgar por el silencio, igual al que se produce ante las catástrofes, que llenó la habitación.”



…..



“-También hay prostitución masculina -lo decía con cautela, temeroso, debido a la contundencia y seriedad con la que yo hablaba-

-Si descuentas la demanda gay es un tanto por ciento muy bajo, aquí los explotados somos las mujeres y los niños. El dato y el hecho es que la mujer no prostituye sino que es prostituida, ni mata, sino que es asesinada, ni maltrata, sino que es maltratada. Si no existiera esa demanda por parte de los hombres no habría mafias que se dedicaran a secuestrar a jóvenes, vender niñas o iniciar a chicas sin recursos en la droga para anularles la personalidad, enajenarlas y hacerlas suyas.

-Así que los culpables somos los hombres.

-Los que utilizan la prostitución y su condición de machito, sí. Sin ellos el mundo sería un poco mejor para las mujeres. No somos ovejas o vacas, han sido muchos los siglos de sometimiento. Nadie debería condicionar a nadie por el sexo.”



…..



“Sobre la cama, sentada, mi protectora miraba con ojos perdidos a algún lugar del país «Del Vacío», donde seguramente, las gentes vivían en cuevas de sal.. La ventana, vencida de luz, contenía apurada unos rayos de sol que intentaban colarse por sus ranuras. Seguía vestida con el albornoz del desayuno y en la parte superior  del escote, sobre las puntillas del encaje del camisón, sobresalían diminutos montículos de sal. Dudé que en aquella figura petrificada en forma de silla habitara la mujer enérgica de fortaleza indiscutible que había sobrevivido al libre albedrío de un psicópata llamado Joan Aristany.”



(Lola Fernández Estévez, Tiempos de sal, paginas 3-4, 199-200, 214)

"EL MERODEADOR": LAS HERIDAS DE LA EXISTENCIA

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El merodeador

Vicente Muñoz Álvarez

ACVF Editorial, Madrid, 2016, 105 páginas



   El pasado año, al comentarRegresiones, por ahora su última pieza en el terreno de la narrativa, tuve la ocasión de afirmar que Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966) es un escritor esponja y todoterreno que, además de su labor como editor, antólogo, creador de fazines como Vinalia Trippers, frecuenta la poesía, el ensayo y la narrativa en sus diversos formatos, entre ellos el relato breve como Elmerodeador que vio la luz en 2007 en la Editorial Baile del Sol, y alcanza ahora la segunda edición en ACVF Editorial. He calificado El merodeador como un libro de relatos y he dicho mal ya que los dieciocho relatos de esta entrega narrativa le dan forma realmente a una novela. Una novela fragmentada en distintas secuencias que comparten el mismo protagonista y, a través de sus angustias, miedos y menguadas esperanzas, podemos captar con inusitada dureza las heridas de la existencia, consubstanciales de la vida moderna. Porque El merodeador es un itinerario a los mundos de las psicopatías, neurosis y obsesiones, de las que, en mayor o menor medida, solemos ser víctimas la mayoría de los que hoy habitamos un mundo preñado de ansiedades, propicio a generarlas. Denuncias de baja intensidad de las que ni siquiera se libran las vacas.

   Las pequeñas cápsulas -relatos de mediana extensión, algunos efectivos microcuentos- que tejen en sus historias vitriólicas, estremecedoras y, al mismo tiempo, tiernas y generadoras de empatía con el protagonista-víctima de todas ellas, tienen la capacidad de generar una novela breve, híbrida en su estructura compositiva, pero capaz de permitirnos adentrarnos en un estado de quiebra mental, o como escribe el mismo autor, el retrato de un narrador “enfrentado en soledad a sus propios fantasmas”, en un entorno, en este caso rural, ya que el protagonista-narrador había huido del agobio y del esplin  de la ciudad.

   En coloquio con una tradición literaria que recrea esas denuncias de baja intensidad (Pessoa, Pavese, Carlos Castaneda, Osho, Céline, Unamuno, Kerouac, Sartre, entre otros.  Y especialmente Bernhard, un escritor cuya dureza y frialdad hielan la sangre. Vicente Muñoz Álvarez luce las armas de excelente narrador, capaz de levantar una estructura novelística con los ladrillos de pequeños relatos.

  El medodeador está relatada por un narrador omnisciente que lo hace en primera persona y es al mismo tiempo el protagonista, o mejor dicho la víctima, de miedos atávicos, del reino inclemente de la soledad y de la incomunicación, un laberinto de tinieblas o el desasosiego bernhandriano, como confiesa el mismo autor. Un personaje roto, sobre todo por el mundo interior de sus propias obsesiones que le hacen percibir pasos imaginarios en sus noches de insomnio. Los fantasmas a los que le da mil vueltas hasta quedar desgarrado por dentro, provocados por unas tarjetas a su nombre que nadie pidió. La frustración que destruye sus nervios, generada por el cartero que pasa de largo. Tampoco el paseo que raramente se permite, remedia su obsesión, y su cabeza no se libera de la oposición que está preparando y de sus temas. El monólogo delirante de un paciente que se sienta a su lado en la sala de espera de un centro médico, pero muy certero cuando le comenta que los médicos se limitan a recetar medicinas contra los síntomas, “en lugar de atender a su origen, el estrés, la depresión, el vacío interior, la falta de miras…” (página 31). El terror de las horas en blanco, sin lograr dormir que hacen surgir en la mente insomne la presencia de la muerte como consumación de la vida. También la metaliteratura hace acto de presencia en “El relato”: el relato terrible sobre un vagabundo y el relato de la escritura del relato. La ruptura sentimental fruto de los fantasmas de la incomunicación, las frustraciones y los desengaños. La necesidad de terminar un artículo que ha de enviar al periódico, pero el ruido  ensordecedor, incluso en el pueblo, lo enerva y lo confunde. Lo que logará escribir será una mera reseña sin fondo. O la muerte concebida como destripar un pez que el narrador ha pescado: un vaciamiento. En “La calera”, el autor, a través de su protagonista, le rinde homenaje a Bernhard y a su novela La calera, mas, en la visita al espacio donde esta se desarrolla, lo único que encuentra son preguntas sin respuesta. No falta un microcuento de terror y crueldad: los gatos arrojados a un contendor en un bolsa de plástico que maúllan desesperados. Cuando el camión de la basura vacía en su interior la carga del contendor, los maullidos lastimosos de los gatos seguirán repiqueteando en su cabeza. En fin, “El merodeador”, con un personaje creación del narrador, pero que deja su existencia ficcional y entra en su casa: “Resuenan los pasos dentro, atravesando lentamente el pasillo…” En esta novela de relatos tiene así mismo cabida la micronovela del pintor suicida. Un reflejo literario de la existencia deprimida que aboca en el suicidio.

   Aunque la escritura de Vicente Muñoz Álvarez está preñada de una fuerte carga que parece testimonial, ignoro lo que, en este sacar a flote las heridas existenciales, puede haber de biográfico, si bien en el relato “Alta tensión” hay una secuencia que parece un calco de la existencia personal del autor que incluso comienza a escribir un libro titulado El merodeador.

   Las citas de los autores con los que dialoga Vicente Muñoz marcan el tono de cada relato. Dos de ellas, sin embargo, una de Osho (“Cada vez estamos más fragmentados”) y otra de Omar Jayam (“Pero una voz severa me advierte: el Cielo y el Infierno están en ti”) describen con bastante precisión el centro neurálgico del libro: el individuo, en las sociedades actuales, no solo está fragmentado. Es víctima de la misma angustia y del dolor de vivir. La maestría de la que hace gala el autor en el empleo de diversas técnicas literarias, permiten que este pequeño libro fantasmal se convierta a los ojos del lector, en una pequeña joya literaria que se lee, quizás con desazón, pero de un tirón.



Francisco Martínez Bouzas



                                                 
Vicente Múñoz Álvarez

Fragmentos



“Voy a pensar en otra cosa, me digo, o mejor no voy a pensar, de tanto pensar me estoy agotando, estresando, así que voy  a centrar la atención exclusivamente en mi entorno…Pero no pensar, en el fondo, es complicado. Mantener la mente en blanco, receptiva y limpia estando solo, caminando solo, es complicado: ves un rostro y piensas, ves un perro y piensas, ves un coche, un parque, un vagabundo y piensas, la ciudad te lleva y trae consigo si tú vas con ella, si la observas, si la recorres, si la analizas… Todo mejor que pensar en los temas. Pero qué difícil, de todos modos, dejar la mente en blanco…Esa máquina en constante movimiento que es mi cabeza, un mecanismo imparable, un reloj que incesante y sin cuerda marca las horas, aunque yo no quiera, aunque intente pararla, la máquina de mi cabeza sigue marcando las horas…Eso pienso, porque no puedo dejar de hacerlo, intento no pensar en nada, pero una y otra vez me sorprendo pensando.”



…..



“Por eso venimos a verlos una y otra vez…Todo es un montaje, créame, el sistema entero, la política, la religión, la burocracia y las leyes, los medios de comunicación…Nos manejan, subliminalmente, como a marionetas…Manipulan nuestra conciencia, nuestros hábitos y sentimientos, y manipulan, más que ninguna otra cosa, nuestra salud. Para curarnos una enfermedad nos dan medicinas que nos provocan otras más graves, hasta degenerar en la muerte…Ésa es, una y otra vez, su mentira y su trampa… Pero ¿qué podemos hacer al respecto? Dígale esto a la gente, a los médicos,  a los políticos y a los sacerdotes, que nos manipulan, y verá qué le contestan…Seguramente le tacharán de hipocondríaco y loco y se reirán de usted…Eso es lo que hará conmigo el doctor cuando llegue mi turno y le comente que me sigue picando el lunar y que me parece que sigue creciendo…”



…..



“Y venga otro trago de vino, bamboleante en plena noche, borracho hacia su casa desolada en la estación, con las nalgas de aquella chica bailando en sus ojos y cien estrellas rojas, verdes y amarillas a su alrededor, preguntándose por qué no ha podido él tener suerte, como el resto, una mujer, una casa, hijos, coches, libros, planes de jubilación… por qué, por qué él no y otro cualquiera sí…Se va tambaleando a la estación, decía, tropezando en los bordillos de las aceras y en las alcantarillas y haciendo grandes eses sin saber que yo le sigo, que llevo detrás de él todo el día desnudando su cabeza, ese montón de curvas locas, sus neuronas, sus secretos, el horror de su padre muerto o el miedo a esa paliza gratuita a cargo de los diablos que arroja la noche, encarnación del mal, con cadenas, botas de colores, esvásticas y todo el odio concentrado de su generación de falsos sueños…”



(Vicente Muñoz Álvarez, El merodeador, páginas 24, 31-32, 51)

NOVEDADES DE SEPTIEMBRE 2016 DE EDITORIAL ANAGRAMA

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   Sigue creciendo el “catálogo de ensueño” de Anagrama, el sello editor barcelonés que creo en el añ0 1969 Jorge Herralde y que ha pilotado desde entonces, en los últimos cuarenta y siete años. El 2 de enero de 2017 Anagrama pasará a manos de la italiana Feltrinelli y se producirá el relevo en la dirección literaria: Silvia Sesé sustituirá a Jorge Herralde, aunque el editor que ha logrado configurar un catálogo con identidad propia, si bien no pétrea, seguirá apoyando sin interferir la labor de la nueva dirección. Más de tres mil quinientos títulos desde la primera publicación en 1969, Detalles de Hans Magnus Enzensberger, en la mítica colección “Argumentos”, con la voluntad de editar “libros”y desechar los “no libros”, tal como se expresa Herralde. Colecciones emblemáticas como “Panorama de narrativas” o “Narrativas hispánicas” en el campo de la ficción, y “Argumentos” en el del ensayo, se han ido completando con otras más ocasionales como “Anagrama compendium” surgida este año y ya con siete títulos: las compilaciones de las mejores novelas o cuentos de Jack Kerouac, William S. Burrouhs, Charles Bukowski, John Fante, Raymond Carver, Roald Dahl. Y la imperecedera Historia del cine de Roman Gubern.
   Este mes de septiembre ha visto aumentar el catálogo de Anagrama en ocho títulos: Las chicas de Emma Cline, Musa de Jonathan Galasi, El ardor de Roberto Calasso (“Panorama de narrativas”); Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia, El amor al revés de Luigé Martin (“Narrativas hispánicas”); De la ligereza de Giles Lipovetsky (“Argumentos); y en “Anagarma compendium”, Bandini de John Fante y Todos los cuentos de Raymond Carver.
   Doy noticia de tres de esas novedades en una primera visual informativa, elaborada primordialmente a base de las presentaciones del editor, siempre sugerentes. En los próximos días volveré a estos títulos con una verdadera valoración crítica.

Francisco Martínez Bouzas


Musa
Jonathan Galassi
Traducción de Jaime Zulaika
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 233 páginas

“Ésta es una novela sobre libros y pasiones. Una emocionada evocación y un retrato punzante del mundillo editorial neoyorquino. La historia de un joven que intenta abrirse camino; de la rivalidad entre dos titanes de la vieja guardia, cuando el de editor se consideraba todavía un «oficio de caballeros»; y de una poeta legendaria que vive retirada en un palazzo veneciano.
Paul Dukach trabaja en las destartaladas oficinas de Purcell & Stern, prestigiosa editorial independiente cuyas ventanas dan a Union Square y cuyo catálogo reúne una deslumbrante lista de genios literarios y premios Nobel. Paul está destinado a ser el heredero del fundador, Homer Stern, despótico, mujeriego, chismoso y gran editor, cuyo rival declarado ha sido siempre Sterling Wainwright, competidor de pedigrí.
Ambos comparten una obsesión: la poeta Ida Perkins, figura mítica de las letras norteamericanas, de vida escandalosa y obra exquisita. Wainwright, primo suyo y antiguo amante, ha sido su editor. Stern siempre la ha querido incorporar a su catálogo. Y ahora Paul Dukach, admirador rendido de su obra, viaja a Venecia para entrevistarse con ella. Volverá de allí con un manuscrito inédito y un secreto que cambiará muchas cosas…
Roman à clef sobre el mundillo editorial en el que los iniciados descubrirán retratadas con mordacidad a algunas figuras prominentes, sátira feroz de las entrañas de ese universo –la feria de Frankfurt, los egos desbocados de los autores, los tejemanejes de los mercachifles, los excesos de todo tipo, las andanzas sexuales…–, Musa es también un homenaje a un ecosistema en extinción devorado por las grandes corporaciones y la revolución digital, y el perspicaz retrato de un grupo de personas unidas por una pasión: la de descubrir al próximo gran autor, un manuscrito deslumbrante…”

El amor al revés
Luigé Martín
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 272 páginas

“El amor del revés es la autobiografía sentimental de un muchacho que, al llegar a la adolescencia, descubre que su corazón está podrido por una enfermedad maligna: la homosexualidad: «En 1977, a los quince años de edad, cuando tuve la certeza definitiva de que era homosexual, me juré a mí mismo, aterrado, que nadie lo sabría nunca. Como la de Scarlett O’Hara en Lo que el viento sellevó, fue una promesa solemne. En 2006, sin embargo, me casé con un hombre en una ceremonia civil ante ciento cincuenta invitados, entre los que estaban mis amigos de la infancia, mis compañeros de estudios, mis colegas de trabajo y toda mi familia. En esos veintinueve años que habían transcurrido entre una fecha y otra, yo había sufrido una metamorfosis inversa a la de Gregorio Samsa: había dejado de ser una cucaracha y me había ido convirtiendo poco a poco en un ser humano.»
El amor del revés es la historia de un camino de perfección que trata de poner al descubierto, sin clichés y sin moralismos, la intimidad desnuda de alguien que de repente se siente apartado de las normas sociales y trata de sobrevivir entre ellas. El autor cuenta su propia vida con una sinceridad a veces hiriente: el descubrimiento de su condición sexual, los primeros amores juveniles, los problemas psicológicos derivados de su inadaptación, la terapia conductual que realizó para cambiar sus inclinaciones enfermas, la exploración del sexo, las primeras relaciones afectivas, los contactos con el mundo gay y el descubrimiento progresivo y tardío de la felicidad, «el valor exacto de la ternura».
Es también el retrato de una sociedad infectada por la intolerancia y por el prejuicio, que busca enfermedades imaginarias para marcar su propio territorio moral. Hasta ahora Luisgé Martín había ido filtrando detalles de su biografía en sus novelas. En este libro convierte en objeto de la narración su propia vida, ejemplar en el sentido clásico del término: sirve para vislumbrar a través de ella las debilidades y las grandezas de la naturaleza humana; sus miserias, sus ambiciones y sus logros. El resultado de su empeño es una obra de una franqueza arrolladora y una calidad literaria excepcional que rememora décadas de máscaras, tanteos y exploraciones, en un trayecto primero doloroso y después liberador hacia el conocimiento de uno mismo. Un retrato íntimo y sin velos, una portentosa contribución a la literatura autobiográfica.”

Todos los cuentos
Raymond Carver
Traducción de Jesús Zulaica y Benito Gómez Ibáñez
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 702 páginas

“Raymond Carver alcanzó el éxito gracias a un puñado de volúmenes de relatos publicados en los últimos doce años de su vida. Su carrera fue breve debido a su temprana muerte. Sin embargo, su obra posee una intensidad sin parangón y ha dejado una huella indeleble; su influencia se ha extendido por todo el mundo. Fue, junto con Richard Ford y Tobias Wolff, el máximo exponente de lo que se bautizó como «realismo sucio». En sus cuentos, lacónicos, precisos, de una contenida intensidad emocional, transforma la vida en literatura siguiendo la estela de Hemingway y sobre todo de Chéjov, su gran maestro. De él aprendió a retratar con profunda humanidad a esos seres desamparados y desolados, golpeados por la vida, a los que convierte en héroes cotidianos: parejas al borde de la disolución, hijos que tratan de comunicarse con sus padres, alcohólicos en busca de una segunda oportunidad, parados, gente corriente de la América más profunda y real.
Sus cuentos forman una elusiva y fragmentaria «gran novela americana». Y es que en Carver está la esencia de la verdadera América –doméstica, desquiciada, perpleja-, y sobre todo la esencia del alma humana retratada a través de una mirada que rechaza cualquier exceso sentimental, pero que, guiada por un depurado estilo, nos hiere directamente en el corazón como sólo es capaz de hacer la gran literatura.”
En este Compedium están:
¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?
De qué hablamos cuando hablamos de amor
Catedral
Tres rosas amarillas
Si me necesitas, llámame

"UNA CHICA EN INVIERNO": SUEÑOS MALOGRADOS EN TIEMPOS DE GUERRA

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Una chica en invierno

Philip Larkin

Traducción de Marcelo Cohen

Impedimenta, Madrid, 2015, 297 páginas



   Philip Larkin (1922-1985) es conocido sobre todo por su poesía que recibe las influencias de Thomas Hardy, T. S. Eliot, W.H Auden y W. B Yeats. En el año 2008 el periódico The Times lo calificó como el mejor poeta inglés de la posguerra. Sus incursiones en la narrativa produjeron cinco novelas; tres de ellas fueron destruidas por el autor antes de su publicación. Se salvaron Jill (1946) y la que sería una obra maestra, A Girl in Winter, publicada en 1947 y traducida al español y editada a finales del pasado año por la editorial Impedimenta. Una chica en invierno es una novela que explora con inusitada agudeza  los vericuetos de los sentimientos, especialmente el desfallecimiento del amor adolescente. Es uno de los motivos por los que Larkin suele ser considerado un narrador antiromántico. Un encasillamiento a todas luces injusto, ya que Una chica en invierno es una propuesta narrativa intensamente pasional, aunque huye del sentimentalismo vacío de una juventud ofrendada a la deidad de un amor adolescente y a unos ideales enajenados en el embelesamiento

   Basándose en experiencias posiblemente autobiográficas, Philip Larkin es capaz de ofrecer, el recuento de las experiencias de la principal protagonista de la novela, Katherine, -uno de los personajes femeninos mejor logrados por una pluma masculina- en una sola jornada, doce horas en la vida de esta mujer joven en las que está concentrada toda una vida. Con una estructura compositiva tripartita, Larkin bucea en las experiencias vitales, especialmente sentimentales, de Katherine: una mujer a la que una historia terrible, en plena Segunda Guerra Mundial, había obligado a abandonar su país, que sospechamos se trata de Alemania. La hallamos viviendo  en una innominada pequeña ciudad inglesa, sufriendo las penurias de la contienda: el hambre y primordialmente el frío, cuya presencia real y simbólica, en la primera y tercera parte, contribuye a crear la atmósfera  opresiva, la desazón del tiempo de guerra. La protagonista había conseguido un empleo como asistente en una biblioteca: un trabajo tedioso, bajo la férula de un jefe repugnante e infame. Una noche que tarda en dormirse, lee la carta de Robin Fennel, un adolescente inglés con el que había cruzado correspondencia en un programa de intercambio epistolar.

   La lectura de la carta traslada su mente a las tres semanas que pasó en la casa familiar de Robin. Es la parte de la novela dominada por la luz vacilante del verano inglés, del surgimiento de un amor pasional, del primer beso y de la pérdida de la inocencia. Mas la tercera parte volverá a estar dominada por las sombras, el frío y los sentimientos congelados del invierno inglés en tiempos de guerra. Y sobre todo, por el desvanecimiento de la ilusión amorosa adolescente: “Lo que una vez había sentido por él se había desvanecido mucho tiempo atrás dejando tan solo un vacío” (página 273). Porque, después de conocerse y tras un período breve de intercambio epistolar, daba la impresión de que cada uno había perdido el interés por el otro. Un desenlace árido e implacable confirmará este desinterés.

   Philip Larkin da muestras de una sagaz madurez sobre todo en el diseño de su protagonista, a la que dota de una gran capacidad para analizar sus propias emociones y sus búsquedas, poco menos que desahuciadas de antemano del sentido de la existencia, entreverado por las contradicciones que anidan en los seres humanos. El escritor inglés tiene además la capacidad de convertir los pequeños detalles, por ejemplo un partido de tenis, en minúsculas aventuras, en hechos preñados de significado. Domina además la descripción de los entornos que dejan de ser meros decorados y se convierten en verdaderos protagonistas. Y lo mismo cabe decir de la oportuna administración de los silencios y de la contención a la hora de ofrecer información. Pero sobre todo es reseñable la facilidad para crear atmósferas que tiñen con coherente oportunidad todo el tejido narrativo. La voz narrativa, aunque no es la de la principal protagonista, se confunde, por el uso del discurso indirecto libre, con las cavilaciones, añoranzas, dudas y frustraciones de Katherine. La condición de gran poeta modula las páginas de esta novela, a pesar de que su diégesis no hace más que reflejar el tedio cotidiano en días de penumbra invernal y bélica y en la luz de un tibio verano inglés, en el fondo un verano crepuscular, como se afirma en la presentación editorial de una historia que es ya un verdadero clásico sobre la fugacidad de los sentimientos.



Francisco Martínez Bouzas



                                                 
Philip Larkin

Fragmentos



“Katherine se sentó. Sus tres semanas de vacaciones, casi intactas aún, se extendían ante ella como aguas brillantes. Allí, con los Fennel, el tiempo adquiría una cualidad diferente. Era como si sintiese su curso lento, lujurioso, como el de una crema espesa derramándose de una jarra de plata. Contempló a Robin mientras aflojaba la red y cerraba la puerta de la pista con la raqueta y el tubo de pelotas bajo el brazo y pensó que era típico de él ordenar todo después del partido. En cierto sentido parecía el mayordomo ideal. Pero cuando él subió los escalones de un salto y su rostro elegante, fatigado, se acercó de nuevo a ella, volvió a turbarse profundamente y la imagen que de él tenía en la mente se embrolló aún más. Su cabeza de oscuros cabellos ondulados se irguió con tal independencia y atención (atención, para colmo, dedicada  a ella) que fue a Katherine a quien le pareció ocupar de pronto el sitio de la criada.”



…..



“Más que tonta, porque, en el fondo, aunque inexpresadas, se había creado otras fantasías. Cómo sería arrastrada por los Fennel, dejando una sumaria dimisión dirigida al responsable de bibliotecas, para ser útil en aquella casa fascinante hasta que el señor Fennel le encontrara un empleo bien remunerado que ella desempeñaría sin dejar de vivir allí. Y, luego, por supuesto, la lenta maduración que trasformaría su amistad con Robin en amor, un amor más firme y recíproco pero tan fervoroso como su primer encuentro. O bien, si era muy difícil tragarse esto último, al menos la aparición de algún amigo de la familia que le daría amor, seguridad, felicidad y un pasaporte inglés. Pero, más allá de las náuseas que todo esto le producía, la verdad pura y dura de que él no iría a verla bastaba para oscurecerle la mente. Expulsada una vez más a la intemperie de su propia vida, toda su naturaleza protestaba contra la negativa de Robin y suplicaba que la admitieran de nuevo en la tranquila alegría que había estado recordando. Se sentía abandonada entre los derruidos pilares del día.”



…..



Así, remotamente, siguieron hablando un rato. No obstante, la mirada de él era íntima y escrutadora, como si fuera consciente de que ella solo lo reconocía vagamente. E, invadida por esa desconfianza, Katherine pensaba a toda velocidad y se repetía: «¡Es Robin! ¡Robin, el que esperabas! Ha venido. Y pronto se marchará, así que más te vale aprovecharlo». Pero las palabras no le encendían ninguna chispa. No lograba intoxicarse con la presencia de él y olvidar todo lo demás. Sí, estaba allí, ruborizándose, guapo, cohibido (aunque con surcos bajo los ojos), pero también estaba lo demás: la tetera con la funda de felpa, la señorita Green, el señor Anstey, la señorita Parbury, cada cual en su mundo horrible y separado, y no faltaba mucho para que todos se fueran a dormir. Además, él no le parecía abierto ni afectuoso. Su alegría era automática, inquieta, lastimera y, sin embargo, la miraba una y otra vez como si quisiera contarle algo.”



(Philip Larkin, Una chica en invierno, páginas 120, 254-255, 279)

"LA EDAD MEDIA": EL DERRUMBE DE LAS ASPIRACIONES

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La edad media

Leonardo Cano

Editorial Candaya, Avinyonet del Penedès (Barcelona), 2016, 318  páginas.



  Con un planteamiento estructural complejo, aunque bien resuelto, debuta Leonardo Cano (Murcia, 1977) en la narrativa ficcional: una novela alzada a base de fragmentos que, sin embargo, no eclosionan e infinitas historias infinitamente ramificadas, sino en tres subtramas, tres historias encadenadas entre sí porque comparten personajes y los acontecimientos del pasado continúan en el presente, y de alguna manera lo condicionan. No se trata, no obstante, de la fragmentación posmoderna en la que el fragmento, como había predicho Borges, opera por si mismo y se despliega en mil direcciones. Al contrario, Leonardo Cano sigue los dictados de la fragmentación moderna: la parte depende del todo y es en el todo donde halla su sentido y su plena coherencia. Es por eso que La edad media conforma una novela en el fondo unitaria, a la que contribuyen las tres subtramas, a pesar de los estilos y puntos de vista enteramente diferenciados.

   La edad media es la novela del ajuste de cuentas de un grupo de adolescentes que desde la antigua EGB, los cursos de BUP, COU y la Universidad sobre todo luchan por abrirse un futuro brillante, pero que, a la postre, estará lleno de sombras, interrogantes e incertezas. Novela colectiva de formación en buena parte de su trama que  concluye su navegación en un puerto, más bien anodino y desilusionante, de sueños truncados, tanto de los niños /adolescentes como de sus padres.

   La primera de las subtrama, desde el punto de vista cronológico, nos tralada a un ambiente colegial de los años 90. Un narrador que lo hace en primera persona del plural, nos hace partícipes de las peripecias vitales de unos niños / adolescentes en un colegio privado clasista y no exento de pederastas. Allí inician el camino de sus sueños rotos. La narración se centra sobre todo en tres estudiantes: el hijodelRata que estudia gratis en el Bosco, por su padre que había sido salesiano y también por su pobreza; gratuidad que la madre intenta compensar fregando las escaleras del colegio o renunciando la familia a las vacaciones. Los otros dos son Fauró y Moya. Los dos pertenecen a familias acomodadas. Con una tonalidad a veces despiadada, Leonardo Cano retrata la convivencia escolar de estos chicos, preñada de clasismo, brutalidad especialmente cuando hacen COU, con Gómez el hijodel Rata, un chico superdotado intentando escapar de su marginalidad. Son chicos que no conciben tener dieciséis años y no haber follado. El sexo para ellos es la gran obsesión, y frecuentemente sus prácticas sexuales rayan la brutalidad: “Y esa es la canción que queríamos tener en la cabeza cuando nos metíamos con la cerda de Marta Giráldez en los cuartos de baño durante el recreo y le chupábamos esas tetas gordas de blandiblub hasta casi sacárselas de cuajo y le calvábamos dos o tres dedos en el coño, o el bote de tippex o un subrayador” (página 81).

   La segunda subtrama tiene como protagonista al ex alumno Nacho Fauró, ya en la edad adulta (la edad media). Goza de un  buen trabajo, pero es esclavo de la rutina bancaria. Los narradores son él y su novia Julia, y lo hacen a través de un chat, ya que viven en ciudades distintas. Conversaciones aparentemente insubstanciales en las que se cuentan sus intimidades, sus preferencias sexuales, sus aspiraciones para medrar profesionalmente, sus gustos y un sin fin de puerilidades que forman parte de un idilio intenso y pasional al principio, pero que va languideciendo poco a poco, y lo que parecía una plácida relación concluye en el distanciamiento y en una familia forzada justo en la edad media, debido a un embarazo que se les cuela cuando la relación ya estaba rota.

   Otra prolepsis con relación a la historia del colegio, como la anterior, nos traslada al relato de Moya, licenciado en derecho que malvive como administrativo interino (“gestor procesal”). Un narrador en tercera persona nos refiere y describe su trabajo frustrante en un juzgado de la Ciudad de la Justicia. Acomplejado ante el éxito profesional de sus compañeros de colegio, y humillado por la casta de secretarios judiciales y magistrados de apellidos llamativos y su poder despótico, decide triunfar mediante fechorías con el dinero de los ingresos judiciales. Además del relato de los desmanes corruptos del protagonista, esta tercera historia, en un tono sarcástico y paródico, da buena cuenta del deplorable funcionamiento de los juzgados, el ambiente de dejadez, el poder absoluto y autoritario de jueces y secretarios, el trabajo alienante que dejan nulo espacio para la creatividad.

   El rendimiento de cuentas finales tiene lugar en la Cena 15º Aniversario de la promoción de San Juan Bosco, convocada a través de redes sociales. Será un recuento, entre buenas dosis de hastío, de las ansias frustradas, de los sueños realizados y de los truncados.

   La edad media es una novela, desde el punto de vista de su arquitectura compositiva, compleja por ese encadenamiento de historias yuxtapuestas que, sin embargo, el autor es capaz de engarzar con maestría, sin distorsionar la lectura. Hace gala además Leonardo cano de un perfecto dominio de varios registros lingüísticos: reproduce con solvencia el lenguaje de los adolescentes de los 90, los usos lingüísticos que se han apoderado de las nuevas tecnologías, el formato chat especialmente, reproduciendo incluso abreviaturas e incorrecciones ortográficas que los hacen más verosímiles, sin bien escasamente literarios. Y finalmente el lenguaje objetivo, minucioso y preciso que da cuenta del trabajo y corruptelas del interino judicial. Y que recuerda ciertas técnicas narrativas kafkianas. Todo ello da lugar a una novela intensa, muy ajena a eufemismos, sobre todo cuando salen a escena prácticas sexuales. Y tan real como la vida misma.



Francisco Martínez Bouzas



                                                   
Leonardo Cano

Fragmentos



“Y ya ves si nos enteramos de que se pasó casi todo el tiempo con Fauró, y el hijodelRana no decía nada allí al lado porque era un gordo.

Y, a continuación, el Hermano Vicente le pidió al hijodelRana que saliera y los dejara solos, y el hijodelRana pudo agradecer ser el hijo de quien era por primera vez en su puta vida.

Y los dedos del Hermano Vicente se introducirían en los huecos de Fauró y volverían aparecer más tarde.

Y se escucharía respiración, martirio, algún conjuro.

Y usaba objetos.

Y al salir,  Fauró le temblaban las piernas como antenas y no quiso hablar del asunto con el hijodelRana, por mucho que él le preguntara.”



…..



“Y el insti del Bosco parecía la catedral de Exin Castillos, y tenía cuatro plantas y un claustro y mil campos de futbol en el quinto pino de la ciudad.

Y el director del insti del Bosco era Mortadelo, y un día invitó al padre de Granados a dar una vuelta por los patios para pedirle un nuevo pabellón para los chicos, y el padre de Granados era conde y le dijo a Mortadelo que su dinero se lo gastaba en putas y llamó a su chófer.

Y al año siguiente, el insti del Bosco tuvo un claustro y mil campos de futbol y un pabellón multiusos, pero pagado con el dinero del Domund, en el quinto pino de la ciudad.

Y en el insti del Bosco, el hijodelRana ya no iba ser para todos el hijodelRana.”



…..



“Y el Marsellés la estaba abrazando como un blandiblub cuando sus párpados cayeron sobre las dos joyas de ámbar y empezó a besarla lentamente en el cuello y en las mejillas y en la frente.

Y dicen que, en el armario, Gómez no podía ver un pijo.

Y, cuando estuvo seguro, la tumbó en la cama y le quitó la camiseta Bonaventure rosa con cuidado y le abrió el sujetador blanco con cuidado y le sacó las tetas más suaves y puras que ninguno veríamos en nuestra puta vida.

Y jugó al Pang con ellas hasta volverlas granates y después moradas y después negras.

Y el atardecer en la Alhambra se manchó y no brillaba.

Y le quitó las Reebook Classic y le sacó a tirones los Chevignon lavados a la  piedra y le bajó las bragas blancas y las tiró sobre la mesilla.

Y le abrió las patas y se subió encima y se la metió entera como un cromañón, y Paula Marco parecía casi en coma.

Y pfavorr y he sidddbuena.

Y el Marsellés se la folló bien a lo bestia, tratando de buscarle el máximo dolor a la cosa más preciosa del mundo, que no paraba de sangrar, hasta que por fin se corrió.

Y mira lo que les pasa  alas cerdas como tú.

Y Gómez no podía ver un capullo a través del armario, aunque sí oyó al Marsellés descorriendo el pestillo de la puerta y saliendo un momento para hablar con Silvio.

Y no hizo nada porque volvía a ser un gordo y un puto hijodelRana.”



…..



“Y COU en el Bosco no era un curso enfocado únicamente a la superación del examen de la Selectividad, sino que se impartían más contenidos de los exigidos porque lo primero era la formación académica, ética y doctrinal del alumno.

Y, al acabar el curso, a todos nos subieron las notas finales a saco para poder hacer media con la Selectividad de forma adecuada.

Y el muy hijodelRana terminó sacando todo sobresaliente menos dos notables, en Dibujo y Matemáticas, y el Aután todavía andaba mosca con su nueve el Química, pero parecía encantado de que el Negro hubiera vuelto por sus fueros y vuelto a no apartarse de su diez.

Y todavía le quedaban esperanzas al hijodelRana de llegar a estudiar Teleco o Aeronáutica si hacía una selectividad de la hostia.”



(Leonardo Cano, La edad media, páginas 43, 57, 221-222, 264)

"TODOS LOS CUENTOS": LA VIDA TRANSFORMADA EN LITERATURA

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Todos los cuentos
Raymond Carver
Traducciones de Jesús Zulaika y Benito Gómez Ibáñez
Editorial Anagrama, Barcelona 2016, 702 páginas

  Cincuenta y ocho relatos publicados en vida del escritor, más cinco póstumos, hallados a partir de 1999, convierten a Raymond Carver (1939-1988) en un icono, en el mejor cuentista de América, quizás el mejor de todos los tiempos junto con Chéjov. Cuentos agrupados en cinco colecciones: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976),De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), Catedral (1983), Tres rosasamarillas (1988) y Si me necesitas, llámame (2001). La barcelonesa editorial Anagrama, editora de la mayoría de los relatos de Carver en España, los ofrece ahora agrupados en este amplio volumen de la colección “Anagrama compendium”, que recoge todos los cuentos de Carver, los publicados en el estilo extensivo en el que escribía Carver y los reescritos, a partir de 1981, en forma elusiva por su editor Gordon Lish, que cambió párrafos enteros, reduciendo a la mitad muchas veces los cuentos originales y cambiando los desenlaces en numerosas ocasiones. No obstante, los cuentos de Carver, construidos, como afirma Alessandro Baricco, con paisajes de hielo, aunque habitados y dulcificados por emociones y sentimientos, que en la poda feroz de Gordon Lish fueron suprimidos,  convierten a su autor en uno de los grandes pilares del realismo sucio. “La voz más genuina de la Norteamérica contemporánea” como de él dijo la crítica, que nos ofrece, o eso creíamos, una literatura minimalista, “dependiente de lo omitido” (Harold Bloom).
   Suele  considerarse a Hemingway el iniciador de la narrativa minimalista en EE.UU, pero ese subgénero se asoció por antonomasia con Raymond Carver. Mas es preciso matizar: los cuentos minimalistas (estructuras únicamente enunciativas: sujeto, verbo, objeto + silencio; diégesis frugales e incluso insignificantes, personajes vulgares que habitan en la monotonía, desenlaces inesperados y frecuentemente terribles…) son el resultado de la reescritura que de los cuentos carverianos  hizo Gordon Lish en la editorial A. Knopf, sobre todo en ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? En 2009, tras un largo proceso de investigación de William L. Stull y Maureen P. Carroll, apareció publicado en Londres Beginners, la versión original de esa colección de cuentos de Carver que Gordon Lish había podado de forma inmisericorde. Y en esa versión podemos comprobar que Carver lo narra todo, sin concederle oportunidades a la omisión.
   La prosa original de Carver tiene, pues, poco que ver con el juicio que de ella hizo Tim O’Brien: “Utiliza el inglés como una cuchilla: talla piezas de prosa austeras y exentas de adornos, y para ello despoja a esta de todo salvo el meollo mismo de la emoción humana". Beginners y ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? muestran de forma cabal cómo era la prosa original de Carver: sin vacíos, sin silencios, carente de espacios sin nada para que el lector los llene con lo que guste, sin los finales fulminantes y helados que parecen no ser una consecuencia lógica de la trama.
   En la edición de Todos los cuentos de Carver, encontramos los dos Carver: el puro y el impuro. La prosa original y la prosa martirizada por su editor. Pero en ambos casos, prosa realista, con escenarios cotidianos, personajes grises, retratos de los más oculto de la condición humana, escritos por el autor cuando era esclavo del alcohol, o cuando, a partir del 2 de junio de 1977, la experiencia amorosa con la poeta Tess Gallagher le regaló diez años de propina e hizo posible la escritura de cuentos, poesía y compilaciones.
   Textos sobre todo que, a pesar de los escenarios cotidianos, de la sequedad de su prosa o de su prolijidad, de los trasfondos desconcertantes, se han convertido en clásicos por la capacidad de hacernos llegar una fuerza portentosa y gran credibilidad. Es por ello que los cuentos de Carver nos siguen inquietando, a pesar de que, especialmente los cuentos que se conservan en su versión original, tienden a veces a la obviedad y a lo farragoso.
   Se ha escrito que los cuentos de Carver están transidos  por “un misterio que le atormenta” y que el escritor incorpora a sus personajes. Ese misterio fue, sin duda la convicción de que las relaciones amorosas en pareja, la vida familiar se convierten en el hábitat más propio del ser humano, del que,  a la postre, depende su felicidad. De ahí que muchas parejas que hallamos en estos cuentos intentan salvar sus matrimonios, aunque la virulencia de sus heridas hace que finalmente acaben yéndose cada uno por su lado. Otros relatos como “Desde donde llamo” (Catedral) o “Leña” (Si me necesitas, llámame) están protagonizados por hombres perdedores, desvalidos -“el proletariado de la psique”, como se les ha llamado- que intentan empezar de nuevo tras haber sido presas del alcoholismo. Reescrituras posiblemente de las propias experiencias vitales del autor: en 1977 en El Paso, Raymond Carver, empujado por el amor de su segunda pareja, Tess Gallagher, intenta escribir de nuevo, tras haber pasado diez años víctima del alcohol.
   La solidez artística con la que Carver sabía contar sus historias y que, en estas colecciones de cuentos, explota en mil direcciones, nos permite sumergirnos en la estética de uno de los grandes escritores de la segunda mitad del pasado siglo, cuyas historias nos siguen sobrecogiendo precisamente porque son muy buenas.

Francisco Martínez Bouzas

Raymond Carver

Fragmentos

“Cuando divisaron a las chicas, Jerry y Bill salieron del coche. Y se apoyaron sobre el paragolpes delantero.
-Recuerda -dijo Jerry, apartándose del coche-. La morena es mía. Tú te encargas de la otra.
Las chicas dejaron las bicicletas en el suelo y tomaron uno de los senderos. Desaparecieron tras un recodo y volvieron a aparecer un poco más arriba. Ahora estaban allí, quietas, y miraban hacia abajo.
-¿Para qué nos seguís, chicos? -gritó la morena.
Jerry tomó el sendero
Las chicas se volvieron y se alejaron de nuevo a buen paso.
Bill fumaba un cigarrillo, y se paraba de vez en cuando para dar una honda chupada. Cuando llegaron a un recodo, miró hacia atrás y vio el coche.
-¡Muévete! -dijo Jerry.
-Ya voy -dijo Bill.
Y siguieron subiendo. Pero Bill tuvo que recuperar el resuello. Ya no podía ver el coche. Tampoco la carretera. A su izquierda pudo ver una franja del Naches que se extendía hacia abajo como una tira de papel de aluminio.
Jerry dijo:
-Vete por la derecha y yo iré de frente. Les cortaremos el paso a esas calientapollas.
Bill asintió con la cabeza. Jadeaba demasiado para poder hablar.
Siguió subiendo durante un rato; el sendero empezó a descender y a encaminarse hacia el valle. Bill miró y vio a las chicas. Se habían puesto en cuclillas tras un saliente del terreno. Tal vez estaban sonriendo .
Bill sacó un cigarrillo. Pero no pudo encenderlo. Entonces vio a Jerry. Y después de aquello, ya no importaba.
Lo que Bill había querido era follar con ellas. O verlas desnudas. Pero tampoco le habría importado mucho que la cosa no saliera.
Nunca llegó a saber lo que quería Jerry. Pero todo empezó y acabó con una piedra. Jerry utilizó la misma piedra con las dos chicas: primero con la que se llamaba Sharon y luego con la que se suponía que le iba a tocar a Bill.”

(Raymond Carver, “Dile a las mujeres que nos vamos”, ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor, páginas 266-267)

…..

“El marido de Sandy llevaba tres meses instalado en el sofá, desde que lo despidieron. Aquel día, tres meses atrás, volvió a casa pálido y asustado, con todas las cosas del trabajo en una caja.
-Feliz día de San Valentín -dijo a Sandy.
En la mesa de la cocina puso una caja de bombones en forma de corazón y una botella de Jim Beam. Se quitó la gorra y la dejó también sobre la mesa.
-Hoy me han despedido. Oye, ¿qué va a ser de nosotros ahora?
Sandy y su marido se sentaron a la mesa, bebieron whisky y comieron bombones. Hablaron de lo que podía hacer él en lugar de poner techos en casas nuevas. Pero no se les ocurrió nada.
-Algo saldrá -aseguró Sandy.
Quería animarlo. Pero ella también estaba asustada. Finalmente, el dijo que lo consultaría con la almohada.
 Y lo hizo. Aquella noche se hizo la cama en el sofá, y allí fue donde durmió todas las noches desde entonces.
Al día siguiente de su despido había que ocuparse de las prestaciones de la Seguridad Social. Fue al centro, a la oficina de empleo, a rellenar papeles y buscar otro trabajo. Pero no había empleos como el suyo ni de ningún otro tipo. Empezó a sudar mientras intentaba describir a Sandy la multitud de hombres y mujeres apiñados en la oficina. Aquella noche volvió a echarse en el sofá. Empezó a pasarse allí todo el tiempo, como si, pensaba ella, eso fuese lo que debía hacer ahora que ya no tenía trabajo.”

(Raymond Carver “Conversación”,  Catedral, página 367)

LA ADMINISTRACIÓN DEL MIEDO

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La administración del miedo
Paul Virilio
Traducción de Salvador Pernas Riaño
Editorial Pasos Perdidos, Madrid, 2016, 114 páginas

   Paul Virilio (París, 1932) es uno de los grandes pensadores franceses de la era posmoderna que aún resisten. La guerra, confiesa, fue su universidad inicial ya que la Blizkrieg alemana le sorprendió en la Bretaña francesa. Pero también estudiaría fenomenología en la Sorbona con Merleau-Ponty. Se fogueó así mismo en las revueltas del mayo de 1968. Entre sus contribuciones teóricas cabe destacar lo que Virilio llama “modelo de guerra” de la ciudad moderna y de las sociedades humanas en general, en el que argumenta que los proyectos militares y tecnológicos son la guía de la historia; el concepto de accidente integral (las innovaciones tecnológicas acarrean posibilidades de accidente); la “Dromología” o lógica de la velocidad; la logística de la percepción y los mecanismos bélicos como motores de la transición del feudalismo al capitalismo… Y una reflexión sobre las amenazas y miedos contemporáneos, como hace en este pequeño volumen, L’Administration de la peur (2010), traducido por Salvador Pernas Riaño para la Editorial Pasos Perdidos.
   El libro se presenta bajo el formato de una conversación entre Paul Virilio y Bertrand Richard, en la que se reflexiona sobre la generación de los miedos colectivos, cuya gestión, en las sociedades modernas, se deja en manos de unos pocos que justificarían por lo tanto el dominio y el sometimiento, a través de normas de seguridad cada vez más estrictas, impuestas por los políticos y gobernantes y aceptadas pasivamente por los ciudadanos. Buena parte de los ciudadanos padecen/padecemos estas patologías del miedo: caos climático, pánico bursátil, pandemias, crack económico, fobias alimentarias… Y esos miedos individuales o colectivos se suman y retroalimentan unos a otros en una dinámica demencial y en el fondo infantil, pero capaz de convertir el principio del terror en la piedra angular de las actividades humanas a las que se hallan sometidas la creencia y la confianza en la razón y la perceptibilidad del género humano.
   En este contexto, la entrevista con el pensador y urbanista Paul Virilio aporta un nuevo enfoque para entender estas patologías del miedo y su dinámica. Virilio utiliza la expresión “administración del miedo” con dos significados distintos: hoy el miedo es mundo, pánico (total); no un simple acontecimiento relacionado con hechos y catástrofes locales. Pero a ello es preciso añadir que los poderes estatales se sienten tentados a hacer de la incontrolable difusión mediática del miedo un reclamo para convencer a los ciudadanos de que, por encima del respeto de los derechos humanos, es preciso preservar su seguridad física. Es la nueva ideología del funcionamiento pervertidos de la actual democracia en muchos países: amordazarnos para garantizar nuestra salud (antes eso lo hacía el Estado de bienestar) y nuestra seguridad. En alguna ley española aprobada por la mayoría gobernante no hace mucho se hace patente una  prueba irrefutable de la veracidad de las reflexiones de Virilio. Por todo ello cobra especial relevancia aquel ministerio que se encarga de controlarnos: el Ministerio del miedo, eco de la novela de Graham Greene.
   Muchas otras ideas originales iluminan las reflexiones-respuestas de Paul Virilio: la realidad política se halla manipulada por el complejo industrial-militar y por los grandes consorcios empresariales -las empresas del IBEX 35 decimos en España- que han terminado por hacerse con el poder. Al equilibrio del poder propiciado por el armamento nuclear, ha sucedido un segundo ciclo singularizado por el desequilibrio del terror “terrorista”, con múltiples episodios en lo que llevamos de siglo y caracterizados por la capacidad de que una sola persona sea capaz de producir miedos pánicos; la velocidad que, al suprimir el espacio, genera estrés, produce miedo y, a su vez, el miedo aumenta la velocidad. Si en el pasado el encierro tenía que ver con las cárceles y manicomios como demostró Michel Foucault, hoy en día el encierro está en nosotros mismo: la claustrofobia de masas generadora de grandes terrores.
   La administración del miedo es un verdadero arsenal de ideas, quizás apocalípticas y políticamente incorrectas algunas de ellas, pero muy luminosas que deberían hacer reflexionar a los que todavía se consideran ciudadanos libres sobre los peligros de la administración del miedo que la docilidad generalizada está depositando en esos Ministerios del miedo que interactúan de forma muy activa y llevan a extremos inconcebibles  la definición weberiana del estado (detentador del monopolio del uso legítimo de la violencia) y socaba los fundamentos de la verdadera democracia.

Francisco Martínez Bouzas

Paul Virilio

Fragmentos

“¿En qué se convierte el valor individual cuando el miedo es ambiental y colectivo?

Para un niño, como yo entonces, el miedo tenía que ver con el más fuerte y todo se limitaba al valor individual, a la astucia y a la fuerza. Pero con los bombardeos, cuando empezaron a tomar rehenes, el miedo se apoderó de todos, incluidos los adultos. Todas las casas rebosaban de miedo. En esos momentos nos enfrentamos al terror colectivo y, entonces, un niño ve cómo el miedo se adueña de todo, ya que es imposible ser valiente en tiempos de terror colectivo, salvo que uno se entregue a  ideologías sacrificiales como el patriotismo o se convierta en un kamikaze. ¿Qué se puede hacer ante el miedo colectivo? Junto con el miedo se plantea también la pregunta sobre la velocidad, que es central en mi trabajo de urbanista y filósofo. Primero tuvo lugar la guerra relámpago y luego, como si fuera un eco suyo, la guerra de las ondas a través de la radio. A partir del 18 de junio de 1940, fecha del llamamiento del general De Gaulle, la velocidad de las ondas para comunicarse y luchar comenzó a desarrollarse de manera espectacular e inmediata. Y todo ello ocurrió en la misma ciudad y en la misma calle de Nantes.”

…..

“¿Está de acuerdo con el sociólogo Loïc Wacquant cuando dice que hemos entrado en «un nuevo gobierno de la inseguridad social. Una época en la que, dado que todas las grandes ideas han perdido credibilidad, el temor a un enemigo imaginario es lo único que les queda  a los gobernantes para garantizar su poder?

Comparto esta idea, que nos lleva de vuelta a la segunda disuasión, a la disuasión no militar (en oposición al equilibrio del terror, a la disuasión entre bloques, entre Este y Oeste), sino civil. Frente al desequilibrio del terror, que constituye el destino de la sociedad actual, los distintos poderes, militares o civiles, sienten la tentación de instaurar una nueva disuasión civil, es decir, un estado de temor que impida que se produzca una situación social conflictiva. El título de mi primer libro era “La inseguridad del territorio”: la inseguridad social contemporánea está efectivamente ligada a la inseguridad del territorio provocada por la contracción del tiempo. Por ahora sólo estamos al principio de una disuasión civil que terminará confirmando que las ideologías seguritaria y sanitaria formarán en el futuro un conjunto indiscernible junto con la ecología separada del espacio vital, por oposición a la auténtica ecología que es la del aquí y el ahora. Y por eso creo que este estado de disuasión civil amenaza con cuestionar la democracia en breve plazo. El carácter masivo del absentismo electoral es ya todo un símbolo.”

…..

“Milan Kundera escribe en su Arte de la novela que hay «una unidad de la humanidad, nadie puede escapar hacia ninguna parte». Uno piensa en esa constancia terrible oyéndole hablar de ese éxodo en bucle que se perfila ante nuestros ojos…

Michel Foucault situó en el siglo XVII la emergencia del fenómeno del encierro con el desarrollo de manicomios y prisiones. Yo creo que el verdadero gran encierro está en nosotros. La claustrofobia de masas que se apodera de los pueblos es una de las razones del gran pánico ecológico, que se caracteriza muy especialmente por el miedo a que el planeta no pueda asegurar nuestro desarrollo. Esa es la razón por la que el movimiento, el escape, el éxodo, se vuelven fenómenos permanentes. La única solución hoy es o moverse constantemente o huir definitivamente.”

(Paul Virilio, La administración del miedo, páginas 20-21, 64-65, 81)

COLOMBIA: "LLANTO Y RABIA POR UN PAÍS FLORIDO"

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   En estas horas de dolor, esperanza y de acrecentada conciencia de la necesidad de reconciliación de un país polarizado entre el SI y el NO y con una increíble altísima abstención -la gran triunfadora en la noche del 2 de octubre-, no me parece desacertada la idea de reproducir un texto del poeta gallego Antón Avilés de Taramancos que, en el año 1989, tras su regreso a España, dedicó a Colombia, “la quinta provincia del corazón”, el país que acogió amorosamente su exilio / emigración.
   Contextualizo el artículo del poeta y narrador gallego con una breve noticia de su odisea vital. Antón Avilés de Taramancos (1935-1992) es el ortónimo y uno de los heterónimos con que firmaba y fue conocido José Antonio Avilés Vinagre, uno de los grandes poetas gallegos de la segunda mitad del pasado siglo. Buena parte de la vida de este escritor monolingüe en gallego, transcurrió en Colombia; y a evocar, desde la distancia una vez retornado en Galicia, sus vivencias en el país andino, “mi otra casa”, dedicó un poemario Cantos caucanos(1985), catalogado por la crítica entre las mejores obras líricas gallegas del siglo XX. Y también un volumen de relatos bajo el título de Nueva crónica das Indias (1982). Poeta colosal, elevó, como señaló Ramiro Fonte, la escritura gallega hasta sus últimas fronteras donde aúlla el puma en la madrugada.
   Colombia, el país que acogió el exilio del poeta y le dio una esposa, dialoga con su obra literaria. En algún lugar del país andino duerme la materia vital que le dio fuerza a la forma tan especial de Avilés de Taramancos de contemplar la vida. Con casi veinte años de estancia en Colombia, años de aprendizaje y realización profesional, divididos en dos períodos: poeta transterrado en Bogotá (1961-1970), y la realización profesional como librero en Cali y relativa bonanza económica (1971-1980), donde José Pardo Llada le otorga el título virtual de Marqués de Taramancos.
   La obra literaria de Avilés de Taramancos se halla gobernada por referencias míticas que se acrecientan a raíz de sus incursiones en el Amazonas, donde conoció al cacique Pataraíña, un gallego que era jefe de una tribu; al chamán “Azulay”, un curandero que no sabía ni leer ni escribir; a Kapax al que localizó en el municipio de Ibagué cuando en 1976 remontaba  nadando los setecientos kilómetros del Magdalena, desde su nacimiento hasta su desembocadura; al “Cura Pérez”, el sacerdote zaragozano Manuel Pérez Martínez, comandante en jefe del ELN y un anticipo de la Teología de la Liberación. En Nova crónica das Indias recrea ficcionalmente Avilés de Taramancos historias localizadas en Colombia: la caza de la xaguarana  negra, “tigre hambriento, animal excomulgado en la selva oscura del Caquetá en compañía de Carlos Zamorano, Nereo, originario de las llanuras del Meta y curtido en la guerrilla y el negro Nicomedes. En otro relato refiere el encuentro en Buenaventura con su paisano José Tobío, “Andrucho”, patrón del velero “Olga”, un hombre aventurero que huyó desde Galicia a América, y desde Brasil, navegando por ríos infinitos, llegó a Colombia donde comerció y colaboró con la guerrilla, con Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Velez, “guerrillero nómada”, que acababa de fundar las FARC después del bombardeo de Marquetalia donde estaba asentado un grupo de liberales y comunistas. “Andrucho” introdujo, desde tierras brasileñas, la primera remesa de armas para la guerrilla del bajo Caquetá.
   Mas sus relaciones no se circunscriben a personajes rodeados de leyenda. Sus contactos con el mundo cultural colombiano están documentados: intelectuales, escritores, artistas, e incluso presidentes de la república como Guillermo León Valencia y su hermano Álvaro Pío. Entre ambos se fragua una gran amistad, motivada por el hecho de que los dos hermanos eran hijos del poeta modernista Guillermo Valencia. Está igualmente documentada su relación y amistad con los poetas y escritores León Greiff, Pablo Rokha, Jorge Gaitán, Hernando Valencia  Goekel, Eduardo Cote Lamus, Gabriel García Márquez, Gustavo Álvarez Gardeazabal… o los pintores Ómar Rayo, Armando Villegas y Botero. También la amistad con Celia Cruz, Miguelito Valdés, Mr. Babalú, Daniel Santos, el anacobero, Pacho Galán y su orquesta y tantos otros.
   No es de extrañar, por consiguiente, que desde la lejanía, ya en Galicia recuerde con nostalgia Avilés de Taramancos las noches de Cali:
                            
(…) Ningunha noite tan fermosa
como a noite de Cali. Dionisios unxía os corpos
dun frensí inegotábel e a danza era  un rito iniciático
unha ceremonia necesaria…”
                                                Cantos caucanos, página 26
Traducción al español de Ánxeles Penas, página 45:
                            
(…)”Ninguna noche tan hermosa
como aquella de Cali. Ungía Dionisios a los cuerpos
de inagotable frenesí y la danza era un rito iniciático
una ceremonia necesaria…”

   O que rescate con el fuego sagrado de la poesía, el recuerdo de Colombia, el paraíso perdido, en el sobrecogedor canto elegíaco “Crónica ferida” con el que Antón Avilés de Taramancos pone el ramo a Cantos caucanos:
                                            
( … )
Ouh territorio aberto, planura do confín, miña outra casa,
terra
onde o pan é frutal e o ar encelma a sede máis enxoita e
corrosiva,
ai amor que me fenden os raios da saudade, e quero ollar a
estancia,
encravar na pupila para despois da morte
esa luz que me cruza, ese olor que me chega,cilantro e malvasía
ese amor meu que nunca.
É deste sofrimento que aluma a miña teia, é deste sofrimento,
é desa luz que vivo, do carcomer perene de apreixar o olvido
e te-lo tenso, roxo nas brasas da memoria.
                                              ( …  )
                                                Cantos caucanos, página, 62
Traducción al español de Ánxeles Penas, página, 98:
Oh territorio abierto, llanura del confín, esa otra casa, tierra
donde el pan es frutal y el aire encelma la sed más seca y
/corrosiva
ay amor que me hienden los rayos de añoranza, quiero
/mirar la estancia,
clavarla en la pupila para después de muerto
esa luz que me cruza, ese olor que me llega, cilantro y
/malvasía,
ese mi amor que nunca.
Es de este sufrimento que ilumina mi tea, es de este
/sufrimiento,
es de esa luz que vivo, del carcomer perenne de agarrar el
/olvido
tenerlo tenso y rojo, en ascuas de memoria.”

Francisco Martínez Bouzas
                                                     
Antón Avilés de Taramancos y su esposa Sofía Baquero, natural de Cáqueza (Cundinamarca)
…..

“LLANTO Y RABIA POR UN PAÍS FLORIDO”
    
“Era  la rosa de Jericó, la rosa de Cauca, la rosa de Bolombolo. Los jardines de Antioquia, los cafetales de Armenia, los algodonales de Sinu, los manglares de Buenaventura. Un país para soñar, desde Macondo con sus mariposas amarillas hasta las llanuras de Villavicencio, ese otro mar sin fin en la tierra bañada por tres mares: el Pacífico, el Atlántico y el Amazonas. Después los mil río como nervaduras que recorren la piel y llenan de hartura y de caminos la geografía más intensa que va desde el páramo a la ribera blanca.
   Se ama a Colombia desde lo más profundo de sus entretelas; a la gente abierta y popular, siempre dispuesta a ofrecer cobijo; a la tierra misma, ubérrima en las sabanas, en las vegas y en los valles, y áspera en las cumbres nevadas donde el frailejón  luce solitario como una bandera triunfal. Uno quisiera despertar alegre, pongo por caso en Manizales o en Ibagué o en Neiva, y ver la luz de un día diferente, como solamente allí se puede dar, y ver en las faenas de la siembra a todo el pueblo cantando con esperanza y con gallardía, que ese es su cariz más inmediato.
   Ahora las fuerzas negras del terror abrieron su navaja de seis cortes y arrojan todo el esplendor de su oro maldecido en el molino del desastre y el país bambolea como una pluma en el aire. Son los «narcos», ese ejército de hambrientos de la vida de los demás, los que izan la bandera y arremeten contra un pueblo inerme y soñador.
   De los treinta millones de colombianos, solamente unos cincuenta mil fueron capaces de corromper las estructuras del país. Más de la mitad del ejército, más de la mitad de la policía, más de la mitad de la guerrilla están contaminados por la «mierda del diablo» que son los dineros de la coca, del crack y de la marihuana nacional, primeros productos de exportación.
   Los esfuerzos de Colombia por levantar su industria del tejido y la metalmecánica, que fueron ejemplares en América del Sur; el gran empeño por variar el monocultivo del café y llenar los mercados del mundo de flores y de frutas; el gran ímpetu con el que se emprendió la nacionalización  efectiva de las minas de esmeraldas de Muzo y Coscuez, de nada sirvieron ante la avalancha de la miseria  que introdujo la droga y su comercialización. Una economía paralela que brotó por fuera hasta reventar al país.
   En este momento de tristeza en el que está muriendo gente honesta por dar la voz de alarma; en que viejos amigos y conocidos sufren atentados y temores, yo, que también soy colombiano, quiero pediros amigos, que levantemos la copa como quien alza un cáliz, y pidamos que Colombia encuentre su sosiego y su libertad.
   Que la sangre que hoy corre sea sangre de redención.”

(Antón Avilés de Tarmancos, Revista Barbanza nº 37, 1ª - 09 – 1989. Artículo recogido así mismo en el libro Obra viva de Antón Avilés de Taramancos, páginas 121-122. Traducción al español por Francisco Martínez Bouzas)

"MUSA": LAS ENTRETELAS DEL MUNDO EDITORIAL

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Musa

Jonathan Galassi

Traducción de Jaime Zulaika

Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 233páginas



  Jonathan Galassi (Seatle, 1949) editor, poeta y traductor al inglés de Leopardi y Eugenio Montale, debuta en la narrativa con Muse (2015), novela que Anagrama publicó en español el pasado mes de septiembre, con el título de Musa.

   Musa es otra prueba de que la ficción, la novela, lo aprovecha todo. En este caso, las entretelas del mundillo editorial, un medio que Galassi conoce no de oídas, sino por su carrera editorial en varias editoras, entre otras, en Random House y en la actualidad en Farrar, Straus and Giroux, editorial que preside y dirige. La novela recupera algunas circunstancias de esta editorial fundada y dirigida por Roger Straus, un editor muy imaginativo, experto en hacer enemigos, mujeriego y sexista. En la ficción, la editorial se llama Purcel & Stern, y su editor es Homer Stern, en cuya mesa, como en la de Roger Straus, también hay duplicidad de teléfonos, uno de ellos reservado a sus amantes. Pero Musa, así lo declara el autor en el arranque de la novela, es una historia de amor a la palabra impresa de los viejos tiempos “cuando los hombres eran hombres y las mujeres eran mujeres y los libros eran libros” (página 9).

   En el centro de la novela, una mujer: la poeta ficticia Ida Perkins, ante la que, haciendo caso omiso de sus escándalos, se postraron no solo sus amantes, sino media América, entre ellos  dos “fieles acolitos”: los editores Sterling Wainwright, su primer amante y editor, y Homer Stern, un mujeriego muy devoto “de la carne de caballo femenina”, rival de Sterling que ansía incorporar a Ida Perkins a su catálogo. Y para ello se sirve de un joven editor, Paul Dukach que trabaja en la empresa desfilvanada de Homer, editorial pija, pobretona, pero independiente. Dukach es un admirador idólatra desde la distancia de la poeta. Una azarosa amistad con Sterling Wainwright, le permite acceder a Ida Perkins, oportunidad que quiere aprovechar Stern para ficharla para su editorial, pero otras son las intenciones y propósitos de Ida.

   La obsesión y la pugna de los tres personajes del mundo editorial por Ida Perkins será el núcleo central de la trama novelesca; la contienda por hacerse con los manuscritos de Ida -la musa- y así hacer que brille su ego en el catálogo editorial, en un contexto donde los libros son sobre todo una oportunidad de negocio, y donde los sueños amorosos y sexuales se solapan bajo el fervor de la fascinación poética.

   En Venecia, Paul Dukach tendrá la oportunidad de ser recibido por la interlocutora de sus sueños más atrevidos, Ida Perkins. El manuscrito  con poemas inéditos, el último libro de la poeta, será la sorpresa con la que Ida agasaje a Paul, con el encargo de que lo publique tras su muerte. El poemario explosivo es un acto de venganza contra su editor de siempre; y esconde un secreto que será el que hace posible que la trama cobre el interés que hasta ese momento no tenía, y agilice su ritmo narrativo, al revelar verdades muy ocultas de algunas vidas.

   Musaes a la vez un buceo, un homenaje y un crudo retrato irónico del mundo editorial del que nos descubre sus entrañas más encubiertas: el día a día de una editorial, las caprichosas manías de autores y editores, sus flirts amorosos y, sobre todo, sexuales. Una verdadera hoguera de las vanidades. La novela exhala amor por los libros pero también una crítica despiadada y desmitificadora de ese universo de la edición y cuanto lo rodea. Desde esta visual, es sumamente ilustrativo el capítulo dedicado a la Feria del Libro de Frankfurt en la que no se venden libros sino autores y donde se lucen los aristócratas y los esnobs de la edición europea. Pero así mismo la novela de Galassi permite percibir los rápidos cambios en el mundo editorial debido a la revolución de la era digital y a la tendencia monopolista del mercado del libro y a las ventas por internet. Al mismo tiempo que rinde un merecido homenaje al “ecosistema” de la edición independiente.

   Desde el punto de vista compositivo y argumental, Musa es una novela tediosa en su primera parte, en la que prima el relato sobre el funcionamiento de una casa editora, con demasiados nombres, excesivos personajes secundarios que se pierden en la memoria lectora. Y una obsesión y constante presencia de la poeta Ida Perkins. Cobra, sin embargo, interés, a raíz de la entrevista de Paul Dukach con la poeta, su gran ofuscación. Novela que aglutina ficción y realidad, ficción y autoficción, y, por lo mismo, novela en clave: personas y acontecimientos reales aparecen disfrazados de personajes de ficción. El más notorio, sin duda, es Paul Dukasch, trasunto literario del autor Jonathan Galassi. Mas también están presentes en la novela, si bien disfrazados con nombres ficticios, otros personajes reales del mundo del libro, entre ellos los nababs de la edición europea ¿Quién no reconoce en el editor Jorge Vilas a Jorge Herralde, fundador y editor de una de las más prominentes editoriales independientes homenajeadas, como he señalado, en esta novela?



Francisco Martínez Bouzas



                                                   
Jonathan Galassi

Fragmentos



“Wainwright, un wasp activo del gremio, oriundo de Ohio, cuya herencia (cojinetes) era diez veces mayor que la de Stern, consideraba a Homer un grosero y maleducado advenedizo y oportunista, no un hombre de palabra: la clásica defensa de quien ha sido derrotado en la lucha sin cuartel de los negocios. Homer se burlaba de Sterling diciendo que era un playboy que satisfacía sus pretensiones literarias sin ninguna visión práctica ni sentido común. Lo cual, puesto a pensarlo, era bastante cómico, teniendo en cuenta los orígenes de Homer. No, los problemas no eran los que separaban a ambos; era lo mucho que se parecían. Los dos eran niños mimados, guapos, donjuanes y con el olfato para escritores. Se podría haber pensado que estaban hechos para ser amigos, pero hubiera sido un craso error. Se detestaban cordialmente y disfrutaban haciéndolo.

Algo que los dos tenían en común era su obsesión por la poesía y la persona de Ida Perkins, posiblemente la poeta norteamericana de la época.”



…..



“Frankfurt era cualquier cosa menos vida social; era una rebatiña de lo más rapaz, revestida de un refinado barniz europeo. La ropa elegante, las fiestas, los puros, la subida de precios de hoteles y restaurantes y la comida decepcionante estaban cortados por el mismo patrón. Era extenuante, repetitivo y deprimente, pero nadie en la industria del libro con una pizca de estilo o sentido común se habría perdido Frankfurt por nada del mundo.

Homer estaba hecho para esta feria. En ninguna parte se le veía más relajado, más pródigo en consejos amistosos y en anécdotas chistosas.”



…..



(En la Feria de Frankfurt) “Se miraban aguda pero discretamente unos a otros mientras contaban trolas sobre sus últimos descubrimientos, que parecían que podían ser, pero que casi siempre, rotundamente, no eran las Grandes Aportaciones a la Literatura Universal por la que pretendían hacerlos pasar. Los profesionales entre aquellos ladrones de guante blanco se entendían de maravilla: cuándo terminaba la concordia y cuándo prevalecía el negocio; cuándo el comercio quedaba relegado y cuándo una larga lealtad imponía su ley. Homer era muy generoso con su información, ya fuera buena o mala, y un maestro consumado en difundir rumores que constituían el alma de la feria: que McTaggart estaba transfiriendo  a Hummock de Gallimard a Actes Sud; que Hummock había despedido a McTaggart para irse con la Ninfo; que la Ninfo vendía en bloque su agencia a William Morris.”



(Jonathan Galassi, Musa, páginas 20, 120, 124)

"DARK BUTTERFLY": UNA ESPANTOSA VIVENCIA DE LA LOCURA

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Durk Butterfly
Xina Vega
Traducción de Estela Villar
Pulp Books (Un sello de Rinoceronte Editora), Cangas do Morrazo, Pontevedra, 2016, 169 páginas.

  “Siento a cada instante como las bacterias perforan mis dientes, como va avanzando la podredumbre, los bichos de la polilla. De vez en cuando grandes relámpagos azules me iluminan el cerebro. Dolor intenso. Sólo dolor. Agradezco este dolor que proviene de mi cuerpo porque me permite no pensar, porque apaga mi pobre cabeza.” (página 157)

   Es un breve fragmento de Dark Butterflay, la novela testimonial que Regina Vega publicó el año 2012 en gallego, y que ahora traduce al español Estela Villar para Pulp Books. Hay muchos con el mismo calado que consiguen que un verdadero escalofrío se vaya alojando en el lector a medida que se sumerge en la lectura de la novela de Xina Vega. Una novela en la que la escritura ficcional se conjuga con ciertos elementos biográficos extremadamente duros, como confesó la misma autora, que halla en la escritura de este texto una verdadera catarsis personal. Una hermana suya terminó su vida tal como muere la protagonista. A Xina Vega le restaba por hacer un ajuste de cuentas personal que supo transformar en ficción. Ficción de las vivencias de la locura, basada en importantes fuentes documentales que abordan el tema de la esquizofrenia (Foucault, Deleuze, Wolfson), y en la que deja así mismo sentir su voz la intertextualidad (Bernard-Marie Koltès, Cioran, Gabriel Ferrater, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath e incluso ciertos relatos de Méndez Ferrín). Y parpadeos, ciertos gritos y expresiones lingüísticas extraídas de los cuadernos vivenciales de la propia hermana que fue víctima de esa terrible brecha.
   Desde estos cimientos, articula Xina Vega el relato de una esquizofrenia antes de internet, con el objetivo primordial de acercarnos una visión realista y a la vez metafórica a través del lenguaje de algo que no es metáfora sino una experiencia vital dura, inquietante, que nos abruma en un largo y penoso camino por los abismos infernales -ese valle de lágrimas del primer capítulo- de la esquizofrenia.
   ¿El resultado? Una vivencia pavorosa de la locura, una bajada a los infiernos de la demencia lograda mediante un excelente relato, cuyo fruto final es una novela breve espeluznante. El relato de una enferma afectada de esquizofrenia que, desde su diario, nos aproxima al proceso de la enfermedad en ella misma y en la carne y alma de dos amigos que, al igual que ella, entran definitivamente en la ruina, en la noche. Varados primero dentro de esa cárcel de cristal que es el hospital psiquiátrico, un barco, un acuario sucio, rodeados de seres desposeídos, cuerpos abiertos con inmensas fracturas en su estructura, marcados por la lobotomía química, por esas drogas que los vuelven de caucho y fuera de la vida. Una tétrica, y sin embargo, muy realista calada en la rutina diaria de un psiquiátrico donde -he aquí las metáforas de la locura- se ven luces, regueros de color y se escuchan los gruñidos de los monos, donde otros deciden por ti, sabedores además de que lo que aguarda al final es la nada. Y fuera del hospital, saberse y sentirse indignos, socialmente excluidos; y llevar el manicomio dentro circulando por la propia sangre.
   Relato del propio infierno y del de los amigos, desechos en los márgenes de la gran ciudad; que intentan ser esenciales, dejando de ducharse o trabando una amistad determinística con la muerte que aguarda escondida  como trágico destino entre las olas del mar.
   Xina Vega tematiza dolorosas y aterradoras experiencias vivenciales, y al mismo tiempo hace que el lector sienta una gran afinidad y empatía con estos enfermos, encerrados en la campana de cristal de la indiferencia o del rechazo social. E incluso algo más: logra que pongamos en duda la eficacia de ciertos medicamentos que convierten al enfermo en un manicomio andante; así como la praxis médica de ciertos profesionales que, incluso con esmerada cordialidad, piensan que el enfermo es un violín y que su deber es conseguir afinarlo.
   La autora yergue su novela con una arquitectura compositiva múltiple y no carente de originalidad. La narradora homodigética del diario personal que refleja sobre todo el punto de vista subjetivo, y una gran cantidad de textos fragmentarios (fríos y asépticos informes médicos, mensajes grabados, cartas personales) en los que se mezclan una supuesta objetividad científica y el inmenso dolor de esa mariposa negra que, en un acto final de libertad, rechaza la lenta lobotomía, pero no es capaz de escapar de los aullidos que acaban por desgarrar su personalidad. Todo forma parte del desarrollo argumental que halla en el fragmentarismo una apropiada estructura constructiva. Especialmente cuando esta estructura se halla revestida por un estilo fuerte, un lenguaje que revienta en metáforas afortunadas, rebosantes de gran fuerza expresiva, y en una sintaxis que adecúa su ritmo al propio de las vivencias que la autora se propone transmitirnos. Tejida  con esos mimbres, la trama que Xina Vega nos regala, se transforma en un libro pavoroso, como ya señalé, pero al mismo tiempo romántico y heroico.

Francisco Martínez Bouzas

                                                 
Xina Vega
Fragmentos

“20 de mayo
Los antipsicóticos comienzan a hacer su efecto. Mis receptores de dopamina se bloquean, las colas de luz de mis neuronas pierden capacidad de relampagueo. Intento gobernar mi cuerpo y mi cerebro desobedece, las órdenes no llegan, se pierden en el entramado brillante, flotan suspendidas en el vapor acuoso de mi cráneo. Mi cuerpo está dejando de ser mío, colonizado por un programa bioquímico con el que alguien se complace en torturarme. Veo mis piernas bambaleándose, temblando. Tengo miedo de este cuerpo que me sacude sin motivo, de modo fortuito. Tengo compasión de mi cuerpo que oscila y que se tensa, que se retuerce, castigado.
Estoy acostada en mi habitación. Fuera, la luz varía: blanca y vibrante; amarilla y desierta, ocre y moribunda. Por veces la niebla diluye las horas, las difumina. Puede entonces que el cielo empiece a cubrirse de enigmas que procuro resolver…”

…..

“La enfermera esperó a que las tres piezas de veneno entrasen en mi boca, me dio un vaso de agua, quise rechazarlo, pero, como siempre, me forzó a beberla para que todo aquello entrase arremolinado en el saco del estómago. «Ya te queda menos, ¡ánimo!», dijo, y salió con su carrito para administrar la dosis en la siguiente habitación. Volví a tumbarme en la cama, quería estar atenta. ¿Protestaría mi cuerpo reclamando de nuevo su dosis habitual de neurolépticos? ¿Resistirían mis nervios la falta de esta droga que me vuelve de caucho, que amortigua los sonidos, la luz, la ansiedad? Pasaron los minutos, un pájaro se posó sobre el alféizar de aluminio de la ventana y se puso a dar picotazos en mi cristal.”

…..

“Conseguir alucinaciones por control remoto. Convertida en una cometa que alguien manipula, el doctor tira y dejar ir los hilos de esa extraña vida, que ondea en lo alto del aire, los mandos de mi vida, los mandos de mi cabeza, subida de la ingestión de Plenur, de Risperdal, de Akineton.
Desde su despacho de hospital el doctor monitorea mis sueños, mi vigilia, aunque a mí me cueste separar el día de la noche, la consciencia de la inconsciencia. Soy un juguete que da vueltas en picado, que cae y asciende en una montaña rusa de píldoras y jarabes. El doctor se ríe, como un niño que juega, complacido de su poder. Y yo soy sólo un sucio pañuelo en el aire, empapado de lágrimas.”

…..

“Tengo tanto frío y esta torpeza en la mente, en el cuerpo… Siento mi cara como una máscara de corteza. Intento cerrar la boca, juntar los maxilares sin dientes, pero ha cedido el resorte, el mecanismo no funciona. Mi cuerpo no obedece; se está convirtiendo en un palo, en madera seca. Rigidez. Dureza. Quiero gritar, pero mi voz no sale, algo la retiene, la ahoga. Un hilo, sólo un hilo de voz. La lengua se adormece, vacila. Tengo que deletrear las palabras. Despacio, muy despacio, con esfuerzo. No sé qué está pasando. Esta hospitalización no está siendo como las otras. El veneno está ganando más espacio, el veneno está ganando la partida.
Me estoy olvidando de escribir, de pensar
Mi mano ya no tiene fuerza.”

(Xina Vega, Dark Butterfly, páginas 35, 71, 143, 168)

MEMORIA DE DARIO FO

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Con dos noticias de signo distinto, nos sorprende este 13 de octubre. A las 13 horas conocíamos la concesión del 109 Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan. Un premio controvertido, “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”, tal como lo justificó la Academia Sueca. Horas antes, conocíamos el fallecimiento de Dario Fo (Sangiano, 24 de marzo de 1926), igualmente Premio Nobel de Literatura en 1997, “por emular a los bufones de la Edad Media en la autoridad flagelante y por defender la dignidad de los oprimidos”.
   Dario Fo, autor, director, actor, escribió su primera obra teatral en 1944, y en 1948 el mismo debutó como actor en la escena. En colaboración con su esposa, Franca Rame (fallecida en 2013), escribió y representó más de cincuenta obras de teatro, ácidas sátiras políticas en las que arremete sin piedad contra el poder político, el capitalismo, la mafia y la Iglesia jerarquía del Vaticano. Misterio Buffo y otras comedias, Muerte accidental de un anarquista o Aquí no pasa nada son algunas de sus obras maestras. En 2014, Dario Fo publicó su primera novela, Lucrecia Borgia, la hija del Papa, editada en España por Siruela. Y el pasado año volvió a la narrativa con C‘è un re pazzo in Dinamarca editada igualmente en español.
   En recuerdo y homenaje de este Arlecchino de Italia, heredero de la tradición de los juglares, azote del poder político y eclesial, activista incansable que lo convirtió en referente moral de la izquierda italiana que dejó de existir el día “en que se casó estúpidamente con el poder”, reproduzco dos textos de Dario Fo, inmenso maestro de la sátira, extraídos  de Hay un rey loco en Dinamarca.

Hay un rey loco en Dinamarca
Dario Fo
Traducción del italiano de Carlos Gumpert
Ediciones Siruela, Madrid, 2016, 182 páginas

   La idea de este libro, surge, tal como confiesa el autor en la nota introductoria, a raíz de una investigación realizada por su hijo Jacopo sobre los reyes daneses del siglo XVIII, en concreto, de las  crónicas, comentarios y diarios que desde el siglo XV solían escribir los hombres que tenían práctica en las letras. De este modo, han llegado hasta nosotros testimonios de personajes históricos que alcanzaron la fama. El hallazgo de estos papeles ha permitido reconstruir los trágicos y grotescos sucesos que marcaron Escandinavia durante el período comprendido entre mediados del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, desconocidos durante mucho tiempo. El autor más importante de estas memorias salidas a la luz es Cristián VII, rey de Dinamarca y de Noruega desde 1766 a 1808, que a pesar de que sufría graves problemas mentales, posiblemente esquizofrenia, y era un crápula y libertino, asumió el trono tan solo con dieciséis años. A esa esa misma edad se casó con la princesa de Gales, Carolina Matilde de Hannover, hermana del rey Jorge III de Gran Bretaña.

Francisco Martínez Bouzas

Dario Fo en 2008 (foto de Bernardo Pérez)

Textos

Dentro y fuera de un cuento de hadas

“Me llamo Cristián y soy de fe luterana. Tengo treinta años, más o menos, no lo recuerdo con exactitud, pero me molesta pedir información sobre mi nacimiento a alguien de la servidumbre o de la corte. Vine al mundo en Copenhague, supongo que en el palacio real con la ciudad cubierta de nieve, ¡fue en pleno invierno…! Más o menos  a mediados del siglo XVIII.
Mi madre, Luisa de Hannover, fue la primera mujer de Federico V, rey de Dinamarca como es natural. De ella no tengo casi memoria, ni de su voz ni de sus senos mientras me amamantaba. Y es que fui depositado de inmediato entre los brazos de una nodriza de la que recuerdo con exactitud sus pechos tiernos y henchidos de leche y una voz que me cantaba para que me adormeciera. Mi madre murió cuando yo tenía dos años y no lo supe hasta mucho más tarde, cuando mi padre el rey volvió a casarse con otra mujer noble, muy hermosa pero codiciosa también, y carente de humanidad, Juliana María de Brunswick-Lüneburg, de la que me esforzaré por hablar ampliamente dentro de poco. Solo anticipo al lector que descubrir a esa señora, que parecía surgida de las leyendas mitológicas de un antiguo narrador escandinavo, fue para mí algo terriblemente desagradable. Era una auténtica madrastra, como la de esos crueles cuentos de hadas inventados a propósito para asustar a los niños.
El día en el que, al cabo de un año, la madrastra dio a luz a su primogénito caí prostrado por unas terribles fiebres, no desde luego  a causa de ese nacimiento. El médico, llamado con urgencia, decretó que era probable que no se tratara de nada grave: un fenómeno normal, propio del desarrollo infantil. Pero, por desgracia, el diagnóstico era completamente erróneo; no me recuperé más que al cabo de meses de semiinconsciencia. (…)

…..

Escenas de un loco amor

“Me desperté en el momento en el que las criadas empezaban a quitarme la ropa para ponerme una túnica de seda perfumada. Cristián también apareció al rato con una especie de paño decorado a la oriental encima. Dio órdenes para que toda la servidumbre desapareciera. Al quedarnos solo, dejó caer la gualdrapa y apareció desnudo ante mí. Se metió en la cama y me abrazó. No tardamos en caer dormidos como dos criaturas.
Me desperté todavía en sus brazos, era el amanecer. De la habitación de al lado venía olor a café y  a pásteles de crema. Me deslicé con la mayor ligereza posible fuera de la cama y, desnuda como estaba, me asomé para echar un vistazo a la enorme mesa en la que estaba preparado un desayuno imposible.
Me senté frente a aquel desfile de pasteles y de frutas, así como de bebidas, y empecé a pellizcar de unos y de otras igual que hacía de niña. En ese momento aparece ante mí Cristián y de inmediato exclamo entre aspavientos:
-¡Dios mío, mi marido! ¡Él también desnudo!
-¡No estoy desnudo en absoluto, mírame bien! –Y señala las frutas que le penden de las orejas, y las bayas y piñas colgando de la cintura enmascarando apenas su intimidad. Cristián se ríe, no se preocupa lo más mínimo por ponerse prenda de vestir alguna, exactamente como me he comportado yo. Desayunamos con una voracidad de huérfanos hambrientos. Él me acaricia la cara con las manos bañadas en crema y luego me besa limpiándome con voluptuosidad, casi como si me hubiera convertido en un cruasán recién horneado. Yo hago lo mismo rociándolo de mermelada de manzanas y, sin pudor alguno, trato de lamerlo aquí y allá.
-¡No! ¡Cosquillas no, no puedo soportarlas!
Me arroja sobre la mesa y rodamos entre platos y tazas repletas de toda clase de manjares. Ambos nos reímos y pataleamos igual que dos amantes. Estoy viviendo una luna de miel realmente triunfal. Me siento feliz, sobre todo porque en el comportamiento de Cristián no se aprecia en ningún momento el menor atisbo de enfermedad o locura. Pero, por desgracia, esta condición maravillosa estaba destinada a durar poco.”

(Dario Fo, Hay un rey loco en Dinamarca, páginas 14-15, 35-36)

"CERO K": LA QUIMERA DE LA INMORTALIDAD DE LOS BILLONARIOS

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Cero K
Don DeLillo
Traducción de Javier Calvo
Editorial Seix Barral, Biblioteca Formentor, Barcelona, 2016, 318 páginas.

   Seix Barral publica en español Zero K (2016), la última novela de Don DeLillo, el escritor de Bronx, referencia imprescindible en la literatura norteamericana (narrativa de ficción, teatro, ensayo, guiones cinematográficos). El reconocimiento unánime lo alcanzó en 1985 con White Noise (Ruido de fondo en la traducción española), si bien se sigue considerando a Underworld (1997, Submundo en la traducción española) su mejor novela. Ganador de los grandes premios de las letras estadounidenses, eterno candidato al Nobel, sus ficciones reinciden en más de una ocasión en el destino del ser humano, el ancestral miedo a la muerte y aquellos hábitos consumistas y tecnocientíficos que nos introducen en quimeras y fáusticas aspiraciones para evitarla. Cero K se inscribe en esta línea por retener la vida, por eludir ese destino que es la muerte.
   Obsesionados por la muerte que acecha de mil maneras y a la vuelta de cualquier esquina, los personajes de su ficción intentan conjurarla, luchando incluso contra ella mediante el sometimiento voluntario y transitorio a sus exigencias: por medio del fallecimiento inducido, la congelación mediante un procedimiento criogénico secreto (el proyecto Convergencia, organizado por una secta apocalíptica), en espera de que los avances tecnológicos futuros sean capaces de curar sus enfermedades y recuperar cuerpos y mentes. Cero K es la unidad especial de ese ultra secreto complejo y donde los pacientes que han adoptado la decisión de morir, harán la transición al siguiente nivel (la muerte artificial y la congelación a la temperatura del cero absoluto o cero k en la escala de Kelvin). Evitan así la muerte natural.
   La esposa de Ross Lockhart, discapacitada por varias enfermedades, elige esa forma de muerte artificial / suicidio asistido. Pero de pronto su marido cuya salud es perfecta, decide acompañar a su esposa y someterse igualmente al procedimiento criogénico. A una comuna situada en Kazajistán, rodeada de rocas precámbricas,  son conducidos los billonarios que aspiran a la inmortalidad, entre ellos Ross, principal inversor del proyecto Convergencia y su esposa Artis Martineau. Pero la ficción hace así mismo que hacia allí viaje Jeffrey Lockhart, narrador homodiégetico  y conductor de la historia, para asistir a los últimos momentos de su madrastra que pondrá fin a una versión transitoria de la vida para acceder a otra más permanente. Mas Jeffrey mantiene una visión escéptica de ese procedimiento / espectáculo extravagante en el que participan su padre y su esposa, por más que el padre pretenda, en una comunicación adornada de sentimientos, que el hijo apoye su decisión vital, la forma de poder revivir algún día. Morir para no morir. Jeffrey se rebela contra la decisión paterna, consciente de que le habían lavado el cerebro y de que lo que pretende hacer su progenitor es un crimen mafioso en el que al morir en forma humana le sucederá algún día un revivir convertido en un dron isométrico.
   En buena parte todo sucede como estaba previsto, pero la novela, en su desenlace, se convierte en una celebración de la vida mortal, la de este mundo repleto de enfermedades, achaques, guerras, catástrofes, caos, terrorismo. Es la voz del protagonista quien nos lo transmite de una forma muy simple: “No necesitaba la luz del paraíso. Ya tenía los gritos maravillados del niño” (página 318).
   Cero Kno es una novela complaciente, una golosina literaria, pero sí un relato sin concesiones, de potencia demoledora, que nos invita a interrogarnos sobre el poder y los límites de la tecnociencia, esa ciencia que altera todas las creencias previas. Aún admitiendo que la secta apocalíptica de la Convergencia tuviera, mediante criopreservación, la posibilidad de devolver la vida a aquellos a los que previamente se la había quitado, la pregunta kantina “¿Qué debo hacer?” sigue estando ahí, con la misma fuerza con que la formuló el filósofo de Könisberg. La tecnociencia ha agrandado de forma casi infinita el campo del quehacer humano, el futuro de nuestra especie, hoy perfectamente moldeable. Mas aquello que es moldeable, también es susceptible de ser controlado. El mismo Don DeLillo lo dice a través de la voz de su protagonista: “Me pregunté si estaba mirando el futuro controlado, hombres y mujeres subordinados, de forma voluntaria o no, a alguna forma de mando centralizado” (página 168). Vidas convertidas pues en maniquíes.
   Aunque sin censuras inquisitoriales, no podemos admitir sin más el imperativo tecnológico: “poder implica deber”; la quimera de la inmortalidad de los millonarios por otro lado que viajan hacia el renacer, está totalmente fuera de esa narración que denominamos Historia, y produce en la voz narradora un verdadero sobrecogimiento.
   Atendiendo a su arquitectura compositiva, Cero K, tras plan
tear su núcleo argumental, nos sumerge en profundas reflexiones, a veces dialogadas, sobre las relaciones padre-hijo, la identidad personal y la posibilidad del despojamiento de la propia persona, entendida en el sentido etimológico griego (máscara); cavilaciones así mismo sobre el sentido de la muerte y el elemento definitorio que es la vida y que algún día terminará. Un comienzo quizás demasiado abstracto y filosófico, al que sigue el meollo de la trama. La descripción del complejo Convergencia, sus pasillos laberínticos, habitaciones sin ventanas, guardianes que parecen más una forma de vida que seres humanos. En definitiva un ambiente kafkiano. Y el relato con tintes de ciencia ficción de como se prepara  a Artis y a otros candidatos para su tránsito hacia un futuro renacer.
   Con gran acierto introduce el autor un monólogo de Artis desde la cápsula en la que reposa su cuerpo criopreservado, inquiriéndose  si es alguien o son solamente las palabras las que le hacen creer que es alguien.
   Son muchos y variados los recursos narrativos de Don DeLillo, entre ellos las analépsis, eses saltos hacia el pasado que hacen inteligible las razones del punto de no retorno de la relación padre e hijo. También el nuevo lenguaje para poder  definir ese morir momentáneo y la fe de sentirse vivo en el futuro. Una lengua que se ajusta a la tonalidad de la novela y a la complejidad  de sus temas: alejada de cualquier floritura complaciente, seca, fría, precisa, quizás minimalista, pero no por ello menos contundente.

Francisco Martínez Bouzas
                                                    
Don DeLillo
Fragmentos

“- ¿Conoces los procedimientos por los que vas a pasar, los detalles, cómo lo van  a hacer?
-Los conozco exactamente.
-¿Piensas en el futuro? ¿En cómo será volver? El cuerpo será el mismo, sí, o incluso mejorado, pero ¿qué pasa con la mente? ¿La conciencia no se verá alterada? ¿Serás la misma persona? Te mueres siendo alguien  con un nombre determinado, y con tu historia, tus recuerdos y tu misterio reunidos en esa persona y ese nombre. Pero ¿te despiertas con todo eso intacto? ¿Es simplemente como dormir durante una noche muy larga?
-Ross  y yo tenemos un chiste recurrente. ¿quién seré yo al despertar de nuevo? ¿Acaso mi alma habrá abandonado mi cuerpo y habrá migrado a otro? ¿Cuál es la palabra adecuada para el proceso? ¿O bien me despertaré convencida de que soy un murciélago de la fruta de Filipinas? Con hambre de insectos.”

…..

“Amor de una mujer, sí. Pero me acordé de lo que habían dicho los gemelos Stenmark en la sala de piedra, hablando directamente con los ricos benefactores. Dad el salto, les habían dicho. Vivid el mito de la inmortalidad para los multimillonarios ¿Y por qué no hacerlo ya?, pensé. ¿Qué más le quedaba por adquirir a Ross? Dales a los futuristas su dinero manchado de sangre y ellos te permitirán vivir para siempre.
La cápsula será su mausoleo por derecho.”

…..

“Aquellas figuras, aquellos santos del desierto, momificados, disecados en su cámara mortuoria subterránea, el poder claustrofóbico de la escena, el ligero hedor a podredumbre. Estuve un momento sin poder respirar. ¿Acaso podía interpretar aquellas figuras como la versión ancestral de los hombres y las mujeres erguidos en sus cápsulas, humanos reales al borde de la inmortalidad? Yo no quería interpretación. Quería ver y sentir lo que había allí, por mucho que no estuviera a la altura de la experiencia que se estaba desplegando a mi alrededor.”

(Don DeLillo,Cero K, páginas 56-57, 136, 153-154)

"TODO ESTO TE DARÉ": UN PREMIO PLANETA AL REBUFO DE LA TRILOGÍA DEL BAZTÁN

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   Todos los rumores y quinielas consideraban a Dolores Redondo ganadora del 65º Premio Planeta de Novela, el segundo  premio literario mejor dotado económicamente después del Nobel. A la convocatoria del Planeta 2016, se habían presentado 552 originales, de ellos 147 proceden de Latinoamérica, 18 de Estados Unidos, 12 de Europa, 2 de Asía, 68 de procedencia no especificada y 298 de España. Finalmente el Premio dotado con 601.000 euros fue para Dolores Redondo (Donostia-San Sebastián 1969) por la obra presentada bajo el rótulo falso Sol de Tebas que se titulará Todo esto te daré. Aunque la nueva novela no es la cuarta entrega de la Trilogía del Baztán, ni persigue  las aventuras de la policía foral protagonista de su trilogía, mantiene su mismo aire de familia: una novela detectivesca, cuyo tema de fondo es la codicia, según reveló la propia autora en la rueda de prensa posterior. Es así mismo una novela sobre la amistad “entre hombres adultos que se conocen y son capaces de superar prejuicios y trabas”. Todo esto te daré está ambientada en un escenario privilegiado: la Ribeira Sacra lucense. Una novela escrita al estilo de Agatha Christie, y espejo de una España que sobrevive a la modernidad.
   Sin negar el mérito de una novela que no he leído y que se convertirá sin duda en best-seller, no me cabe la menor duda de que ha sido premiada, en el día de ayer, tras la estela de los tres volúmenes de la Trilogía del Baztán (El guardián invisible, enero 2013, Legado en los huesos, noviembre 2013 y Ofrenda a la tormenta, 2014), editados conjuntamente en las cuatro lenguas del estado español, traducidos a más de quince idiomas y que solamente en las ediciones en español de Destino han vendido más de 700.000 ejemplares.
   En esta entrega recupero una parte de los comentarios que, en español o en gallego, publiqué en su día de las dos primeras novelas de la Trilogía del Baztán.

El guardían invisible
Dolores Redondo
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2013, 435 páginas.

    Hay  libros que nacen estrellados y otros siguiendo de sopetón  el rastro de la estrella del éxito. Así ocurre con este fenómeno editorial, El guardián invisible de Dolores Redondo que, en menos de dos semanas, alcanzó la categoría de super-ventas. En efecto, el primer volumen de la Trilogía del Baztán fue publicado simultáneamente a mediados de enero del año 2013 en todas las lenguas del estado español y la programación de su traducción y edición  en otros idiomas es imparable. No cabe duda de que estamos ante la “fabricación” de un best-seller, solo comparable en España con La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, El tiempo entre costuras de María Dueñas o alguna de las novelas de Arturo Pérez Reverte. Un best-seller no originado directamente por el boca a boca, sino a través de una operación de marketing perfectamente programada que elige dos subgéneros específicos muy atractivos para el público lector: el detectivesco con fuertes dosis de mitología y supersticiones.
   En ciertos ámbitos de la crítica se suele cuestionar la calidad de este tipo de obras de consumo masivo, considerándolas literatura marginal, ese subcampo literario de la gran producción que diría Pierre Bourdieu, que goza de escasa autonomía, se guía por el beneficio económico y posee exiguo valor simbólico. Pero como en literatura no existe ningún tipo de determinismo, cabe preguntarse si esta segunda novela de la autora vasca, de ascendencia gallega, pertenece al subcampo de la gran producción o al de la producción restringida. O dicho con palabras llanas: si es una obra de posible consumo masivo que “deja sin aliento a quien la lee” como afirma la presentación de la edición gallega, precisamente por su calidad literaria, o es en cambio literatura marginal de fácil y gratificante lectura, pero nada más.
   La novela de Dolores Redondo reúne todas las fórmulas e ingredientes para impactar al lector: una historia de crímenes ubicada en un escenario  excepcional: el corazón del País Vasco, en los márgenes del río Baztán, un valle navarro asido por leyendas y antiguos mitos que desempeñan un importante papel en la trama novelesca. Un espacio mítico, en efecto, porque el valle del Baztán es un lugar repleto de bosques impenetrables con dólmenes salpicando el paisaje, cuevas habitadas desde hace miles de años que remiten sin duda a una cultura druida, como sugiere la misma narradora o a leyendas de criaturas mágicas. Un escenario muy propicio para hacer surgir entre sus pobladores miedos ancestrales, incertidumbres acrecentadas por no pocos desastres que han castigado a sus habitantes a lo largo de los tiempos.
   Por eso mismo, como dice un personaje de la novela: “Hace cien años, ciento cincuenta a lo sumo, era raro encontrar a alguien que declarase no creer en las brujas, sorgiñas, belagiles, basajaun, tarttalo  y, sobre todo, en Mari,  la diosa, genio, madre, la protectora de las cosechas y los ganados que, de forma caprichosa, hacía tronar el cielo y caer granizos que sumían al pueblo en la más terrible de las hambrunas” (página 108).
   En este espacio de mitos y leyendas, aparecen los cadáveres de dos adolescentes en una macabra puesta en escena, con mutilaciones sexuales incluidas y con la impresión de la mitología del valle de Baztán. Todo hace sospechar en un asesino en serie. Se hace cargo de la investigación Amaia Salazar, inspectora de la Policía Foral de Navarra, que vive angustiada por una maternidad que le dolía porque no acababa de llegar. Regresará así, para investigar los crímenes, a Elizondo, la capital del valle donde un terrible suceso, ocurrido en su niñez, la dejó traumatizada para siempre.
   La intriga que avanza al mismo ritmo con el que corren las páginas, hará que el lector sospeche que el autor del crimen es un basajaun, un ser mitológico, ese guardián invisible que habita en los bosques en los que actúa como entidad protectora. Pero la investigación se va complicando, quedando envuelta en la nebulosa familiar de la propia inspectora, dando lugar a un formidable e inesperado complot.
   Así pues, un thriller que amalgama hábilmente el suspense de una investigación policial con la magia de los mitos vasco-navarros, las ajustadas descripciones de las pruebas forenses y, sobre todo, una asfixiante atmósfera de leyendas suturada al pequeño universo de una naturaleza exuberante en el valle de Baztán.
   Destaco en el haber de la novela, ante todo la intriga, perfectamente planteada y enriquecida por los constantes giros y las analepsis  que, insertadas en el relato primario, nos revelan el doliente pasado de la protagonista y sus personales fantasmas. La ambientación del suspense suturado a la mitología que lo hace original. La combinación de lo racional e irracional, de lo real y lo fantástico. Un ritmo narrativo vibrante, con aceleraciones y oportunos momentos de pausa. Un lenguaje rico y potente, sobre todo en las descripciones de la naturaleza que sin embargo no ahogan la trama. Una lengua muy actual y sin tapujos a la hora de hablarnos de las prácticas y hábitos de algunos jóvenes de hoy (sexo cañero, alcohol, drogas…). La exploración de la complejidad  de los vínculos familiares con su parte emocional que cobra en la novela tanta importancia como el mismo desenlace de la investigación policial. La fiel radiografía de la actual sociedad con los cambios sociales y éticos experimentados en los últimos tiempos, así como las lacras que siguen vivas o han renacido con fuerza (machismo, precariedad laboral…) hasta el punto de formar parte de nuestra cotidianeidad.
   Quizás lo menos logrado de la novela sea la construcción de personajes que no evolucionan demasiado a lo largo del relato, procedimiento frecuente en el género policíaco. La novela refleja correctamente el rol que ha adquirido  la mujer en la sociedad actual. Pero en los pensamientos de ese poderoso personaje femenino que asume el papel del héroe y es una mujer de nuestro tiempo, sobran ciertas reflexiones sobre la maternidad como la realización máxima de la mujer.
   Todo ello es un aliciente suficiente para considerar esta primera novela de la Trilogía del Baztán, que parece ser que ya está medio escrita, como un best-seller que puede ser inscrito en la buena literatura. La condición de best-seller es una circunstancia paraliteraria que esperemos que no haga que Dolores Redondo se desborde como seguramente lo hace el río Baztán en estas fechas.

Legado en los huesos
Dolores Redondo
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2013, 560 páginas.

   De nuevo estamos delante de un fenómeno propio de nuestro tiempo: la “fabricación” de un superventas, originado a través de una operación de marketing perfectamente programada que elije dos subgénero específicos muy atrayentes para el lector: el detectivesco y la narrativa de sabor mitológico, con no pocas dosis de supersticiones. Y de nuevo formulo la misma pregunta: ¿Legado en los huesos pertenece al subcampo de la gran producción que goza de escasa autonomía, se deja llevar por el beneficio económico y posee un exiguo valor simbólico, a la literatura marginal de fácil y gratificante lectura, pero nada más? ¿O al contrario, al de la producción restringida, una pieza novelesca de posible consumo masivo, mas no huérfana de calidad?
   Respondo y sin ningún reparo mantengo que el libro está bien escrito, con las mismas virtudes, flaquezas y concesiones a lo comercial del primer volumen de la Trilogía del Baztán. Un best-seller bien articulado, con una trama perfectamente encadenada que hace que la intriga avance al mismo tiempo que corren sus abundantes páginas. Y con todos los ingredientes y fórmulas del género negro-detectivesco.
   El personaje central de la novela, la heroína, vuelve ser Amaia Salazar, una joven inspectora de la Policía Foral. Muy sensata y sagaz, aunque con un pasado turbio y agitado. Sabemos desde las primeras líneas del libro que acaba de ser madre, pero en esa situación debe enfrentar una nueva y extraña cadena de horrores: hombres, aparentemente sin nada en común, que asesinan a sus parejas sentimentales, o a mujeres objeto de su codicia, que se suicidan dejando la palabra“Tarttalo” como última nota. La novela nos sumerge de lleno en la mitología vasco-navarra. Si el “basajaun”, protector de los bosques y de sus habitantes, centraba el proceso de investigación de El guardián invisible, el “Tarttalo”, una especie de agreste y violento cíclope, será el objetivo de la investigación en esta segunda entrega.
   La trama de la novela, sin spoilerizar  el argumento, se resume en la siguiente sinopsis: en los últimos días de su embarazo, Amaia Salazar asiste al juicio contra Jasón Medina, acusado de haber matado a la hija de su mujer. La inspectora reúne pruebas inculpatorias contra este personaje que, imitando la forma de actuar del “basajaun”, viola y asesina a Johana, la hija adolescente de sus pareja. Mas de forma inesperada, el juez suspende el juicio, puesto que el inculpado, Jasón Medina, acaba de suicidarse dejando una nota para la inspectora. Un mensaje extraño en el que solamente aparece la palabra “Tarttalo”. Será este el primero de una cadena de suicidios con características semejantes. En todos ellos aparece la misma palabra “Tarttalo”, un nombre que remite a un personaje fabuloso del imaginario popular vasco navarro, y que oculta una trama espeluznante en la que se sumerge Amaia Salazar llevando la investigación hasta un vibrante final.
   Con maestría y habilidad nos introduce la autora en un escenario excepcional: el corazón del País Vasco, en las márgenes del río Baztán. Un valle que, por sus características naturales y las leyendas y mitos ancestrales que lo rodean, se convierte de nuevo en el espacio apropiado para el desenvolvimiento de la novela. Además, Dolores Redondo teje con maestría una historia original, con una buena presentación y desenvolvimiento de la intriga, y un ritmo narrativo vibrante, y de nuevo con oportunas aceleraciones y momentos de pausa. Sus personajes son creíbles, aunque bastante planos y sin que evolucionen a lo largo del relato.
   No obstante, se puede hacer una lectura basada en la ideología que transmite la novela; con opiniones posiblemente discrepantes. Me refiero en concreto al tema de la maternidad, de considerable peso en esta novela. La protagonista principal acaba de ser madre, quiere ser una madre perfecta, una madre de manual; con profundos sentimientos de culpabilidad por no poder estar más tiempo al cuidado de su hijo. Un guiño a la maternidad que será valorada con simpatía por ciertos lectores que aplauden las maravillas y dificultades de la condición maternal. Sin embargo, para otros esas reflexiones sobran en la novela porque avalan la idea de que la maternidad es la realización máxima y por excelencia de la mujer.
   Mas nada de esto es un estorbo para que Legado en los huesos deba de ser considerado un thriller bien pensado, estructurado y escrito. Un best-seller no carente de calidad literaria.

Francisco Martínez Bouzas

                                                           
Los reyes de España entregan el Premio Planeta a Dolores Redondo
Fragmentos

“El cementerio estaba repleto de vecinos que habían abandonado sus faenas y hasta cerrado su negocio para asistir al sepelio. El rumor de que podría no ser la primera chica que moría asesinada por el mismo criminal comenzaba a afianzarse entre la gente. Durante el funeral, que había tenido lugar apenas dos horas antes en la parroquia de Santiago, el sacerdote había insinuado en el sermón que el mal parecía estar acechando en el valle; y durante el responso, frente a la tumba abierta en el suelo, el clima era tenso y ominoso, como si sobre las cabezas de los presentes se cerniera una maldición de la que no podrían escapar.”

…..

“No era raro en medio de este bosque aceptar la existencia de las criaturas mágicas que conformaron el pasado de las gentes de aquella región. Todos los bosques son poderosos, algunos son temibles por profundos, por misteriosos, otros por oscuros y siniestros. El bosque de Baztán es hechizante, con una belleza serena y ancestral que evoca sin buscarlo su parte más humana, la parte más etérea e infantil, esa que cree en las maravillosas hadas con pies de pato que vivían en el bosque (…)
Amaia sentía en aquel bosque presencias tan palpables que resultaba fácil aceptar una cultura druida, un poder del árbol por encima del hombre, y evocar el tiempo en que en aquellos lugares y en todo el valle la comunión entre seres mágicos y humanos fue religión.”

…..

“El perfil criminológico del basajaun resultaba sobrecogedor por la evidencia de su comportamiento casi de manual. Amaia recordaba su estancia en el curso sobre perfiles criminales con el FBI y que allí aprendió, entre otras cosas que la parafernalia psicosexual que muchos asesinos en serie montaban en torno al cadáver indicaba su deseo de personalizarlos para establecer un vínculo entre ellos y sus víctimas que de otro modo no existiría, Había lógica en sus actos, no se evidenciaba trastorno mental alguno. Los crímenes estaban perfectamente planificados y premeditados, hasta tal punto de que el asesino era capaz de reproducir una y otra vez el mismo crimen en diferentes víctimas.”

(Dolores Redondo, El guardián invisible, páginas 45, 91-92, 211-212)

"CALIFORNIA": EL AZAR Y LA DESOLACIÓN

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California
Ruben Abella
Menoscuarto Ediciones, Palencia, 2015, 314 páginas

  Afirma Rubén Abella (Valladolid, 1967) que la literatura “se nutre de conflictos, tiene que ver con las emociones y el sufrimiento.” Es un postulado que impregna la buena literatura, especialmente esa narrativa que nos obliga a seguir leyendo hasta que clausuramos el libro con la lectura de la última página. Difícilmente podrán ser la felicidad y la placidez el núcleo diegético de una novela capaz de tirar de lectores humanos. Y como no existe literatura angélica, cuando nos acercamos a una pieza de ficción, de forma consciente o no tanto, buscamos la concatenación de situaciones conflictivas, quizás desventuras, que tienen que superar o ser derrotados en el intento el o los protagonistas. Los problemas, en efecto, mueven las teclas de esta historia de Rubén Abella rotulada con el título  California, nombre de uno de los vinos que un emigrante irlandés, abuelo del protagonista, elaboraba en el Valle de Napa, en la costa oeste de Estados Unidos, en el primer cuarto del siglo pasado. Su nieto, el personaje central, César O’Malley, un hombre triunfador en todas las facetas de su existencia, será sacudido de forma azarosa y arrojado de lleno en el torbellino de una derrota personal y familiar por un hecho, a primera vista anodino, pero que provoca  una imparable tormenta en su matrimonio, la tragedia personal y familiar, la ruina interior del protagonista, la absoluta desolación. Y como todo cuelga de un fino hilo, depende del azar que este se quiebre y sobrevenga la tempestad y el posterior derrumbamiento.
   La novela reconstruye una saga familiar a partir de los abuelos en el Valle del Napa (California), la de sus padres y la propia del protagonista, sus estudios en el colegio de los jesuitas en Valladolid, con el aprendizaje mojigato  de la sexualidad, sus viajes veraniegos a California, sus enamoramientos, el primer acto de rebeldía doméstica, sus exitosos estudios universitarios en Madrid, el amor y el matrimonio con Mercedes, que es un remanso de paz, un presente y un porvenir envidiable con salarios astronómicos, el nacimiento de sus hijos que alcanzan la adolescencia y la pubertad de la forma más problemática y perturbadora imaginable. Por anteriores lecturas, Baruc en el río especialmente, me constaba la querencia de Rubén Abella por los temas familiares, uno de los principales hilos conductores de su universo literario. Pero todo resulta demasiado perfecto en la trayectoria vital del protagonista y en la superficie no sumergida del iceberg familiar, hasta que el acaso hace acto de presencia: el error nimio de dos preservativos hallados por la esposa en el neceser de César, sobrantes de los que él y Mercedes habían comprado en Marrakech  y que, por desidia habían viajado con él. Pero será suficiente para que la catástrofe haga trizas de una familia con dieciocho años de dicha. Y tras esta primera hecatombe, otra al enterarse de que su hijo robaba, y su hija adolescente se prostituía con el pederasta Enrique Marbán, acosador de su hijo por el robo de un reloj. Una condena carcelaria, y un nuevo matrimonio pone algo de esperanza en el desenlace de una trama equiparable a una tragedia griega, aunque se desarrolle en nuestros días.
   Novela intensamente emotiva, que sin embargo supera la vitola de lo lacrimoso y de lo comercial, que acoge en sus páginas un relato de formación, pero sobre todo la narración de la descomposición de una familia y la caída en el infierno del protagonista por un hecho a primera vista baladí que pone de manifiesto lo mudable e inconstante que puede ser la fortuna, supeditada no solo a la voluntad humana, sino también al capricho estocástico del destino. Quince capítulos encierran las quince estaciones del viacrucis personal de César O’Malley, y que Rubén Abella aborda dejando en muchas preguntas sin contestar. Es su técnica narrativa: seleccionar lo que quiere contar y obligar al lector a inquirirse y a responder los interrogantes que el autor deja en el aire. Rubén Abella es enteramente fiel, desde esta perspectiva, a la cita inicial de Philip Roth: “Siempre contamos para también no contar”
   En Californiaconfluyen dos voces narrativas: la de un narrador heterodiegético que nos informa sobre todo del pasado mediante oportunas e incluso necesarias analépsis; y otro homodiegético  -la voz de un amigo de la infancia y abogado en el desbarajuste final- que cuenta la historia desde su participación en ella, asume una parte del pasado y nos da cuenta sobre todo del presente. Personajes, especialmente el del protagonista, que evolucionan, obligado además por las circunstancias; si bien sobre alguno de ellos, la esposa principalmente, el lector agradecería mayor información, exteriorizar con más detalles sus razones.
   El ritmo o tiempo del discurso es pausado en la mayoría de las secuencias, pero muy acelerado en los capítulos finales; todo ello muy congruente con el desenvolvimiento de la trama. No estoy demasiado de acuerdo con las apreciaciones que ven en el estilo de Rubén Abella un lenguaje alejado de lo artístico. Es verdad que el escritor vallisoletano huye de los barroquismos, de las complicaciones lingüísticas. No obstante, la forma de la novela, además de transparente, no carece de estilo, con una esmerada selección de los términos lingüísticos y una cuidada construcción de los párrafos
   Rubén Abella ya se consolidó como un narrador muy notable en anteriores entregas narrativas. En California, editado por un sello editorial independiente “de provincias” que enriquece cada día su catálogo con obras de buena calidad, lo vuelve a confirmar de nuevo.

Francisco Martínez Bouzas

                                                   
Rubén Abella
Fragmentos

“Al otro lado de la barra estaba Mercedes. Llevaba puesto un pijama azul pálido con cuatro botones rojos que, bajo la luz imprecisa de los fluorescentes, semejaban cuatro orificios de bala. Tenía el pelo recogido con una goma y los brazos caídos, como si sus manos, invisibles para César desde su posición, sostuvieran sendas maletas pesadas.
-Hola, cariño, me has asustado -dijo César.
Mercedes no dijo nada. Se limitó a mirarlo con una tristeza honda y descolorida.
-Amor, ¿estás bien? ¿Ha pasado algo?
Muy lentamente Mercedes alzó una mano. De ella, sujeto con una asa de nailon, pendía el neceser de César. Lo depositó con cuidado sobre la barra. Abrió la cremallera, extrajo del interior dos preservativos -dos fundas de color plata, unidas entre sí por una costura dentada-, y con un ligero movimiento de la muñeca los arrojó sobre la superficie de mármol blanco. Tras varios segundos eternos -antes de que César supiera qué decir o qué hacer con el vaso de agua-, rompió a llorar en silencio.”

…..

“-No quiero que duermas conmigo -dijo sin volverse.
César no se atrevió a replicar. Se quedó inmóvil donde estaba, viendo cómo Mercedes se disolvía en la negrura del pasillo. Oyó el rumor en fuga de sus pasos descalzos. Oyó el chasquido del pasado de la puerta del dormitorio. Oyó el clic del pasador de la puerta del dormitorio. Oyó el clic de la lámpara de la mesilla e imaginó a Mercedes tendida en su mitad de la cama, sola, incompleta, rodeada de noche. Luego, como si llevara un rato esperando su turno, ocuparon la calma los zumbidos desacompasados de los tubos fluorescentes y la nevera. César cogió los preservativos y los arrojó al cubo de basura que había bajo el fregadero. Luego se apretó las sienes para evitar que la cabeza le estallara.”

…..

“César se echó a un lado y, mientras, los veía abrir la puerta y dirigirse a la barra, se le ocurrió que quizás el silencio no era el castigo más apropiado par Mercedes. Quizás, ahora que el azar la había puesto en su camino, lo que ella merecía era que él entrara en la cafetería y le soltara  a bocajarro lo que pensaba. Que por su culpa Sofía (la hija de ambos) se prostituía. Que por su culpa se acostaba por ochenta euros con un elemento que podía ser su padre. Tras el paso de la pareja, la puerta empezó a cerrarse. César la sujetó e hizo ademán de entrar, pero de pronto lo asaltó una sospecha de plomo, tan grotesca e inconcebible  como la que lo había asaltado un rato antes en la habitación de Martín. Dejó que la puerta se cerrara del todo, avanzó unos pasos por la acera y, asomándose con cuidado a una de las ventanas de la cervecería, vio  a través de los reflejos cómo Mercedes alzaba el vaso para brindar. Héctor Martel hizo lo mismo. Luego, mientras bebía, alargó la mano libre por debajo de la mesa y acarició el muslo de Mercedes. Estuvieron así varios segundos, mirándose, enlazados en una clandestinidad complacida.”

(Rubén Abella, California,páginas 100, 140, 270)

"SOBRE LA HISTORIA NATURAL DE LA DESTRUCCIÓN": UN OMINOSO SILENCIO

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Sobre la historia natural de la destrucción
W. G. Sebald
Traducción de Miguel Saénz
Editorial Anagrama, Barcelona, 158 páginas
(LIBROS DE FONDO)

    Si el dolor es igual para todos ¿por qué el ominoso silencio que durante épocas desplegó una cortina de olvidos y omisiones sobre las víctimas de otro holocausto, el holocausto sufrido por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial? Una de las razones podría ser la máxima atribuida a Wiston Churchill: “La Historia la escriben los vencedores”. Son ellos lo que se apoderan de la misma. El sentimiento de ignominia que dominó  la sociedad alemana en la posguerra, convirtió en tabú colectivo la espantosa y sistemática destrucción de ciudades alemanas por la aviación de los aliados. No resulta fácil  hacerse una idea aproximada de las dimensiones que alcanzó el horror de esa devastación. Pero hoy sabemos que centenares de poblaciones alemanas fueron objetivo de esos bombardeos de los aliados, y que muchas de ellas fueron completamente arrasadas; que provocaron la muerte de seiscientos mil civiles alemanes. Sin embargo, en Alemania, todo eso nunca fue objeto de un debate público, quizás porque un pueblo que asesinó a millones de seres humanos, o miró para otro lado cuando eso se hacía, no podía exigir cuentas a las potencias vencedoras de la lógica político-militar que decidió la destrucción de las ciudades alemanas y provocó cientos de víctimas civiles.
   Seguramente que muchos de los afectados vieron, como se señala en un relato de Hans Erich Nossack sobre la destrucción de Hamburgo, los gigantescos incendios como un castigo merecido. Otros recurrieron sencillamente al truco de la eliminación, el reflejo defensivo de cualquier experto (Stanislaw Lem).
   Sin embargo, desde hace años, distintos escritores, entre ellos Enzensberger, Günther Grass, Jörg Friedrich, Max Frich o Anthony Beevor han hurgado en una herida escondida en el silencio de una guerra justa pero con matanzas premeditadas. Uno de los más conspicuos en explorar este tabú colectivo fue W.G Sebald (1944-2001). El escritor alemán, el Joyce de finales del siglo XX, al que un trágico accidente colocó definitivamente en la nómina de los no-Nobel, es uno de los casos más relevantes de escritores que apuestan por los géneros híbrido, por la literatura  fronteriza, que demuestra con su obra que “la literatura puede ser, literalmente, indispensable” (Susan Sontag). Sus obras se cimentan en la “non-fiction” que transita de la fabulación al ensayo y de la palabra a la imagen o al documento oficial, posiblemente como la única forma de supervivencia.
   Sebald fue sin duda uno de los escritores con mayor autoridad moral para preguntarse sobre el porqué  de la destrucción sistemática de Alemania y del silencio posterior que equivalía a la negación del pasado. Porque las referencias al exterminio de los judíos europeos ocupan un lugar central en su obra, en especial en Los emigradosque reconstruye la existencia de cuatro judíos que huyen de Alemania como consecuencia del ascenso del nazismo. Y también en su última novela, Austerliz, un intento de levantar un monumento alternativo al Holocausto y en la que el protagonista descubre, en un dramático ejercicio de memoria, que sus padres mueren en los “lagers” del régimen nazi. Pocos escritores además han mostrado tanta empatía por los desterrados, por los expatriados de su propio país como W.G. Sebald.
   En el año 2003, Anagrama reunía en su colección “Panorama de narrativas” dos textos de Sebald, escritos en 1999: “Guerra aérea y literatura” y “Alfred Andersch”, bajo el título Sobre la historia natural de la destrucción. En ambos ahonda en el “ominoso silencio”, en el tabú colectivo entre el pueblo germano. En una implacable exploración de las profundidades del ser humano, Sebald narra algunos aspectos de una devastación despiadada. Y lo hace, no como un historiador, sino desde la perspectiva de la solidaridad y desde una honda y rigurosa sensibilidad estética capaces de captar el dolor humano. Por ejemplo, cuando habla de la destrucción de Hamburgo. Sebald intenta hallar una explicación al hecho de que la destrucción sistemática de las ciudades alemanas “quedó excluida en gran parte de la experiencia retrospectiva de los afectados”. Ha habido muy pocas respuestas y para Sebald ese mutismo equivale a una segunda destrucción. Pero él si las da. Por ejemplo, deja constancia de que los bombardeos nocturnos sobre la población civil, sin elección de puntos estratégicos (fábricas, depósitos de combustibles…) no mermaron el poderío bélico alemán, asesinaron a seiscientos mil ciudadanos civiles y dejaron a otros siete millones y medio sin hogar. Aunque quizás todo pueda explicarse desde el punto de vista de la lógica económica: las bombas eran “mercancías costosas” y había que echarlas a andar,  a matar. Todo ello no se aleja demasiado del apoyo de Wiston Churchill a la estrategia de su comandante Arthur “Bomber” Harris: “… quienes habían liberado esos horrores sobre la humanidad, sufrirían en sus personas y hogares los golpes demoledores de un justo castigo”.
                                           
Dresde tras el bombadeo vista desde lo alto de la torre del ayuntamiento (Foto de Richard Peter)
   Evocaciones espantosas alejadas del sentimentalismo (el cine que perdió una de sus paredes debido a un bombardeo sin que se interrumpiera la proyección, el desconcertado deambular de los animales del zoo berlinés por las ruinas sin poder comprender lo que sucede, madres que transportan en sus maletas los cuerpos abrasados de sus hijos…) son testimonios elocuentes de lo que fue una historia premeditada de destrucción.
   El siniestro silencio también es analizado por Sebald en “El escritor Alfred Andersch”. Alfred Andersch, mediocre  y vanidoso escritor (“La literatura alemana tiene en Alfred Andersch uno de los talentos más sólidos e independientes”, escribió él mismo en la solapa de uno de sus libros). Cobarde y oportunista como persona -se separó de Angelika Albert, su mujer judía en 1942, sin preocuparse por su destino- es un ejemplo paradigmático de cómo un personaje público realiza intentos, más o menos conscientes, de adaptación y de ajuste mediante discretas y sinuosas andanzas para forjarse una imagen pública de creador políticamente correcto. En esa preocupación por retocar la imagen reside, según Sebald, una de las razones fundamentales de la incapacidad de toda una generación para describir y traer a la memoria los horrores presenciados. Para borrar lo que no quiere saberse y arrojarlo al olvido.

Francisco Martínez Bouzas

                                                   
W.G. Sebald
Fragmentos

“En pleno verano de 1943, durante un largo período de calor, la Royal Air Force, apoyada por la Octava Flota Aérea de los Estados Unidos, realizó una serie de ataques aéreos contra Hamburgo. El objetivo de esa empresa, llamada «Operación Gomorrah» era la aniquilación y reducción a cenizas más completa posible de la ciudad. En el raid de la noche del 28 de julio, que comenzó a la una de la madrugada, se descargaron diez toneladas de bombas explosivas e incendiarias sobre la zona residencial densamente poblada situada al este del Elba, que abarcaba los barrios de Hammmerbrook, Hamm Norte y Sur, y Eilbek, Barmbek y Wandsbek. Siguiendo un método ya experimentado, todas las ventanas y puertas quedaron rotas y arrancadas de sus marcos mediante bombas explosivas de cuatro mil libras; luego, con bombas incendiarias ligeras, se prendió fuego a los tejados, mientras bombas incendiarias de hasta quince quilos penetraban hasta las plantas más bajas. En pocos minutos, enormes fuegos ardían por todas partes en el área del ataque, de unos veinte kilómetros cuadrados, y se unieron tan rápidamente que, ya un cuarto de hora después de la caída de las primeras bombas, todo el espacio aéreo, hasta donde alcanzaba la vista, era un solo mar de llamas.”

…..

“Con fecha de 20 de agosto de 1943, en el pasaje antes citado, Friederich Reck informa de unos cuarenta o cincuenta fugitivos que intentaron asaltar un tren en la estación de la Alta Baviera. Al hacerlo, una maleta de cartón «cayó en el andén, se reventó y se vació su contenido. Juguetes, un estuche de manicura, ropa interior chamuscada. Finalmente, el cadáver de un niño asado y momificado que aquella mujer medio loca llevaba consigo como resto de un pasado pocos días antes todavía intacto». Es difícil imaginar que Reck se inventara esa espantosa escena. Por toda Alemania, de una forma o de otra, la noticia de los horrores de la aniquilación de Hamburgo, debió difundirse a través de los fugitivos, que oscilaban entre una histérica voluntad de supervivencia y la más grave apatía.”

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“El reportaje de Kluge sobre la destrucción de Halberstat comienza con la historia de una empleada de un cine, la señora Schrader, que, después de caer las bombas, se pone inmediatamente a trabajar con una pala del refugio antiaéreo, para poder «despejar los escombros -como espera- antes de la sesión de las dos de la tarde». En el sótano donde encuentra varios fragmentos de cuerpos cocidos, pone orden colocándolos por de pronto en la caldera del lavadero.”

(W.G. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción, páginas 35, 38, 51)

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